NOTA: “Hoy día ya casi NO se predica contra el vicio del juego desde los púlpitos, por lo
que decidimos publicar esta obrita para el bien de los que se encuentran
afectados por este PECADO. Existen juegos
ilegales y juegos legales, pero el vicio se encuentra en ambos, cuya
consecuencia es la perdición de muchas almas.”
PRÓLOGO
DE LA OBRA.
Esta obra, aunque escrita por un, sacerdote
docto de la Iglesia Católica, el Padre
José Miguel Curidi y Alcorcer, es una buena lectura para cualquier hombre
católico o no.
En él, de brillante modo, se juzga el juego
como el peor de entre los vicios: es el
vicio de los vicios. Se hace su psicología y aparece como una enfermedad
repugnante, contagiosa, mortal; pero curable.
El juego es algo así como una madre fecunda
del crimen: el tahúr (que hace trampas
en el juego o simplemente el jugador vicioso) es propenso al robo, es muy
fácil que cometa un asesinato, tiende a la embriaguez. ¡Y cómo no ha de ser así, si el tahúr pierde la delicadeza, la
vergüenza y el honor! Abstraído, sólo despierta de esa especie de
fascinación, para buscar de cualquiera manera los medios de satisfacer
inmediatamente su deseo.
En algunos códigos era un delito penal. Y no
puede ser de otra manera visto, pues que es el origen de una multitud de otros
delitos.
¡Existe el caso de un infeliz que una noche
salió demente de un garito (casa de juego) de cierta calle céntrica, por haber perdido
cuanto tenía, y se iba encima, puñal en mano, de cuanto transeúnte pasaba a su alcance.
Ese pobre hirió y mató a muchas personas!
¡Otro ejemplo horrible los diez suicidios
que por causa del juego se sucedieron durante cuatro meses!
Una de esas víctimas era cobrador, y un
sábado, después de haber reunido una fuerte suma, entró en un garito (casa de
juego) y la perdió toda. Al verse sin
pan ni para su familia y con la perspectiva de la cárcel, prefirió privarse de
la vida.
Otra de esas víctimas era empleado, tenía
vendidos sus sueldos de más de medio año y una tarde se le dió un billete de
mucho valor, para hacer una compra. Quiso probar fortuna en las cartas y se
quedó sin nada de la cantidad. En su desesperación, no halló otro remedio que
encerrarse en su habitación y tomar un veneno, para escapar de las manos de la
justicia.
Otra
de las víctimas, de las diez en que nos ocupamos, se robó de la caja, de la
casa de comercio donde trabajaba, unos miles de pesos y los perdió en una
noche. Entonces tomó la resolución de preferir la muerte a toda una vida de deshonra,
y la cumplió, volándose la tapa de los sesos.
Hay, de este género de vicio, mil historias tristísimas:
se han hecho tan comunes, que ya no sorprenden.
¡Cuánta relajación!
El que es tahúr, puede decirse que tiene en
sí el germen para cometer toda clase de crímenes.
Y este germen, que empeora al paciente a
medida que trascurre el tiempo, es
dañoso también a la familia a que pertenece: la miseria, la embriaguez, la
prostitución y el robo son la perspectiva.
¿Qué hacer, pues, para curar de este vicio?
¿Cómo contrarrestar los violentos avances que hace en todas las clases
sociales?
Uno de los medios eficaces que hay es: leer
con meditación esta obra (que la
publicaremos en parte) en que se
considera al juego desde todos sus aspectos y se miden todas sus consecuencias:
su lectura es un remedio eficaz para curarse de tan abominable vicio.
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