IMPORTANTE: Para
las oraciones de todos los días y el obsequio
(flores espirituales), ver publicación del 1 de Mayo.
XXIII.
María esperando la Venida del Espíritu Santo. —Celo por la
perfección del prójimo.
Después de la Ascensión del Señor recogiéronse
los Apóstoles en el Cenáculo de Jerusalén, para aguardar en oración la Venida
del Espíritu Santo que se les había prometido. María,
que tenía ya en sí toda la plenitud de los divinos dones, encerróse, no
obstante, con el Apostolado en aquel piadoso retiro, para unir a las de los
discípulos sus oraciones.
Mucho debes trabajar, alma mía, por tu
propia santificación, pero mucho puedes y mucho debes también interesarte y
trabajar per la santificación de tus hermanos. “A
cada cual ha dado Dios cargo de su prójimo,” dice el Apóstol; y esta
expresión significa el deber del celo para
la perfección en la virtud de las almas que por nosotros pueden ser ayudadas. María en el Cenáculo
oraba, y con esta su oración alentaba y encendía la oración de aquellos
discípulos, y la acompañaba hasta el trono del Eterno, y la ayudaba a lograr de
la divina misericordia el apetecido don. ¿Enseñas
a orar a tus hermanos? ¿Oras al menos por ellos y por sus necesidades? Aunque
no seas sacerdote o Religioso, a quienes
obliga de un modo especial a esa oración por los demás su profesión respectiva, puedes y debes en algunos casos, alma fervorosa, hacer lo que hacía en el Cenáculo con los Apóstoles allí reunidos la Madre de Dios. Véante, pues, tus prójimos en el templo piadosa y
edificante; oigan de tus labios enseñanzas de perfección y vida interior; hállente
siempre pronta en su auxilio, con el de tus oraciones, en todas sus
necesidades, así espirituales como corporales. Es una de las mayores obras de
misericordia rogar a Dios por los vivos y por los difuntos, y muy a menudo
traemos olvidada esta obligación.
Por los vivos y
por los muertos, por los justos y por los pecadores, por tus conocidos y por
los que nunca has de conocer, por los que bien te quieren y por los que te
quieren mal, ora frecuentemente, alma cristiana, y ora con celo y fervor.
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