martes, 20 de septiembre de 2016

La Victoria es negocio de la voluntad (parte I)



   El que quiere triunfar triunfa, y el que quiere capitular capitula, tal es la ley; la voluntad ha sido dada al hombre como la facultad señora que debe dirigir su vida; sin la gracia no puede hacer un acto sobrenatural pero siempre puede contar con ella, y así auxiliada la voluntad siempre podrá cumplir las leyes divinas y realizar actos meritorios. Por una parte las pasiones nos solicitan y por otra la virtud nos atrae; los hombres con sus ejemplos, con sus palabras nos inducen los unos al bien y los otros al mal; los ángeles con sus inspiraciones nos impulsan hacia Dios, los demonios con sus tentaciones intentan alejarnos, de Dios, pero por nuestra voluntad permanecemos dueños de nuestros actos; la imaginación puede ser sacudida, impresionada, entusiasmada por el bien; o la puede turbar, obsesionar el incentivo del mal; la inteligencia es capaz de representarse razones asi buenas, como malas; pero la voluntad queda siempre inviolable, ninguna criatura la puede doblegar, sólo ella a su talante escoge el inclinarse, volverse hacia los bienes verdaderos o los falsos; siempre es libre y de ella dependen nuestros destinos eternos.

   Esta noble facultad cuya función es tan grande ha recibido de Dios todo el poder necesario para desempeñar  bien su papel, pero esto se nos da primero en germen según es ley de esta vida; adquiere con el tiempo, su desenvolvimiento perfecto; debe ser pues cultivada para fortalecerse cada vez más; hay también que dirigirla, o apartarla del mal y aplicarla a lo bueno. Es el negocio de la educación; los educadores toman la voluntad del niño, caprichosa, inconstante, muy dada a fruslerías y fácilmente seducida por objetos nocivos; tratan de rectificarla, consolidarla; pero manifiesta que la voluntad es verdadera reina el que sólo lo consiguen mientras ella procura enderezarse a sí misma, o sea, que tanto logran cuanto la voluntad trabaja por afianzarse en lo recto.

   Una vez bien dirigida y asegurada puede realizar cosas grandes. En los negocios temporales los hombres de una voluntad fuerte y tenaz superan los obstáculos, triunfan de los contratiempos y acaban por llevar a cabo sus empresas; los irresolutos, inconstantes, tímidos, pusilánimes no hacen cosa de provecho. Los comerciantes, los industriales no alcanzan lo que desean en sus negocios sino gracias a trabajos ímprobos que proceden de una voluntad firme y constante. Los grandes escritores, grandes generales, grandes políticos, fueron hombres, que quisieron, cueste lo que costare, perfeccionarse en su arte y lo alcanzaron a fuerza de perseverancia y energía.

   Se ha dicho que el genio es una larga paciencia; cierto que exige algo más que paciencia, supone dotes eminentes, que sólo las recibe un número reducido, pero estas cualidades no producen todos sus efectos sino merced a un cultivo paciente y pertinaz.

   La obra tan sobrenatural de nuestra perfección reclama todavía más trabajo, más esfuerzos, una voluntad más recta y más enérgica. Esta voluntad debe en primer lugar tomar el gobierno de las facultades inferiores, dominar la sensibilidad, enfrenar la imaginación, someter ambos apetitos el concupiscible y el irascible, imponer a la inteligencia el amor de las verdades de la fe, la renuncia de los vanos pensamientos y especulaciones inútiles, la investigación y el estudio de los mejores medios de obrar bien.


“EL IDEAL DEL ALMA FERVIENTE”

por

AUGUSTO SAUDREAU


Canónigo honorario de Angers

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