El
que quiere triunfar triunfa, y el que quiere capitular capitula, tal es la ley;
la voluntad ha sido dada al hombre como la facultad señora que debe dirigir su vida;
sin la gracia no puede hacer un acto sobrenatural pero siempre puede contar con
ella, y así auxiliada la voluntad siempre podrá cumplir las leyes divinas y
realizar actos meritorios. Por una parte las pasiones nos solicitan
y por otra la virtud nos atrae; los hombres con sus ejemplos, con sus palabras
nos inducen los unos al bien y los otros al mal; los ángeles con sus
inspiraciones nos impulsan hacia Dios, los demonios con sus tentaciones intentan
alejarnos, de Dios, pero por nuestra voluntad permanecemos dueños de nuestros
actos; la imaginación puede ser sacudida,
impresionada, entusiasmada por el bien; o la puede turbar, obsesionar el
incentivo del mal; la inteligencia es capaz de representarse razones asi
buenas, como malas; pero la voluntad queda siempre inviolable, ninguna criatura
la puede doblegar, sólo ella a su talante escoge el inclinarse, volverse hacia los
bienes verdaderos o los falsos; siempre es libre y de ella dependen nuestros
destinos eternos.
Esta noble facultad cuya función es tan
grande ha recibido de Dios todo el poder necesario para desempeñar bien su papel, pero esto se nos da primero en
germen según es ley de esta vida; adquiere con el tiempo, su desenvolvimiento
perfecto; debe ser pues cultivada para fortalecerse cada vez más; hay también
que dirigirla, o apartarla del mal y aplicarla a lo bueno. Es el negocio de la educación; los educadores toman la voluntad del niño,
caprichosa, inconstante, muy dada a fruslerías y fácilmente seducida por
objetos nocivos; tratan de rectificarla, consolidarla; pero manifiesta que la
voluntad es verdadera reina el que sólo lo consiguen mientras ella procura
enderezarse a sí misma, o sea, que tanto logran cuanto la voluntad trabaja por
afianzarse en lo recto.
Una vez bien dirigida y asegurada puede
realizar cosas grandes. En los negocios temporales los hombres de una voluntad
fuerte y tenaz superan los obstáculos, triunfan de los contratiempos y acaban
por llevar a cabo sus empresas; los irresolutos, inconstantes, tímidos,
pusilánimes no hacen cosa de provecho. Los comerciantes, los industriales no
alcanzan lo que desean en sus negocios sino gracias a trabajos ímprobos que
proceden de una voluntad firme y constante. Los grandes escritores, grandes
generales, grandes políticos, fueron hombres, que quisieron, cueste lo que
costare, perfeccionarse en su arte y lo alcanzaron a fuerza de perseverancia y
energía.
Se ha dicho que el genio es una larga
paciencia; cierto que exige algo más que paciencia, supone dotes eminentes, que
sólo las recibe un número reducido, pero estas cualidades no producen todos sus
efectos sino merced a un cultivo paciente y pertinaz.
La obra tan sobrenatural
de nuestra perfección reclama todavía más trabajo, más esfuerzos, una voluntad más
recta y más enérgica. Esta voluntad debe en primer lugar
tomar el gobierno de las facultades inferiores, dominar la sensibilidad, enfrenar
la imaginación, someter ambos apetitos el concupiscible y el irascible, imponer
a la inteligencia el amor de las verdades de la fe, la renuncia de los vanos
pensamientos y especulaciones inútiles, la investigación y el estudio de los
mejores medios de obrar bien.
“EL
IDEAL DEL ALMA FERVIENTE”
por
AUGUSTO
SAUDREAU
Canónigo
honorario de Angers
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