Señora y Madre mía, Virgen santísima: El
pecador más obstinado que hay en el universo soy yo, el más ingrato de los mortales
que te dirige esta tibia plegaria está a tus plantas; el que con sus enormes
pecados ha entristecida al cielo y a la tierra, está aquí en tu santísima
presencia.
Al fin llegó la hora, Madre mía, de que
tenga la dicha de poderte hablar aquí en este augusto templo; aquí donde me ha
conducido tu amante corazón; aquí me tienes, Señora, confundido y avergonzado
de mis iniquidades, arrepentido de haberte dado tantos pesares con mi depravada
conducta: vengo, Madre mía; a rogarte que intercedas por mí para con tu
Santísimo Hijo, para que me perdone; vengo a romper mí corazón de dolor de
haberle ofendido.
Esta es la intención que tengo, este es el
deseo más ardiente de mi alma; pero no puedo articular ni una sola palabra
digna de tan elevada majestad: mi corazón empedernido con tantos crímenes está
seco, mis ojos no se mueven, mi alma está insensible, porque hace mucho tiempo
que las pasiones y vicios me tienen encadenado: y no puedo nada, estoy muerto,
porque perdí la gracia para darle lugar al pecado; en esta triste condición en
que estoy, recurro a tu dulcísimo y tierno corazón, para que me ampares, y por
último para que me sirvas de medianera.
Poniéndome, Virgen Santísima, bajo: tu protección,
nada tengo que temer; escudado bajo tu preciosa sombra, estoy a salvo; tus virginales
entrañas son el Sagrario augusto donde moró el Señor, el Dios Omnipotente: tú
no puedes despreciar las suplidas del que te implora, porque tú eres la Madre
cariñosa del pobre pecador: mientras más delitos he cometido, más necesito de
tú compasión: tenme lástima, Señora, apiádate de mí, Virgen clementísima,
adóptame por tu hijo: llévame ante el Señor, para que en tu santísima presencia
me perdone. Dame aliento, Señora, para que pueda postrarme ante el augusto trono
del Señor a quien he ofendido; endulza mis labios con el almíbar de tu cariñoso
amor para que yo pueda proferir palabras dignas de tan alto Soberano: mueve mi
corazón a fin de que exhale suspiros mi alma, y me haga enternecer y derramar
lágrimas de verdadera contrición: dame fuerzas para excitar a este mi cuerpo a
fin de estar en presencia del Todopoderoso cual corresponde, postrado
respetuosamente, con toda la humildad y devoción necesarias, para que mi pobre oración
sea grata ante los ojos del Señor. Amén.
Se reza una Ave María.
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