I.
Santa Paula se retira del mundo para dedicarse libremente a los ejercicios de
piedad por todo el resto de sus días. Imita a esta santa; deja las compañías
demasiado bullangueras, ama la soledad de tu interior y la lectura de los
buenos libros. ¿Por
qué tardas? ¿Por qué no consagras a Dios el tiempo que te queda de vida? ¡Ay!
tanto has trabajado para el mundo; ¿acaso es mucho dar a Dios si le das sus
restos?
II.
Santa Paula llora aun sus menores pecados veniales. Aquélla que tanto buscó
agradar al mundo, decía la santa, nunca debe desagradar a Dios. Llora
igualmente el tiempo que diste a la vanidad y a los placeres. ¿Dónde
están ahora? ¿Dónde esos dorados días de tu juventud? Todo pasó, no te
queda sino el triste recuerdo de haber ofendido a Dios por algo que ya no
existe más. Borra esos pecados con tus lágrimas. ¡Cuán
agradables te parecerán estas lágrimas si consideras que extinguen el fuego que
debía quemarte en el purgatorio!
Repasaré
todos los años de mi vida en la amargura de mi alma (Isaías).
III.
Las aflicciones, las persecuciones, te arrancan incesantemente lágrimas. Se te
priva de tus bienes, se empaña tu reputación, se te agobia con menosprecios;
consuélate, seca tus lágrimas, no
pongas tu confianza en los hombres, vete a desahogar el corazón delante de
Jesús crucificado; quéjate a Él, pídele consejo y serás pronto consolado.
La
confianza en Dios.
Orad
por las viudas.
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