lunes, 26 de junio de 2017

Del vicio del juego – Prólogo por David Benavente




   NOTA: “Hoy día ya casi NO se predica contra el vicio del juego desde los púlpitos, por lo que decidimos publicar esta obrita para el bien de los que se encuentran afectados por este PECADO. Existen juegos ilegales y juegos legales, pero el vicio se encuentra en ambos, cuya consecuencia es la perdición de muchas almas.”

PRÓLOGO DE LA OBRA.

   Esta obra, aunque escrita por un, sacerdote docto de la Iglesia Católica, el Padre José Miguel Curidi y Alcorcer, es una buena lectura para cualquier hombre católico o no.

   En él, de brillante modo, se juzga el juego como el peor de entre los vicios: es el vicio de los vicios. Se hace su psicología y aparece como una enfermedad repugnante, contagiosa, mortal; pero curable.

   El juego es algo así como una madre fecunda del crimen: el tahúr (que hace trampas en el juego o simplemente el jugador vicioso) es propenso al robo, es muy fácil que cometa un asesinato, tiende a la embriaguez. ¡Y cómo no ha de ser así, si el tahúr pierde la delicadeza, la vergüenza y el honor! Abstraído, sólo despierta de esa especie de fascinación, para buscar de cualquiera manera los medios de satisfacer inmediatamente su deseo.

   En algunos códigos era un delito penal. Y no puede ser de otra manera visto, pues que es el origen de una multitud de otros delitos.

   ¡Existe el caso de un infeliz que una noche salió demente de un garito (casa de juego)  de cierta calle céntrica, por haber perdido cuanto tenía, y se iba encima, puñal en mano, de cuanto transeúnte pasaba a su alcance. Ese pobre  hirió y mató a muchas personas!

   ¡Otro ejemplo horrible los diez suicidios que por causa del juego se sucedieron durante cuatro meses!

   Una de esas víctimas era cobrador, y un sábado, después de haber reunido una fuerte suma, entró en un garito (casa de juego)  y la perdió toda. Al verse sin pan ni para su familia y con la perspectiva de la cárcel, prefirió privarse de la vida.

   Otra de esas víctimas era empleado, tenía vendidos sus sueldos de más de medio año y una tarde se le dió un billete de mucho valor, para hacer una compra. Quiso probar fortuna en las cartas y se quedó sin nada de la cantidad. En su desesperación, no halló otro remedio que encerrarse en su habitación y tomar un veneno, para escapar de las manos de la justicia.

   Otra de las víctimas, de las diez en que nos ocupamos, se robó de la caja, de la casa de comercio donde trabajaba, unos miles de pesos y los perdió en una noche. Entonces tomó la resolución de preferir la muerte a toda una vida de deshonra, y la cumplió, volándose la tapa de los sesos.

   Hay, de este género de vicio, mil historias tristísimas: se han hecho tan comunes, que ya no sorprenden.

   ¡Cuánta relajación!

   El que es tahúr, puede decirse que tiene en sí el germen para cometer toda clase de crímenes.

   Y este germen, que empeora al paciente a medida que trascurre  el tiempo, es dañoso también a la familia a que pertenece: la miseria, la embriaguez, la prostitución y el robo son la perspectiva.

   ¿Qué hacer, pues, para curar de este vicio? ¿Cómo contrarrestar los violentos avances que hace en todas las clases sociales?

   Uno de los medios eficaces que hay es: leer con meditación esta obra (que la publicaremos en parte)  en que se considera al juego desde todos sus aspectos y se miden todas sus consecuencias: su lectura es un remedio eficaz para curarse de tan abominable vicio.

  


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