jueves, 22 de septiembre de 2016

Contra las miradas lujuriosas dirigidas a la mujer (San Francisco de Asís)



   San Francisco acostumbraba  a hablar de los ojos demasiados ligeros con  este enigma: Un poderoso rey envió sucesivamente dos emisarios a la reina. Vuelve el primero, y sólo pronuncia las palabras indispensables respecto al desempeño de su comisión.

   Los ojos del sabio se fijaron sólo en el asunto y no se derramaron por otra parte. Volvió el segundo, y después de pocas palabras relacionadas con el encargo, comenzó a elogiar y tejer una historia de la hermosura de la señora. “En verdad, señor, vi una mujer hermosísima. Dichoso quien puede gozarla.” A ello respondió el rey: “Siervo malvado, ¿en mi esposa tuviste el atrevimiento de fijar tu impúdica mirada? Fácil es adivinar que querrías tomar una cosa que tan sutilmente inspeccionabas.” Hace comparecer entonces al primer enviado y le pregunta: “¿Qué te ha parecido de la reina?” Respondió: “Muy bien, porque escuchó en silencio y contestó con sagacidad” Repuso el rey: “¿Nada tiene ella de hermosa?” “A ti, mi señor, atañe mirar esto; yo sólo debía pronunciar palabras.” El rey pronunció su sentencia: “Tú, casto en los ojos y más casto en el cuerpo, permanece en mi servicio, más a ese otro, arrójesele de la casa, no sea que deshonre el tálamo.”

   Proseguía entonces el bienaventurado Padre Francisco: Cuando hay excesiva seguridad, se precave uno menos del enemigo. El diablo, si puede llegar a coger al hombre por un cabello, hace que éste se convierta en maroma. Si durante muchos años no puede hacer caer al que tienta, no le molesta la tardanza, si logra que al fin caiga. Pues éste es su oficio, y ni de noche ni de día se ocupa en otra cosa.



“VIDA SEGUNDA” por CELANO

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.