I.
Huye
de la ociosidad como de la madre de todos los vicios; mantente siempre ocupado
en los deberes de tu profesión u oficio. Si no sabes en qué emplear tu tiempo,
nunca te faltarán la oración y la lectura de los buenos libros.
¡El
tiempo es muy precioso, la vida muy corta! ¡Ah! ¡Qué no harían los condenados
por tener un momento de este tiempo que tú pierdes, y con el cual podrías ganar
una corona inmortal! ¡Día vendrá en que desearás tener todavía algunas horas
para ocuparte de tu salvación y esas horas te serán negadas! Aprovecha
el tiempo que tienes ahora.
II.
¿En
qué pasas tu vida? ¿No es verdad que con frecuencia no haces nada? ¡Cuidado!,
Dios
te pedirá cuenta de todo el tiempo perdido. ¡Cuántas
ocupaciones inútiles te impiden trabajar en tu salvación! Pero
lo más lastimoso es que cometes el mal que debieras evitar; no imites la
conducta de los pecadores. ¿Cuánto
tiempo consagras a Dios? ¿Cuánto tiempo sacrificas al mundo y a los placeres?
III.
Mide tu tiempo y distribúyelo entre los intereses de tu alma y los de tu
cuerpo. ¿Es
justo dar todo a uno y nada a la otra, todo al mundo y nada a Dios? Si
sigues mi consejo, tus días discurrirán santa y agradablemente. Trabaja
siempre por Dios y en presencia de Dios; así tu trabajo será una oración
continua y te ahorrará muchas tentaciones.
Haz
siempre algo, a fin de que el demonio siempre te encuentre ocupado
(San
Jerónimo).
Perseverad en la
vocación.
Orad por la
perseverancia de los justos.
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