CORRECIÓN DE SAN PABLO A SAN PEDRO.
I.
Estás obligado a advertir caritativamente a tu prójimo sus defectos. Si eres su
superior,
el deber de tu cargo te impone esta obligación; si eres su amigo,
la amistad te concede esta libertad; si adviertes a tu hermano,
él se corregirá y tú habrás ganado su alma para Dios. ¿Puedes
hacerle mayor servicio? Si descuidas hacerlo, te expones a dejarlo vivir
y morir en su crimen, cuando hubieras podido prevenir a ese desventurado. Y tú,
¿cómo
recibes las advertencias de tus superiores?
II.
Aunque fastidies al amigo advirtiéndole sus faltas no lo dejes de hacer: es tu
deber. Acaso tengas una opinión demasiado mala de él y es más humilde de lo que
piensas. Después
de todo, ese pecador es un enfermo a quien se aplican remedios aunque no lo
quiera; cuando se cure te agradecerá el servicio que le hiciste. Si él falta a
su deber, tú no faltes al tuyo. Considera
las obligaciones que pesan sobre ti y no tengas en cuenta a las personas.
No
perdones a tu prójimo, cuando se trata de salvar su alma (San
Jerónimo).
III.
Pero
si hay motivo para creer que tu advertencia será más bien dañosa que útil, con
razón la omitirás o dilatarás para mejor ocasión. A
menudo la manera de hacer a alguien incorregible es advertirle sus faltas
inoportunamente. Según el refrán popular, hay que dorarle la píldora al enfermo
para que la acepte. ¿Quieres
corregir a tu hermano?
Adviértele,
llora y reza a Dios; reprende entonces a tu hermano, exhórtale, dale buenos
consejos, demuéstrale mucha amistad a ese pobre pecador (San
Juan Crisóstomo).
Practicad
la caridad para con el prójimo.
Orad
por los que están en estado de pecado mortal.
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