Al estudiar esta tercera fuente de fenómenos
aparentemente místicos, hemos de contentarnos con someras indicaciones. No
podemos desarrollar ampliamente un tema que abarca casi toda la Teología de los
ángeles y que rebasaría desorbitadamente los límites de nuestra obra:
Doctrina teológica sobre los demonios. —He
aquí, brevísimamente expuesta, la doctrina de la Iglesia sobre los demonios y
las principales conclusiones a que han llegado los teólogos partiendo de los
datos revelados
1.
Es de fe que existen los demonios, o sea, un número considerable de ángeles que
fueron creados buenos por Dios, pero que se hicieron malos por su propia culpa.
2. Los demonios ejercen,
por permisión de Dios, un maligno influjo sobre los hombres, incitándoles al
mal y a veces invadiendo y torturando sus mismos cuerpos.
3. En medio de los
asaltos y torturas de los demonios, la voluntad humana siempre permanece libre.
La razón es porque —como explica Santo Tomás —
la voluntad sólo puede ser inmutada de dos maneras: intrínseca o
extrínsecamente. Ahora bien: sólo Dios puede moverla intrínsecamente, ya que el
movimiento voluntario no es otra cosa que la inclinación de la voluntad a la
cosa querida, y sólo Aquel que ha dado esa inclinación a la naturaleza
intelectual puede inmutarla intrínsecamente; porque así como la inclinación
natural procede del Autor de la naturaleza, así la inclinación voluntaria no
viene sino de Dios, que es el autor de la misma voluntad. Extrínsecamente, la
voluntad puede ser movida de dos maneras: a)
Efficaciter, o sea, actuando sobre el mismo entendimiento y haciéndole
aprehender el objeto como bien apetecible
(y en este sentido sólo Dios puede mover eficazmente la voluntad, porque sólo
Él puede penetrar directa e intrínsecamente en el entendimiento), y b) Inefficaciter, o sea, a modo de
simple persuasión (“per modum suadentis
tantummodo”). Y éste es el modo que corresponde a los ángeles —buenos o malos— y a los demás seres
creados, que pueden influir sobre nosotros. El demonio, pues, sólo puede mover la voluntad extrínsecamente “per
modum suadentis”, esto es, ofreciendo a los sentidos externos e internos las
especies de las cosas que incitan al mal o excitando el apetito sensitivo para
que tienda desordenadamente a esos bienes sensibles; jamás inmutando
intrínsecamente la misma voluntad.
4.
Los ángeles buenos y los demonios pueden inmutar intrínsecamente la imaginación
y los demás sentidos internos y externos, La razón es porque esta inmutación
puede producirse por el movimiento local de las cosan exteriores o de nuestros
humores corporales, y la naturaleza corporal obedece al ángel en cuanto a su
movimiento local, como explica Santo Tomás.
5. Los demonios no pueden
hacer verdaderos milagros, como quiera que éstos excedan por definición las
fuerzas de toda naturaleza creada o creable. Pero como la potencia de la naturaleza angélica —que conservan íntegra
después de su pecado —excede con mucho las fuerzas naturales humanas, pueden
los demonios hacer cosas prodigiosas, que exciten la admiración del hombre en
cuanto que sobrepasan sus fuerzas y conocimientos naturales.
El
demonio, pues, tiene una potencia natural muy superior a la del hombre y puede
obrar con ella cosas prodigiosas, que, sin ser verdaderos y propios milagros,
exciten la admiración de los hombres y planteen verdaderos problemas para el
discernimiento de esos fenómenos en su relación con los naturales y los
sobrenaturales. En su lugar señalaremos las principales reglas de
discernimiento en cada caso; pero bueno será que ya desde ahora adelantemos, en
sintética visión de conjunto, lo que el demonio no puede hacer de ninguna
manera por exceder en absoluto sus fuerzas naturales y lo que de suyo no excede
su capacidad y potencia natural, y podría por lo mismo realizar con la
permisión divina.
A) LO QUE EL DEMONIO NO PUEDE HACER.
1) Producir
un fenómeno sobrenatural de cualquier índole que sea. Es algo que rebasa y
trasciende toda naturaleza creada o creable, siendo propio y exclusivo de Dios.
2)
Crear una substancia. Supone un poder infinito el hacer pasar una cosa de la
nada al ser. Por eso, las criaturas no pueden ser utilizadas por Dios ni
siquiera como instrumentos de creación.
3)
Resucitar verdaderamente a un muerto. Únicamente podría simular una
resurrección aletargando a un enfermo o produciendo en él un estado de muerte
aparente para producir la ilusión de su maravillosa resurrección.
4)
Curar instantáneamente heridas o llagas profundas. La naturaleza —incluso en
manos de la potencia angélica—requiere siempre cierto tiempo para poder
realizar esas cosas. Lo instantáneo está tan sólo en manos de Dios.
5)
Las traslaciones verdaderamente instantáneas. Suponen una alteración de las
leyes de la naturaleza, que únicamente puede realizarla su Autor.
El demonio, como espíritu puro, puede
trasladarse de un sitio a otro sin pasar por el medio. Pero no puede trasladar
un cuerpo sin que éste tenga que recorrer todo el espacio que separa el punto
de partida (término a quo) del punto de llegada (término ad quem); y esto no
puede hacerse instantáneamente por muy rápido que supongamos ese movimiento.
6)
Las leyes actuales no permiten en modo alguno la compenetración de los cuerpos
sólidos. El demonio, espíritu puro, puede, sin duda, atravesar a su arbitrio
las substancias materiales; pero conferir a un cuerpo el privilegio de
compenetrarse con otros—atravesando, v.gr., una pared—supone una virtud
trascendente que Dios se reserva para sí.
7)
La profecía estrictamente dicha sobrepasa las fuerzas diabólicas, aunque puede
el demonio simularla con ayuda de previsiones naturales, de fórmulas equívocas
o de mentiras audaces. Sin embargo, Dios puede valerse de falsos profetas para
anunciar alguna cosa verdadera, como en el caso de Balaam o de Caifas; pero
entonces aparece claro por el conjunto de circunstancias que el falso profeta
es utilizado por aquel momento como instrumento de Dios.
8)
El conocimiento de los pensamientos y de los futuros libres escapa igualmente
al control de Satanás; sólo puede valerse de conjeturas. Pero téngase presente
que para la extraordinaria potencia intelectual de la naturaleza angélica las
conjeturas son mucho más fáciles que para el psicólogo más eminente; el
temperamento, los hábitos adquiridos, las experiencias pasadas, la actitud del
cuerpo, la expresión de la fisonomía, el conjunto de circunstancias, etc.,
etc., hacen adivinar fácilmente a los espíritus angélicos las meditaciones
silenciosas de nuestro entendimiento y las determinaciones secretas de nuestra
voluntad.
9)
El demonio no puede producir en nosotros fenómenos de orden puramente
intelectual o volitivo. Ya hemos señalado más arriba la razón: en el santuario
de nuestra alma, nadie, fuera de Dios, puede penetrar directamente.
Estas son, brevemente
expuestas, las principales cosas que el demonio no puede hacer, relacionadas
todas con los fenómenos místicos. Omitimos muchas otras cosas que no interesan
a nuestro propósito.
B) LO QUE EL DEMONIO PUEDE HACER PERMITIÉNDOLO DIOS
1) Producir
visiones y locuciones corporales o imaginarias (no las intelectuales).
2) Falsificar el éxtasis
(produciendo un desmayo preternatural).
3) Producir resplandores
en el cuerpo y ardores sensibles en el corazón.
Hay más de un ejemplo
de “incandescencia diabólica”.
4) Producir ternuras y
suavidades sensibles.
5) Curar, incluso
instantáneamente, ciertas enfermedades extrañas producidas por su acción
diabólica. Claro está que no se trata propiamente de Curación, sino tan sólo de
“dejar de dañar”, Como la pretendida
enfermedad era debida exclusivamente a la acción de Satanás, cesando la causa,
desaparece instantáneamente el efecto.
6)
Producir la estigmatización y los demás fenómenos corporales y sensibles de la
mística, tales como los olores suaves, coronas, anillos, etc. Nada de esto
sobrepasa las fuerzas naturales de los demonios.
7) No puede el demonio
derogar las leyes de la gravedad, pero puede simular milagros de este género
por el concurso invisible de sus fuerzas naturales.
Téngase presente para la cuestión de la
levitación: pueden darse levitaciones diabólicas, como en el caso de Simón
Mago.
8) Puede substraer los
cuerpos a nuestra vista interponiendo entre ellos y nuestra retina un obstáculo
que desvíe la refracción de la luz o produciendo en nuestro aparato visual una
impresión subjetiva completamente diferente de la que vendría del objeto.
9) Puede producir la
incombustión de un cuerpo interponiendo un obstáculo invisible entre él y el
fuego.
En resumen: todos los fenómenos que puedan
resultar de un movimiento natural de fuerzas físicas, aunque el hombre no sea
capaz de producirlas ni siquiera llevando hasta el límite máximo sus energías
naturales, puede en absoluto producirlas el demonio—supuesta la permisión
divina—en virtud de su propia potencia natural, extraordinariamente superior a
la del hombre. Pero, cualquiera que sea la naturaleza del fenómeno producido
por las fuerzas diabólicas, no rebasará jamás la esfera y el orden puramente
natural. Lo sobrenatural no existe aquí más que por relación al hombre, esto
es, en cuanto que los fenómenos producidos sobrepujan las fuerzas humanas;
pero, considerados en sí mismos, se trata de realidades pura y simplemente
naturales. Es un caso típico de sobrenatural relativo, que debe llamarse, con
mayor precisión y exactitud teológica, “preternatural”.
“TEOLOGÍA
DE LA PERFECCIÓN CRISTIANA”
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