I.
San
Juan Crisóstomo predicaba tanto con sus ejemplos como con sus discursos.
El
buen ejemplo produce tres diferentes impresiones en nuestro espíritu
Nos
hace amar lo que admiramos, pues la virtud tiene encantos que arrebatan nuestro
corazón; en segundo lugar, nos hace falta desear llegar a ser semejantes a los
que admiramos; en fin, facilita la práctica de la virtud. Cada uno de
nosotros querría ser virtuoso si no existieran las dificultades que imaginamos
que encontraremos en el camino de la virtud. El
buen ejemplo derriba este obstáculo al mostrar que no es difícil hacer lo que
tantos jóvenes y tantas personas delicadas hacen sin pena, y aun con placer.
Ánimo, alma mía, nada han hecho los santos que no puedas llevar a cabo con la
gracia de Dios.
II.
Nada podemos hacer que sea más agradable a Dios, más útil al prójimo y a la
salvación de nuestra alma, que predicar la virtud con nuestro ejemplo.
Los justos, dice San
Juan Crisóstomo,
son cielos que narran la gloria de Dios y dan a conocer su poder y su bondad.
Acaban la obra de la Redención, convirtiendo al prójimo mediante su vida santa.
¡Qué
felicidad para ti, poder contribuir con tus buenos ejemplos a la conversión de
un alma por la cual ha muerto Jesucristo, y que sin ti no hubiera aprovechado
la sangre derramada por el Salvador! ¿Dejará
Dios de recompensar tu celo?
III.
Realiza
todas tus acciones por el doble motivo de agradar a Dios y edificar al prójimo.
Suprime tus acciones, aun las indiferentes, que puedan escandalizar a tu
hermano. ¡Jesucristo
murió por él y tú no te quieres privar de un pequeño placer para contribuir a
su santificación! Señor, si no puedo predicar la modestia y la humildad
desde el púlpito, las predicaré mediante una vida humilde, mediante un exterior
modesto y recatado. Es el medio con que cuento para imitaros, oh Señor Jesús, a
Vos que durante treinta años nos habéis enseñado con vuestro ejemplo, y que
sólo durante los tres últimos años de vuestra vida predicasteis. El
testimonio de la vida es más eficaz que el de la lengua: cuando la lengua
calla, hablan los actos (San
Cipriano).
El
respeto por la palabra de Dios.
Orad
por los predicadores.
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