I.
El primer efecto de la caridad de nuestro santo fue consagrar todos los bienes
al alivio de los desventurados; por ahí debes comenzar a imitarlo. ¿Qué
has hecho hasta ahora para aliviar a tu prójimo en sus necesidades? ¿Qué puedes
hacer? Por lo menos ruega a Dios por él, si no puedes hacer más. Sufre
con paciencia las imperfecciones de los demás.
II.
El segundo efecto de su caridad fue obligarse, con voto, a sacrificar su
libertad, si era necesario, para el rescate de los cautivos. ¿Cómo
comprometerías tu libertad por el prójimo, tú, que le rehusas una moneda? Sin
embargo, por ti ha pagado Jesús y quiere que le pagues lo que le debes, en la
persona del prójimo. Visita
a los encarcelados, consuela a los afligidos y cuídate de no afligir a nadie
con tus palabras o tu mal humor. Esa persona a quien menosprecias es más cara a
Jesús que el mundo entero.
III.
El propósito principal de este ilustre fundador fue arrancar de la perdición
eterna las almas de los cristianos a quienes el tedio de una prolongada cautividad
invita a renegar de la fe; así quería, al mismo tiempo, salvar el cuerpo y el
alma de esos desventurados. La
mejor caridad que puedes hacer a tu prójimo es contribuir a la salvación de su
alma; no pierdas ocasión alguna de hacerlo, todas son preciosas.
La
caridad para con el prójimo.
Orad
por los pobres cautivos.
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