sábado, 17 de septiembre de 2016

La Santísima Virgen no favorece solamente a quienes predica el Rosario, sino que recompensa también gloriosamente a quienes con su ejemplo atraen a los demás a esta devoción.




   Alfonso, rey de León y de Galicia, deseando que todos sus criados honraran a la Santísima Virgen con el Rosario, resolvió, para animarlos con su ejemplo, llevar ostensiblemente un gran Rosario, aunque sin rezarlo. Bastó esto para obligar a toda la corte a rezarlo devotamente.

   El rey cayó enfermo de gravedad. Ya le creían muerto cuando arrebatado en espíritu ante el tribunal de Jesucristo, vio a los demonios que le acusaban de todos los crímenes que había cometido. Cuando el divino Juez lo iba ya a condenar a las penas eternas, intervino en favor suyo la Santísima Virgen. Trajeron, entonces, una balanza: en un platillo de la misma colocaron los pecados del rey. La Santísima Virgen colocó en el otro el Rosario que Alfonso había llevado para honrarla y los que, gracias a su ejemplo, habían recitado otras personas. Esto pesó más que los pecados del rey. La Virgen le dijo luego, mirándole benignamente:

   “Para recompensarte por el pequeño servicio que me hiciste al llevar mi Rosario, te he alcanzado de mi Hijo la prolongación de tu vida por algunos años. ¡Empléalos bien y haz penitencia!”.

   Volviendo en sí el rey exclamó: “¡Oh bendito Rosario de la Santísima Virgen, que me libró de la condenación eterna!” Y después de recobrar la salud, fue siempre devoto del Rosario y lo recitó todos los días.

   Que los devotos de la Santísima Virgen traten de ganar el mayor número de fieles para la cofradía del Santo Rosario, a ejemplo de estos santos y de este rey. Así conseguirán en la tierra la protección de María y luego la vida eterna: Los que me den a conocer, alcanzarán la vida eterna.


“EL SECRETO ADMIRABLES DEL SANTÍSIMO ROSARIO”


San Luis María Grignion de Montfort

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