A vos, celestial Señora, constituida madre nuestra por vuestro moribundo Hijo, a vos, que asististeis a. la agonía del Patriarca San José y presenciasteis la angustiosa muerte de Jesús, a vos ofrece hoy este humilde opúsculo la Sociedad San Miguel, Propagación de Buenos Libros, que, accediendo al pedido de muchas personas, ha reunido en este librito los pensamientos y afectos, que en la última enfermedad conviene sugerir a los enfermos, para disponerlos a morir cristianamente.
Oh Madre de Piedad, escuchad benigna las
súplicas de las familias cristianas, para que ninguno muera en sus hogares sin
haber recibido el Santo Viático.
Buenos Aires, festividad de los Dolores de
Nuestra Señora del año 1928.
FUNESTO
DESCUIDO
Lo es, y lo es en grado sumo, el de muchas
familias con sus enfermos, a quienes no disponen convenientemente, en caso de
gravedad, para recibir los santos sacramentos.
Proporcionar los últimos socorros de la
religión a los enfermos es, no sólo un acto de caridad meritoria a los ojos de
Dios, sino también un deber sagrado que no se infringe sin incurrir en una
responsabilidad terrible. Si uno se hace culpable de homicidio cuando deja
morir de hambre a su semejante, ¿qué nombre dar al crimen horroroso de dejar
perecer un alma por no suministrarle los auxilios de nuestra santa Religión? Y, sin embargo, ¡cuántas veces nos muestra la
experiencia que se comete este crimen aun por familias católicas! Sea por
quiméricos terrores o sea por una inexcusable debilidad, se llama al sacerdote
lo más tarde posible y a veces cuando el enfermo está ya destituido de los
sentidos. No hablamos aquí de las familias que esperan ex-profeso a que el
enfermo entre en agonía y que hacen de la religión una vana formalidad de pura
conveniencia.
¡Apartemos
la vista de tanta indignidad! Hablamos de esas familias, en las que aún queda
bastante fe para considerar los sacramentos como cosas santas, para desear que
los enfermos los reciban con disposición cristiana y en las que, sin embargo,
no se les habla de confesarse sino después que se ha perdido toda esperanza de
curación. ¿Y qué sucede a menudo en este caso? Se vacila todavía, se dilata el
momento; los terribles síntomas se declaran; entonces se apresuran, corren en
busca de un sacerdote, pero llegan tarde ¡todo ha concluido! ¡No permita Dios
que seáis tratados así en vuestra última hora!
Pero, ¿qué es lo que detiene en el
cumplimiento de esta misión sagrada? — “No me atrevo a hablarle de un
sacerdote”, decís, “temo asustarle”. —Y aun cuando se asustase, ¡preferís
exponer su alma a la condenación eterna o a una larga expiación en el purgatorio?
¡Asustarle! Pues si durmiese al borde de un abismo o en una casa invadida por
las llamas, ¿vacilaríais en despertarle por no asustarle?
Decís, que llamaréis al sacerdote, cuando el
enfermo lo pida. ¿ Pero ignoráis, que rara vez se dan cuenta los enfermos de su
gravedad? Vuestro es el deber de preparar al enfermo, para que reciba a tiempo
los auxilios religiosos. Acudid con tiempo a vuestra parroquia o al sacerdote
conocido, que os facilitará el cumplimiento de este grave deber.
Desterrad de vuestra mente la falsa
preocupación de que el enfermo se asustará si le habláis de sacramentos.
La experiencia enseña, que el enfermo sabe,
que el sacerdote viene a llenar a su lado el más dulce y benéfico de todos los
ministerios, a purificar y consolar su alma, a traerle, en fin, en medio de las
más crueles angustias, la paz y la dulzura de Jesucristo. (Nota). En algunos
países existen Ligas, cuyos adherentes se comprometen a avisarse mutuamente en
caso de enfermedad grave, para recibir a tiempo los auxilios espirituales. ¿Por
qué no podrían establecerse, también aquí entre nosotros?
La primera diligencia que se ha de hacer
cuando se advierta que un enfermo está de peligro, es llamar al párroco o al
confesor, para que le administre los sacramentos de la Penitencia, Eucaristía y
Extremaunción y le aplique la indulgencia plenaria en el artículo de la muerte.
ASISTENCIA ESPIRITUAL
— A —
LOS ENFERMOS
Con licencia
eclesiástica.
SOCIEDAD SAN MIGUEL PROPAGACIÓN DE BUENOS LIBROS
Buenos
Aires - Sarmiento 1949 — AÑO 1928 —
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