I.
Nuestra felicidad en esta vida depende de la regla que impongamos a nuestros
deseos. Aprende a limitarte en el deseo de los bienes naturales. Quisieras
gozar de mejor salud, poseer más ingenio, más fuerzas, más hermosas cualidades
naturales; este deseo es fuente de inquietudes. Conténtate con lo que Dios te
ha dado, agradécele; acaso te condenarías si tuvieses los brillantes talentos
que deseas. Aunque ahora tuvieras lo que deseas, no por ello estarías más
contento. Sólo Dios puede colmar tus anhelos. Dedícate a hacer su voluntad y todos tus deseos serán satisfechos.
II.
Conténtate asimismo con los bienes de fortuna que Dios te ha dado; no son las
riquezas, ni los honores, los que te harán feliz. ¡Cuántas personas hay más pobres que tú y sin embargo son más dichosas,
porque no desean sino lo que Dios quiere que posean! El pecador es infeliz, tenga o no tenga lo
que él desea (San Próspero).
III.
Un deseo te es permitido: es el llegar a un grado más alto de santidad; hasta
debes imitar las heroicas virtudes que admiras en los santos, en la medida en
que tu estado y condición te lo permitan. Examínate acerca de los deseos de tu
alma; desea con ardor llegar a la santidad. Nada esperes, nada temas, y habrás reducido a la
impotencia la cólera de tu enemigo (Boecio).
La resignación a la
voluntad de Dios. Orad por vuestra patria.
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