I.
Es artículo de fe que todo hombre que muere en pecado mortal es condenado al
fuego del infierno. Después de millones y millones de
años, esas míseras víctimas de la cólera de Dios estarán apenas comenzando
recién su suplicio. Implorarán la muerte, más ella no acudirá en su auxilio.
Eternidad, ¡qué
espantoso es tu recuerdo!
No
nos pide Dios sino muy poco para que evitemos esta muerte eterna, y no queremos
obedecerle (San
Agustín).
II.
Es
justo que los pecadores sufran suplicios eternos, puesto que ofendieron a una
Majestad infinita. Es preciso que los condenados
sufran tormento mientras perduren en estado de culpa; ahora bien, en él
permanecerán durante toda la eternidad, porque han muerto en su crimen y en el
infierno no hay perdón que esperar. Los
condenados conocieron cuando vivían a qué desgracia se precipitaban pecando;
Dios los amenazó con ella para apartarlos del pecado; no obstante, ellos
prefirieron ofenderle. ¿No
es justo, acaso, que el impío viva siempre para sufrir siempre, puesto que
hubiera querido vivir siempre a fin de poder pecar siempre?
III.
Los
condenados no podrán, mediante ningún sufrimiento, purificarse ni siquiera de
un solo pecado mortal. Tanta
es la malicia del pecado que si Dios lo castigara según el rigor de su
justicia, ni la suma de satisfacciones de todos los hombres, aun cuando
sufriesen penas infinitas durante toda la eternidad, podría expiar una sola
falta mortal: es un Dios el ofendido, y es un hombre el que satisface. En
fin, Dios es justo, y si castiga un solo pecado mortal con una eternidad de
penas, es porque el pecado merece este espantoso castigo.
El pensamiento del
infierno.
Orad por los herejes y
los cismáticos.
Comentario del blog
SMA: Santo
Tomás de Aquino comentando el pasaje de Isaías 38, 10 “Yo dije: en medio de mis
días bajaré hasta las puertas del infierno” nos enseña: “Pues quien desciende
allá (al infierno) frecuentemente en vida con el pensamiento, no es fácil que descienda al morir, porque tal pensamiento
aparta del pecado. En efecto, vemos que los hombres de este mundo se guardan de
cometer delitos por miedo al castigo temporal; por consiguiente, ¡cuánto más ha
de guardarse por miedo al castigo del infierno, que es mayor en duración,
intensidad y número de tormentos! “Acuérdate de tus postrimerías, y no pecarás
jamás” (Eccli 7,40). El Concilio de Trento (1551) definió que es verdadero y
provechoso dolor la detestación de los pecados por temor a la perdida de la
eterna bienaventuranza y el merecimiento de la eterna condenación. Es el dolor
imperfecto o de atrición. El cura de Ars nos dice: que para hacer una buena
confesión de nuestros pecados, es necesario la Contrición de nuestros pecados,
y es Dios quien la da, y es a Él a quien debemos pedirla. El Cura de Ars nos dice que la Contrición es la
firme intención de no recaer más en los pecados ya confesados. Incluso enseña
que existe multitud de confesiones mal hechas por defecto de Contrición.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.