I.
Jesús nos ama más que a todas las otras
creaturas, porque para salvarnos hizo lo que no hubiera hecho para impedir la
ruina del cielo y de la tierra. Del
mismo modo, ama a tu prójimo más que a tus riquezas, más que a tus placeres,
más que a tus intereses; sacrifica todo lo que poseas para aliviar sus penas y
proveer a sus necesidades.
¿Es
esto lo que has hecho hasta ahora?
II. Jesucristo nos ha amado aun cuando
más cruelmente lo ultrajábamos: sigamos su ejemplo y amemos a los que nos
aborrecen y nos hacen mal. Fácil
es amar a los que nos hacen bien; nos inclina a ello la naturaleza, nos invita
el interés, en fin, los mismos paganos nos dan ejemplo. Pero es patrimonio sólo
del cristiano amar a los enemigos, amarlos porque Jesucristo lo manda. Examina
el fondo de tu corazón: ¿amas
sinceramente a los que te han disgustado?
III. Jesucristo nos amó a fin de salvar
nuestras almas; nos testimonió su amor enseñándonos el camino de la salvación y
andando por él antes que nosotros. Haz lo mismo con tu prójimo según tus
fuerzas. Es el mayor servicio que puedes prestarle, y el mayor gusto que puedes
dar a Jesucristo. Saca a ese pecador de las ocasiones peligrosas, instrúyelo,
aconséjalo, ruega a Dios por él. ¡Qué
feliz serías si, a costa de todos tus bienes y de tu vida misma, pudieses ganar
para Jesucristo un alma redimida por el precio de su sangre!
Se
obró esta redención a precio tan elevado, que parece que el hombre vale tanto
como Dios (San
Hilario de Arlés).
El
celo por la salvación de las almas.
Orad
por la conversión de los pecadores.
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