IMPORTANTE:
Para las oraciones de todos los días y el obsequio (flores espirituales), ver publicación del 1
de Mayo.
VI.
María en la Anunciación. —Docilidad a las inspiraciones divinas.
A poco de hallarse María desposada castísimamente
con José, sorpréndele un día un nuncio celestial. Gabriel Arcángel le
trae embajada de Dios, notificándole que va a ser Madre del Verbo, y aguardando
tan sólo para la realización de este misterio el consentimiento de la humildísima
Doncella. Otorgólo María con estas palabras: He
aquí la esclava del Señor; y el Verbo Divino hízose Hombre en sus
virginales entrañas.
Muy a menudo recibes, alma mía, embajadas
del cielo, si no tan gloriosas, no menos dignas de atención; si no por
intermedio de Arcángeles, por inspiración divina y por conducto tal vez del
Ángel de tu guarda. Voz de Dios es aquel secreto movimiento que en tu alma
sientes a dejar aquella amistad vana, o a practicar aquel sacrificio, o a
cultivar aquella virtud, o a practicar aquella obra buena ¿Por qué te haces voluntariamente sorda al divino
llamamiento? ¿Por qué en vez de oponer culpables
resistencias a esos llamamientos, no contestas como Saulo: «Señor, ¿qué queréis que haga?» o no dices resueltamente como María: «He aquí la
esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra?» ¿No dices cada día en la oración dominical: «Hágase tu
voluntad así en la tierra como en el cielo?» ¿Por qué no cumplen, pues, tus
obras lo que tantas veces afirma tu labio? ¿Sabes a qué te expones cerrando la
puerta al Señor que llama con recias aldabadas a ella, o por lo menos no abriéndosela
más que a medias, o tardando en abrírsela por culpable negligencia? Te pones
en riesgo de que se aleje el Señor de ti y
no vuelva a repetir la llamada.
Haz reflexión en esto, y desde hoy imita la
conducta dócil y sumisa de María en este misterio de su Anunciación.
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