¿Hablas
de los cristianos a medias, es decir, de esa multitud de gente que no entiende
ni pizca de las cosas de Dios, por más que observen algunas prácticas de
religión? Sabes tan bien como yo qué cosa se debe hacer de sus crítica Deja
que digan cuanto quieran; las censuras de esa clase de gente, son casi un
elogio.
¿Se
trata, por el contrario, de personas piadosas? Puedes estar seguro de que
no las escandalizarás viviendo como corresponde a un cristiano que lo sea de
veras. ¿Sabes qué es lo que escandaliza
en una persona que comulga a menudo? ¿Crees que son sus comuniones? No por
cierto, sino su negligencia y
flojedad en reprimir su mal genio en
conformar su vida ordinaria con las prácticas religiosas a que se dedica: lo
que escandaliza son sus impaciencias, sus murmuraciones, sus glotonerías, el
regalo con que se trata, las exageradas precauciones que toma por conservar su
salud, y finalmente, una multitud de defectos e imperfecciones, que no pueden
escapar a las miradas de una conciencia algo
solícita de su santificación.
Si te reconocieses en este retrato, (Dios no lo permita) sería necesario
que aplicases si demora un remedio eficaz a este mal que es muy real. Convendría, no que dejases de comulgar sino que te armases de mayor decisión, para llevar
una vida más santa y digna de Nuestro Señor Jesucristo.
Ya sé que, hasta entre los buenos
cristianos, hay personas tampoco ilustradas que se escandalizan de niñerías.
Sin dejar de evitar lo que pueda darles un motivo más o menos fundado de
escándalo, no debes preocuparte demasiado de lo que dirán: pues por más que
hagas lo que hagas, no lograrás contentar a todo el mundo. Procura agradar a
Dios; proponte una vida recta y honesta en todo lo que hicieres, acepta con
humildad los diversos juicios y apreciaciones que tu conducta merezca a las
personas honradas, y aprovéchate de ellos de ellos, si es posible, para
enmendarte. Cuando tengas alguna duda, dirígete a un sacerdote ilustrado y
práctico en las vías del Señor, consúltale con sinceridad, y sigue sus consejos.
Este era también el sentir del sabio y
piadoso Fenelón, que tan
alto proclamaba la utilidad y conveniencia de la Comunión frecuente, “Debemos acostumbrarnos, decía: a ver
fieles que cometen pecados veniales, a pesar de sus sinceros deseos de no
cometer ninguno, y que, no obstante, comulgan con fruto cada día. No deben
causarnos tanta extrañeza y espanto las imperfecciones que Dios permite en
ellos para hacerlos más humildes, que no veamos al mismo tiempo las faltas más
graves y peligrosas de que les preserva este remedio cotidiano”
“¿Por qué hemos de escandalizarnos a ver a buenos
y virtuosos seglares que, para alcanzar más completa victoria sobre sus
imperfecciones y resistir mejor a las tentaciones de un mundo corrompido y corrompedor,
se alimentan del Pan de los fuertes, de aquel Pan que bajado de cielo, es fuente
purísima de toda perfección y santidad?”
“Despreciad los juicios de reformadores siempre
dispuestos a escandalizarse de cualquier cosa y a criticarlo todo seguid más
bien los consejos de un director experimentado que os trace el verdadero camino
según el espíritu de la Iglesia”
Vigila, pues, cuidadosamente sobre tí mismo
guárdate tanto de los escrúpulos como del relajamiento; renueva cada día tus
buenos propósitos, y prescinde todo lo posible del qué dirán.
“LA
SAGRADA COMUNIÓN”
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