Y
ya es mucho, cuando se hace sin amor, y se considera como un penoso deber. Muy
bueno sin duda es comulgar todos los meses; pero mucho se engañaría quien
creyera satisfacer con esto los deseos de la iglesia nuestra Madre, y portarse
como verdaderamente piadoso. No es de este sentir el gran San Francisco de Sales: muy al contrario, dice terminantemente que todo buen cristiano, por
poco que sea el cuidado que tenga de su alma, no puede dejar pasar más de un mes
entre Comunión y Comunión. El catecismo romano, parece señalar idéntica regla,
pues al aconsejar la Comunión de cada día o de cada semana o de todos los
meses, es de suponer que no se puede tardar más tiempo.
Esta Comunión mensual, instituida en muchas
cofradías, catecismos, casas piadosas, lo mismo que la semanal ordenada en loa
seminarios y comunidades, representa el
mínimum nunca el máximum: es necesario seguir aquellas reglas conforme al espíritu que las dictó,
espíritu de piedad católica, que,
deseando vivamente en unión con la
santa Iglesia que se acercasen los fieles
a recibir lo más frecuentemente posible la
Comunión, ha procurado fijar un límite
extremo para las almas menos fervorosas.
Debe interpretarse también el sentido de esos
laudables reglamentos y usos por la gran regla que domina a todas las otras,
quiero decir, la enseñanza tradicional de la Iglesia y de la Sede apostólica.
Hemos dado a conocer además aquella sagrada máxima que el Papa Benedicto XIV resumía en estas palabras: “No hay nadie a quien no puede aconsejársele que comulgue todos los
meses, y muy pocas son las almas a quienes deba negarse el que lo hagan cada
semana:” y San Antonino, arzobispo de
Florencia, había manifestado muy particularmente la misma opinión al
escribir lo siguiente: “Exhorto a todos
los fieles; cuya conciencia no esté manchada con el pecado mortal, a que
comulguen todos los domingos”
Parece mucho menos explícito San Francisco de Sales en la “Introducción”, al recomendar a todos los cristianos la Comunión de
ocho en ocho días, que la mayor parte de los otros santos con relación a la
Comunión diaria; pero también se ha exagerado mucho la extensión de sus palabras,
San Francisco de Sales limítase, y con sobrada razón, a manifestar
que no puede aconsejarse indistintamente a todos los fieles que comulguen
diariamente, por la sencilla razón de que, debiendo ser sumamente excelente la
disposición qne se requiere para tan frecuente Comunión, no es prudente ni bueno
el aconsejarla generalmente. Y como por otra parte esta disposición aunque muy
excelente, puede encontrarse en muchas buenas almas, tampoco es prudente
distraerlas o disuadirlas generalmente; de esto resulta que se debe tratar a
cada uno en particular conforme lo pida su estado interior. Seria, pues, una
gran imprudencia el aconsejar
indistintamente a todos este uso tan frecuente;
pero lo sería mucho mayor el vituperar ha alguno por ella, especialmente cuando
se ajustase a las prescripciones de
algún digno director.
Como regla práctica, nada hay más luminoso, ni
tan sencillo a la vez como lo que sobre la sagrada Comunión dice santo Tomás. Después de haber expuesto la doctrina
católica sobre la Comunión diaria,
apoyándose en la autoridad de los santos Padres, y muy particularmente en
aquella célebre máxima de San Agustín que dice: “Este es el pan de cada día:
recibidlo, pues, cada día, para que cada día os haga el provecho apetecido; pero
es de todo punto indispensable que vuestra vida esté de tal modo arreglada que
lo podáis recibir dignamente todos los días” sienta el angélico Doctor aquel sabio principio de que: “Cuando una persona sabe por su propia
experiencia que aumenta en su corazon el | amor a Dios por medio de la Comunión
diaria, y que no se resiente en lo más mínimo su respeto hacia tan divino Sacramento,
debe comulgar todos los días”
Así, pues, si te encuentras en esta disposición,
comulga todos los días; pero te dejo en completa liberta por si lo quieres
hacer solo de ocho en ocho días, porque esta es la Comunión ordinaria de los
buenos cristianos, advirtiéndote de paso
que esta no es la frecuente Comunión, tal
como la enseña formalmente San Alfonso María de
Ligorio, pues solo entiende por frecuente Comunion la que se recibe
varias veces a la semana. “¿Puede decirse
(pregunta el santo Obispo, cuyas prácticas de moral han sido jurídicamente
examinadas y sancionadas por la Santa Sede) que asiste a menudo a oír misa
aquel que se limita a oírla solamente los domingos y fiestas de guardar?
Evidentemente que no. Pues esto mismo puede decirse con relación al que comulga
de ocho en ocho días,”
En último caso, pues, no te acostumbres,
como dice San Juan Crisóstomo,
a medir la Comunion por la ley del tiempo; la pureza de tu conciencia te marcará
cuando debes acercarte a ella” Y añade San Ambrosio:
“Aquel que no se encuentra en disposición
de comulgar todos los días, menos encontrará para hacerlo una vez al año.”
“LA
SAGRADA COMUNIÓN”
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