I. Huye de las malas compañías; insensiblemente se insinúa el vicio e
insensiblemente desaparece el amor a la virtud. Acaso resistas en un principio,
pero terminarás siendo arrastrado. Te familiarizarás con el vicio y no te
avergonzarás ni de decir, ni de hacer lo que dicen o hacen los demás. ¡Desdichado!
¿Acaso tu misma experiencia no te ha demostrado ya cuán peligrosas son las
malas compañías?
Mira
las faltas ajenas como una vergüenza, nunca como un ejemplo (San Euquerio).
II.
El demonio no tiene instrumento más poderoso para perder un alma que un mal
compañero; es el intérprete de su voluntad y el ejecutor de sus órdenes.
Inficiona el entendimiento con sus máximas dañinas; arrastra la voluntad con
sus ejemplos perniciosos. Es
como un pájaro, a quien el demonio mantiene en su trampa, que busca atraer
otros a ella. Opón
tú a sus máximas y a sus ejemplos las máximas del Evangelio y los ejemplos de
los santos.
III.
Abandona lo antes posible esa mala compañía; huye de los habitantes de Sodoma
o, de lo contrario, prepárate a perecer con ellos. Rompe
con esa amistad peligrosa; por más santo que te creas, te asemejarás a quien
frecuentas. Conversa
con las almas santas: insensiblemente te inspirarán el amor a la virtud y el
horror al vicio.
Huir de las malas
compañías.
Orad por la Iglesia.
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