Muchos
católicos ven en este movimiento una manera legítima de servir a Dios y a la
Iglesia, de satisfacer un cierto sentimiento religioso. Pero, ¿cuáles son las verdaderas doctrinas del Movimiento
Neocatecumenal? EI Padre Zoffoli, teólogo italiano pasionista estudió
durante varios años los documentos oficiales del “Camino
Neocatecumenal” y presentó sus conclusiones a varios obispos, cardenales
e incluso al Papa, recibiendo como respuesta “silencio,
desconfianza y hostilidad”. Publicamos aquí la parte doctrinal de su
libro “Catequesis Neocatecumenal y ortodoxia del
Papa”, que esperamos podrá esclarecer mucho a los católicos.
PADRE ZOFFOLI:
Refiriéndome al “Camino Neocatecumenal”,
el término “herejías” puede hacer
sonreír a algunos e indignar a otros, pues muchos ––en la Iglesia–– me juzgarán
demasiado alarmista e imperdonablemente ofensivo. Mas, por desgracia, esto corresponde
a una realidad que someto a la reflexión de todos; pidiendo particular
atención, a los párrocos, obispos y
sobre todo al Papa.
ORDEN SAGRADO, SACERDOCIO, JERARQUÍA
a)
La verdadera Iglesia de Jesucristo sería solamente la de los tres primeros
siglos, después de los cuales —desde
Constantino en adelante—, institucionalizándose, se habría corrompido,
hasta que después de 1600 años habría reaparecido con el Concilio Vaticano II. Por lo tanto, durante un largo período, Jesucristo no habría cumplido su promesa de
permanecer junto a su Iglesia todos los días, hasta el fin de los tiempos, y
por consiguiente asistirla contra los poderes de las tinieblas (San Mateo, 28,
20; 16,18).
b) De aquí se deduce que veinte Concilios
ecuménicos, desde el de Nicea (325) hasta el Vaticano I (1870), no habrían
enseñado nada definitivamente verdadero e indiscutible; la gloriosa multitud de
todos los Padres de la Iglesia, desde principios del siglo IV en adelante,
seguidos por los mayores teólogos de la Edad Media y los innumerables Santos
formados en su escuela, no serían dignos de estudio ni de admiración por haber
sido reconocidos y aprobados por el Magisterio de una Iglesia lánguida,
corrompida, infiel al mensaje de su Fundador. Su traición vendría dada por la historia, espíritu, definiciones
dogmáticas y reformas promovidas por el Concilio de Trento.
c) La Santa Madre Iglesia no habría sido
fundada por Nuestro Señor Jesucristo como su único rebaño: “La misión de la Iglesia no es hacer que todos entren para formar parte
de ella jurídicamente...” Ella no sería por tanto “la única tabla de salvación que todos deben alcanzar para salvarse”.
No se le puede atribuir una estructura jurídica como componente necesario de su naturaleza:
su índole sería esencialmente carismática.
d) Todo
esto es lógico si, como se sustenta:
1)
El “sacrificio” es un residuo del culto pagano, “en la Eucaristía no hay ninguna ofrenda”, La Misa no es un “sacrificio”,
2) En la Iglesia no hay un sacerdocio
ministerial esencialmente superior al común de todos los bautizados; luego, no tiene sentido la Orden Sagrada que
lo confiere, distinguiendo al clero del laicado.
3) Mas,
si no hay una Jerarquía, nadie en la Iglesia posee y puede ejercer el triple
poder de gobierno, santificación y magisterio, por lo que en ella no hay ni superiores ni súbditos: la
igualdad sería universal y total, porque es sociedad esencialmente democrática,
como la civil, en la que el pueblo es soberano. Así pues:
* Si
en la Iglesia no hay ningún poder de jurisdicción, su gobierno es ilegítimo,
sus leyes no son obligatorias, e injustificadas son sus sanciones...,
*
Si en la Iglesia no hay un divino poder de santificación, vanos son todos los
actos de culto, sin eficacia ninguna las funciones del sacerdocio, inútiles los
sacramentos, y por fin, nula su función en la sociedad civil...;
* Si en la Iglesia no hay ningún poder de
Magisterio (sobre todo infalible), es completamente arbitrario definir de modo
absolutamente cierto e irrevocable verdades de fe y normas de vida moral: Así
que lo que se enseña en ella es solamente opinable y siempre discutible y en consecuencia:
+ El Cristianismo no sería una religión
divinamente inspirada.
++ Estaría entre las
demás religiones, más o menos dignas de respeto, nada más.
+++ Injustificado sería el
rigor con el cual la Iglesia definió y rechazó como heréticas todas la
doctrinas incompatibles con su fe..., alegando y reivindicando una dignidad y
una misión superiores a las de la sociedad civil...
e) Éstas son las consecuencias que se derivan
del repudio de las Órdenes Sagradas, del Sacerdocio Ministerial, del Sacrificio.
Ahora bien, si es negado el Orden
Sagrado, el rechazo de la estructura jerárquica de la Iglesia incluye a los
diáconos, los presbíteros, los obispos y especialmente al Papa, reducidos a su
simple condición de comunes “ciudadanos”, sin ninguna autoridad, lugar ni
privilegio..., e intrusos culpables por haber pretendido, durante milenios, una
fe y un respeto que no merecían, los seglares tendrían toda la razón para
rebelarse contra la Iglesia...
f) En
resumen, los dirigentes del “Camino Neocatecumenal” varias veces al año
organizan peregrinaciones a la tumba de San Pedro, y que de esta manera:
I) Honran en el Apóstol
al primero de los Papas de la Iglesia Primitiva, idea muy querida de los
protestantes, Iglesia desaparecida con la “paz constantiniana”, y ––resucitada
con el Vaticano II.
II) Se niegan a venerar en
él al Vicario de Cristo, o sea al “Obispo
de los Obispos” que tiene la plenitud del Sacerdocio Ministerial.
III) Luego, los dirigentes del “Camino Neocatecumenal” (no digo “los
fieles neocatecumenales”, ignorantes y de buena fe) reconocen en Juan Pablo II (recordemos
que este informe fue echo en su pontificado) no al Sumo Pontífice, jefe
visible de la Iglesia Católica, sino a una eminente personalidad del mundo
civil, un poder humano de altísimo prestigio, ante quien pretenden presentarse
como enviados, representantes, precursores, hijos predilectos; en cuanto que le
atribuyen al Papa la misma doctrina de ellos, porque se sienten plenamente
autorizados para pablar con autoridad propia y entonces no falta ya nada para
sentenciar a muerte al Papado y a su Magisterio.
Es
justamente la ruina de la Iglesia Jerárquica, según
un plan verdaderamente diabólico promovido hace siglos por la Masonería, empeñada
en desestabilizar el Cristianismo como Religión positiva, divinamente
inspirada.
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