sábado, 14 de mayo de 2022

BREVE PRÁCTICA DEL MES DE MAYO – CONSAGRADO A LA MADRE DE DIOS – POR D. FÉLIX SARDÁ Y SALVANY, PBRO. Año 1899. (Días 12, 13 y 14 de Mayo)

 




IMPORTANTE: Para las oraciones de todos los días y el obsequio  (flores espirituales), ver publicación del 1 de Mayo.

 

XII.

María en su huida a Egipto. —Total desprendimiento.

 

   Pocos días después del Nacimiento del Salvador, poderosos enemigos maquinan su muerte. Un Ángel del cielo avisa a José, y María con su Esposo y el Niño se ven obligados a huir a Egipto, país extranjero, idólatra y enemigo de su nación. María emprende sin vacilar este viaje, y abandona, confiada en la Providencia, su país natal.

   Tales sacrificios exige alguna vez el servicio de Dios a las almas cuya fidelidad desea Él tener bien probada. A Abrahán, al llamarle a ser padre de su pueblo, empezó por mandarle el Señor que dejase su tierra, padres y parientes. Y en el Evangelio se nos dice repetidas veces que es forzoso en casos dados dejar padre, madre, esposa y hermanos, y hasta la propia vida para seguir a Cristo. Lo cual no significa sino la sublime virtud del total desprendimiento, que es la fundamental de toda vida de perfección. ¿Cómo quieres de otro modo volar libre, alma mía, por los espacios iluminados y anchurosos del cielo, si tienes trabadas tus alas con lazos de la tierra, que son las desordenadas aficiones de que se trata aquí? El desprendimiento espiritual, en el grado mayor o menor que sea necesario para el cumplimiento de los designios de Dios sobre tu alma, debe ser constante trabajo de tu vida, si deseas traerla por los elevados senderos de la santidad. Sal de tu patria, sal de los tuyos, sal de ti misma, si quieres encontrar a Dios. Corazón que han de llenar pensamientos y afectos del cielo, ha de vaciarse antes de todo pensamiento y afición terrena que allí pueda estorbar.

   Despegadme, Dios mío, desterradme, desprendedme, descarnadme de cuanto no seáis Vos o no se encamine directa y exclusivamente a Vos.

 

XIII.

María en su vida de destierro. —Vida de peregrino en el mundo.

 

   Algunos años vivió la Sagrada Familia en Egipto, desconocida allí e ignorada, sufriendo todas las tristezas de la emigración y tal vez la pesadumbre de la miseria. Un día les llamó otra vez el Ángel del Señor y les dio orden de volver a su país, por haber muerto ya los que allí aborrecían al Niño.

   Egipto debe ser este mundo para ti, alma cristiana; y no como en tu propia patria, sino como en país extranjero has de morar en él. País extraño, país enemigo de tu Dios, país en que no puedes echar profundas raíces, país en que no se te concede vivir más que como ave de paso, tal es esta tierra de la peregrinación. Yerras lastimosamente si te juzgas para él criada. No, tu patria no es ésta; tu patria es el cielo, de donde procedes y a dónde has de volver. No tienes, pues, aquí habitación permanente; camino es, no posada: no fijes tu corazón donde sabes que no podrá hallar su definitivo asiento. Al cielo, al cielo han de mirar siempre tus ojos; al cielo han de dirigirse tus pasos; al cielo han de volar tus afectos; al cielo las aspiraciones todas de tu corazón. Vida del cielo has de vivir aun estando acá en la tierra, como en la patria y no en el país de su destierro tiene siempre sus ansias el desterrado infeliz. Seas avecilla ligera, ganosa siempre de espaciarte en las alturas, no grosero reptil pegado siempre el rostro a la cenagosa tierra. No ha criado Dios la tierra para que la ames y sirvas, sino para que la huelles con tus pies.

    Aprende, alma mía, de la Virgen desterrada estos anhelos de la patria inmortal. Vive en este mundo como si en él no vivieses; posee como si nada poseyeses en él; trabaja como si únicamente para el otro trabajases. ¡Acá no has venido a vivir: acá no has venido más que a morir!

 

XIV.

María en Nazareth. —Amor a la vida oscura.

 

   De regreso de Egipto moró la Virgen Madre con su Esposo y el Niño Jesús en Nazareth. Nada dicen los Evangelios de este período de la vida de María Santísima, sí sólo que el Niño crecía y estaba obediente a Ella y a San José. No se vuelve a hablar de María hasta la época del primer milagro de Jesús, cuando Éste tenía ya la edad de treinta años.

   No sin misterio ha dejado el Espíritu Santo como en la sombra este largo plazo de la vida de Nuestra Señora. Fué sin duda para enseñarnos cuan preciosa es a los divinos ojos la oscuridad de la vida común e ignorada, cuando manifiestas razones de divina vocación no nos llaman a los deberes de la vida pública. No se gana menos para el cielo en el silencio y penumbra de las virtudes solitarias y caseras, que en el ruido y pompa de los actos heroicos y extraordinarios. Antes bien, la santidad ama generalmente esconderse como la violeta, y derramar solamente para gloria de Dios y para el buen ejemplo sus perfumes. Lo cual no contradice al otro deber que tenemos de dar público testimonio de nuestra fe cuando llegue el caso de eso: enseña únicamente que hemos de huir el aplauso y nunca obrar por él; no exhibirnos nosotros mismos en la escena del mundo, sino esperar a que nos saque a ella Dios, si tal fuere su voluntad. Y en caso de no exigirlo de nosotros motivos de orden sobrenatural, apetecer siempre el humilde retiro, la condición llana y común, los caminos oscuros y poco frecuentados. El demonio hace presa muy particularmente en las almas que desean sobresalir vanamente entre la multitud y hacerse visibles. El más seguro riesgo que en eso puede darse es por lo menos el de que salgan muertas de todo mérito nuestras obras, y sólo llenas de amor propio y de vanidad personal.

   Busca ser desconocido, ha dicho el libro profundo de la Imitación de Cristo, y esto me enseña el ejemplo de María en su vida oculta e ignorada de Nazareth.

 

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