San Canuto, cuarto de
este nombre, nació para rey y para santo, pues el Señor le dotó de prendas
reales y grandes virtudes. Cuando apenas tenía fuerzas para subir a caballo,
mostró capacidad para mandar un ejército. Limpió el mar de piratas, sujetó la
provincia de Sembia, y más tarde las naciones incultas y feroces del norte de
Dinamarca, y las provincias de Curlandia, de Samogitia y de Estonia. En todas
sus expediciones militares siempre salió vencedor, nunca vencido; pareciendo a
todos que en él había resucitado Canuto el Grande. No teniendo ya enemigos que
domar, se consagró a la nobilísima empresa de labrar la felicidad de sus
vasallos. Dio prudentísimas leyes enderezadas a la reformación de las
costumbres, eligió varones de reconocido mérito para el gobierno y la
magistratura, reedificó muchas iglesias, fundó nuevos monasterios y hospitales,
y no pocas veces agotó sus tesoros en beneficio de los pobres. A la iglesia de
Roschlit dio su corona real que era de mucho precio, diciendo que mejor empleada
estaba en servicio de la Majestad de Dios, que para ornamento de su persona. Pasaba
horas enteras en oración, bañados los ojos de dulces lágrimas, delante del
Santísimo Sacramento; y tenía una muy tierna devoción a la Virgen Santísima,
queriendo que sus fiestas se hiciesen con gran solemnidad. Teniendo ya
ordenadas todas las cosas del reino, los enemigos de la Religión y de la
Justicia, llevados de la ambición de reinar, tramaron contra él una sacrílega
conjuración, y cercando el templo donde el santo monarca estaba oyendo misa, le
asaetaron y traspasaron con una lanza. En sintiéndose herido de muerte,
hincadas las rodillas, se ofreció al Señor como inocente víctima, y dijo:
Yo
os ofrezco, Dios mío, este poco de vida que me resta. Muero, Señor, por defender
vuestra Iglesia santa; dignaos recibir agradablemente mi pobre sacrificio, y
haced que algún día se arrepientan mis enemigos de su pecado, para que vos se
lo perdonéis, así como yo les perdono de todo corazón la muerte que me dan.
Mientras pronunciaba estas últimas palabras, cayó
su cuerpo en tierra, y voló su espíritu al reino celestial, donde añadió a la
corona de santo rey la de mártir glorioso de Jesucristo.
Al punto manifestó Dios la santidad de su
fiel siervo con multitud de milagros. En aquel mismo año fué castigada Dinamarca
con una extraordinaria enfermedad, para la cual no se descubría otro remedio
que la invocación del santo rey. Finalmente, movido el Papa Clemente X de los
muchos prodigios que obraba Dios cada día por san Canuto, ordenó que se
celebrase el oficio de este santo en toda la Iglesia universal.
Reflexión:
Mientras imperó el santo rey Canuto en Dinamarca, había en el reino virtud,
paz, justicia y prosperidad verdadera; sólo estaban descontentos los ambiciosos;
mas después del sacrílego regicidio, vino el azote de Dios sobre aquella nación,
y al general desconcierto de todas las cosas se juntó el hambre, que duró muchos
años, y fué tal, que hasta los grandes y el mismo rey se despojaban de sus
posesiones para comprar a excesivos precios el sustento necesario. ¡Recio castigo el de un reino que cae en las manos de hombres
codiciosos, y en las de Dios irritado! Roguemos por nuestra pobre
patria, para que convirtiéndose al Señor, vuelva a su antigua cristiandad y gloria.
Oración: ¡Oh Dios! que para
ilustrar a tu Iglesia te dignaste honrar con la palma del martirio y con
gloriosos milagros al bienaventurado Canuto, rey; concédenos por tu bondad que
así como él fue imitador de la Pasión de Jesucristo, así nosotros, imitando al
santo, merezcamos llegar a la felicidad de que goza en los cielos. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
FLOS SANCTORVM.
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