I.
Santa Inés consagra su cuerpo y su alma a Jesús, a los trece años, mediante el
voto de castidad. ¡Qué amable Esposo elige! ¡Qué bello! ¡Qué sabio! ¡Qué
poderoso! ¡Cuánto amor tiene por ella! Conságrate enteramente a Él y
experimentarás los dulces efectos de su amor. ¡Oh Jesús, divino Esposo de
nuestra alma, si los hombres os conociesen, os amarían y despreciarían las
efímeras bellezas de la tierra para poseeros! ¡Os
amo, Dios mío! Si es poco, haced que os ame con amor más ardiente y más puro (San
Agustín).
II.
Se amenaza a Santa Inés con los tormentos más crueles si no se casa con el hijo
del prefecto de Roma, pero ella responde que es la prometida de Jesucristo. Se
la arroja a las llamas, pero éstas no hacen sino aumentar su amor; las heridas
la hacen más bella y más parecida a su divino Esposo. ¿Qué
haces tú para conservar tu cuerpo y tu alma para Jesucristo? ¿Qué tormentos
soportarías? Avergüénzate de saberte menos generoso que una niña de trece años.
Tenía menos fuerzas que tú, pero más valor; tenía más fe y amor para con
Jesucristo.
III.
Se le promete una considerable fortuna si consiente en casarse con el hijo del
prefecto; resiste a las seducciones como ha resistido a los suplicios. ¡Cuán
pocas personas hay que resistan al atractivo de los placeres! Cuídate de ese doble veneno.
Es más
fácil resistir a los tormentos que a la voluptuosidad.
Los
tormentos aterran: la voluptuosidad halaga (San
Cipriano).
La
castidad.
Orad
por la buena educación de la juventud.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.