El espíritu santo, al
venir al mundo, esto es, al corazón que se ha entregado al mundo, obra tres
efectos:
1)
Convencernos del pecado, mostrándonos su
fealdad.
2) Hacernos
ver la belleza de la justicia, enseñándonos toda la verdad.
3) Elevar nuestros afectos, con la
consideración de los bienes o castigos futuros, esto es, nos enseña las cosas
que han de venir.
CONVENCE DEL PECADO.
Sera como fuego fundido y como leña de
batanero, y se pondrá a fundir y depurar la plata…, y la depurara como se
depura el oro (Malaquías. 3,2). Así obra el Espíritu Santo en nuestros corazones, quemando todo lo que sea
vicio y pecado. Estos sus reproches
interiores son un signo de su amor, mayor inclusive que los castigos
materiales, que no tienden más que a hacernos advertir tales reproches.
Cuando el Hijo se ha marchado de
nosotros, ha ido al Padre para excusar nuestros pecados; cuando el Espíritu
Santo viene, es para echárnoslos en cara y que los conozcamos. El uno y el otro nos excusan, y los dos
trabajan para una sola cosa, para salvarnos.
Miserables los que no conocen su pecado,
porque se creen tan ricos que no necesitan a nadie, cuando en realidad no pasan
de ser ciegos y desnudos (Apoc. 3,17). Me avergüenzo de ver a
un mundo en la iniquidad, viviendo alegre y tranquilo. Ya está la segur en la raíz del árbol (Lc. 3,9). Pasan
los días, y en un momento caeréis en el infierno. Vivís en una paz bien amarga
(Is. 38,17), porque no vivís en la paz de la virtud, sino en la paz de la
inconsciencia, de las tinieblas del espíritu, la deformidad del corazón y la
falta de la luz divina. Cuando Dios se aleja del corazón, descienden sobre él
las tinieblas y el endurecimiento, y los pecados se convierten en castigo del
pecador.
ILUMINA LA
INTELIGENCIA. Os
enseñará toda verdad (Juan. 16,13). ¡Oh
doctor, cuyo púlpito está en el cielo y los alumnos en la tierra; que en un
momento nos instruye y da toda ciencia! Yo quisiera ver aquellos antiguos
maestros que fueron profetas, a quienes ilumino el Espíritu santo, junto a
aquellos niños y pastores convertidos en salmistas, a aquel perseguidor
convertido en doctor de las naciones, a aquel publicano en evangelista. Pero todavía me admira más lo que los
apóstoles y santos han hecho después que el Paráclito descendió sobre la
tierra, Enséñenos a todos este mismo Espíritu y repártanos el olor de su
perfume.
ANUNCIA EL PORVENIR.
Todo hombre es un profeta. Su vida anuncia el cielo. No considerar las cosas
que se ven, sino las que no se ven; vivir de la fe y no de la tierra, es
también profetizar. El solo hecho de huir de los bienes presentes es anunciar
las delicias del cielo y hacer temer los tormentos del infierno. Los que se mortifican profetizan la
eternidad.
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