I.
No estamos en este mundo sino para amar a Dios, para honrarlo y para alcanzar
nuestra salvación. Examina con atención esta verdad; he ahí en lo que debes
trabajar durante este año y durante toda tu vida; todos tus otros proyectos son
inútiles, peligrosos o criminales. ¿Hasta ahora has
empleado tu vida en buscar, honrar y amar a Dios? Examínate, humíllate,
corrígete. Busquemos a Dios sincera y únicamente. El
alma racional está creada a imagen de Dios: todas las creaturas pueden ocupar
nuestra alma, pero sólo Dios es capaz de llenarla (San Bernardo).
II.
Todas las creaturas son medios que Dios te ha dado para alcanzar tu fin. Las ha
creado para que te sirvan, como te ha creado para que Le ames; sin embargo,
consideras esas creaturas como tu último fin. ¿Acaso
no parece que piensas que el oro y la plata, los placeres y los honores son los
que deben darte la felicidad? Dejas a Dios por la creatura; te sirves de sus dones para
ofenderlo; los medios que te había proporcionado para ir a Él, de Él te alejan.
III.
Debo, pues, en adelante, amar lo que me puede conducir a mi último fin. La
observancia de los mandamientos de Dios y la práctica de las virtudes son los
medios por los cuales lo alcanzaré. El pecado y el mal uso de las creaturas me
alejarán de él. No es necesario que sea rico o dichoso en este mundo, siempre
que gane el cielo. Preguntémonos, a menudo, a ejemplo
de San Bernardo: ¿Para qué he venido a
este mundo?
Pedid
a Dios, y buscad la pureza de intención.
Orad
por los herejes.
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