Estáis completamente en un error al creer
cosa semejante, porque no solamente es posible
sino es muy fácil de ponerlo en práctica, como te lo están probando
infinidad de piadosos fieles; la exageración está toda de parte de los
jansenistas o de los semi-jansenistas que piden, para acercarse a recibir la
sagrada Comunión, disposiciones casi imposibles de alcanzar. ¿Qué haríamos, pues, nosotros los pobres
sacerdotes, que tenemos la santa costumbre de celebrar todos los días la misa?
¿No estamos por ventura sujetos, como
los demás fieles, a miserias, imperfecciones y debilidades diarias? Ningún
sacerdote, notadlo bien, está obligado a celebrar diariamente el santo
sacrificio de la misa, ni aun las mismos párrocos están obligados a ello más
que los domingos y fiestas de guardar. ¿Será
pues, un abuso nuestra comunión diaria? ¿Quién se atreverá a afirmarlo? ¿No es evidente que a pesar de la imperfección,
por desgracia muy frecuente en nuestras disposiciones, la celebración del santo
sacrificio de la misa y la Comunión diaria son nuestra principal salvaguardia,
nuestra salud, el principio de todas nuestras fuerzas, el secreto de nuestra
castidad, la fuente de nuestro celo, y nuestro sostén en los peligros y
tentaciones diarias? ¿Quisiéramos
acaso tener dos pesos y dos medidas, una para nosotros, otra para nuestros
hermanos? ¿Hay alguno de entre nosotros
que, imitando a los fariseos del Evangelio, quiera imponer a sus hermanos
cargas u obligaciones, no sintiéndose él con fuerzas suficientes para
llevarlas?
Todo cuanto nos enseña y aconseja la Iglesia
católica es muy fácil de ponerlo en práctica y nada tiene de exagerado; porque
ella nos enseña la verdad en lo que respecta a la piedad, y el escucharla es
escuchar al mismo Dios Nuestro Señor; menospreciar sus consejos, es despreciar la
luz de Dios.
Muy extraño se hace observar como algunos católicos,
a veces hasta sacerdotes, hacen tan poco caso de una autoridad divina. Sé
lógico en tus creencias, y por consiguiente también en todas sus consecuencias
prácticas. Así crees tú, sabes muy bien que Jesucristo te habla por medio de la
Iglesia, así, pues, no te contentes con escucharle y darle tu asentimiento; no
te detengas en mitad del camino, llega a la práctica.
Deja que murmuren aquellos que no quieren conocer
la verdad. Déjales también que hagan ostentación de lo que ellos creen ser
respeto hacia el santo Sacramento, y que en el fondo no es otra cosa que un
temor servil que denota muy claramente poco o ningún conocimiento de los misterios
de Jesucristo, a la par que mucho apego a sus ideas personales. En cuanto a tí, verdadero hijo de la
Iglesia, sigue en paz el camino que te han trazado los Santos y después de los Apóstoles,
de los Mártires, y de todos, no temas ni la exageración ni el error: todos los
primitivos fieles después de San Ambrosio, San
Juan Crisóstomo, San Jerónimo, San Agustín; después de San Francisco de Asís, Santo
Tomás de Aquino y San Buenaventura; después de San Felipe Neri, San Cárlos Borromeo,
San Ignacio, San Cayetano, San Francisco de Sales y san Alfonso María de
Ligorio; después de Bal Armiño, Fenelón, Bourdalone y otros que han
exaltado á porfía la frecuente Comunión, la Comunión diaria, la verdadera
Comunión católica; ¡no temas ni la
exageración ni el error!
“LA
SAGRADA COMUNIÓN”
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