I.
Los
Magos ofrendaron mirra a Nuestro Señor para honrar su
humanidad. Jesús es Hombre, y lo es por amor nuestro, porque por amor nuestro
tomó un cuerpo semejante al nuestro. Amémoslo, pues, y ofrendémosle nuestro
cuerpo. Este cuerpo es vuestro, ¡oh
Jesús mío!, disponed de él como os
plazca, sano o enfermo, vivo o muerto. ¡Qué feliz sería si pudiese sufrir
con Vos para reinar un día también con Vos!
Me
habéis rescatado todo entero a fin de poseerme todo entero (San Agustín).
II.
Jesús es hombre, mas también es Rey. Por eso se le ofrenda oro.
Es el dueño de nuestros bienes, Él nos los dio; debemos servirnos de ellos para
honrarlo, para engalanar sus altares, para socorrer a los pobres. Ve a Jesús en
sus pobres, con la fe de los Magos que, contemplando en el pesebre a un niño
pobre y abandonado, lo reconocieron como a su Rey y a su Dios. Si
eres pobre, ofrece a Jesús tu pobreza; esta ofrenda le será más agradable que
todos los tesoros de la tierra.
III.
Los Magos ofrecieron incienso a Jesús, y reconocieron así su Divinidad. El
incienso que tú le debes presentar es la oración que eleva a tu alma hasta
Dios. Humíllate ante este Soberano, ofrécele todas las potencias de tu alma,
adóralo, témelo. Acuérdate sobre todo que los Magos volvieron por otro camino;
cambia de vida a ejemplo suyo, y
después de haberte dado a Jesucristo, no te des más al mundo. Por
el cambio de ruta entendemos el cambio de vida (Eusebio).
La
devoción.
Orad
por los que os gobiernan.
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