II°. REGLAS PARA EL DISCERNIMIENTO DE LAS REVELACIONES.
Para discernir bien las verdaderas
revelaciones, y saber descubrir lo humano que en ellas pudiera tener parte,
conviene mucho señalar reglas lo más determinadas que sean posibles. Estas
reglas se refieren a la persona que recibe las revelaciones, al objeto acerca
del cual versan, a los efectos que causan, y a las señales que las acompañan.
A) Reglas concernientes a la persona que recibe las
revelaciones.
Verdad es que Dios puede hacer revelaciones
a quien le plazca, aún a los mismos pecadores; pero de ordinario no las concede
sino a las almas, no solamente fervorosas, sino elevadas ya al estado místico.
Por lo demás, aun para interpretar las revelaciones verdaderas es necesario
conocer las buenas dotes y defectos de quienes creen haber sido regalados con
revelaciones. Es menester, pues, examinar sus dotes naturales y sobrenaturales.
a) Dotes naturales: 1)
en cuanto al temperamento, ¿son gente
bien equilibrada; o tocada de psico-neurosis o de histerismo? Claro está
que, en el último caso, hay razón para poner en cuarentena las pretendidas
revelaciones, porque tales temperamentos padecen frecuentes alucinaciones. 2) Por lo que toca al estado mental, ¿es persona discreta, de rectitud de
juicio; o de imaginación exaltada, y de excesiva sensibilidad? ¿Es persona
instruida, o ignorante? ¿Dónde aprendió lo que sabe? ¿No habrá quedado
enflaquecido su espíritu por alguna enfermedad o por largos ayunos? 3) En
cuanto a la moral, ¿es persona de verdad
sincera; o acostumbra a exagerar la verdad, y a veces a inventar lo que no
pasó? ¿Es de temple sosegado, o apasionado?
La respuesta a estas preguntas no probará
ciertamente la existencia o no existencia de una revelación, pero servirá mucho
para juzgar del valor del testimonio que dan los videntes.
b) Con respecto a las
cualidades sobrenaturales habrá de mirarse si la persona:
1) es de sólida virtud, largamente
probada, o sólo de fervor más o menos sensible; 2) si tiene sincera humildad y profunda, o, por el contrario, le
gusta figurar y contar a todos los favores espirituales que dice recibir; la
verdadera humildad es la piedra de toque de la santidad; y, cuando falta, es
ésta muy mala señal; 3) si
manifiesta a su director las revelaciones, en vez de andarlas contando a los
demás y si dócilmente sigue los consejos del director; 4) si ha pasado ya por las pruebas pasivas y los primeros grados de
la contemplación; especialmente si tuvo éxtasis alguna vez en su vida, o sea,
si practica en grado heroico las virtudes: de ordinario guarda Dios las
visiones para las almas perfectas.
Téngase muy presente que el darse estas
dotes no prueba la existencia de una revelación, sino que sólo hace más creíble
el testimonio del vidente; y que la falta de ellas, sin probar la no
existencia, la hace poco probable.
Además, tales averiguaciones servirán para
más pronto descubrir las mentiras y las ilusiones de los pretendidos videntes.
Hay ciertamente quienes por soberbia, o para darse importancia, fingen
voluntariamente éxtasis y visiones. “Tal
aconteció con Magdalena de la Cruz, franciscana de Córdoba, en el siglo XVI,
la cual, habiendo hecho pacto con el demonio ya en su niñez, entró en el
convento a la edad de diez y siete años, y fué por tres veces abadesa de su
monasterio. Con la ayuda del demonio, fingió todos los fenómenos místicos,
éxtasis, elevación en el aire, llagas, revelaciones y profecías cumplidas
muchas de ellas. Creyéndose estar para morir, hizo confesión de todo, que
después retractó; fueronle leídos los exorcismos y encerrada ella en otro
convento de su orden. Cfr. Poulain, Gráces d 'oraison, cap. XXI, n. 36.”
Otros, muchos más en número, padecen ilusión, por ser de imaginación muy viva,
y toman sus propios pensamientos por visiones o locuciones interiores. “Santa Teresa lo dice muchas veces: “Acaece a algunas personas, y sé que es verdad, que lo han tratado
conmigo, y no tres o cuatro, sino muchas, ser de tan flaca imaginación, o el
entendimiento tan eficaz, o no sé qué es, que se embeben de manera en la
imaginación, que todo lo que piensan, claramente les parece que lo ven”.
(Castillo, moradas sextas, cap. IX, n, 9).”
B) Reglas concernientes a la materia de las revelaciones.
En esto es donde debemos poner mayor
atención; porque toda revelación, que fuere contraria a la fe o a las buenas
costumbres, debe rechazarse sin compasión, según la doctrina unánime de los
Doctores, fundada en aquellas palabras de S. Pablo:
“Aun cuando nosotros mismos, o un ángel
del cielo os predique un Evangelio diferente del que nosotros os hemos
anunciado, sea anatema” (Gálatas I, 8). Dios no puede contradecirse, ni
revelar cosas contrarias a lo que nos enseña por medio de su Iglesia. De aquí
dimanan unas cuantas reglas que vamos a exponer.
a)
Se ha de tener por falsa toda revelación privada que se hallare en
contradicción con cualquiera verdad de fe: tales son, por ejemplo, las
pretendidas revelaciones espiritistas, que niegan muchos de nuestros dogmas, en
particular la eternidad de las penas del infierno. — Igualmente, si fueren
opuestas al sentir unánime de los Santos Padres y Teólogos, que constituyen una
de las formas del magisterio ordinario de la Iglesia.
Cuando se tratare de una opinión
controvertida entre teólogos, se ha de tener por sospechosa cualquier
revelación que intentara dar la solución de ella, por ejemplo, que terminara la
controversia entre tomistas y molimistas; porque no suele Dios intervenir en
cuestiones de esa clase en favor de Unos o de otros.
b)
También debe rechazarse cualquier visión que fuere contraria a las leyes de la
moral o de la decencia: por ejemplo, las apariciones de formas humanas
desnudas, el lenguaje trivial o inmodesto, descripciones minuciosas, y con
muchos pormenores, de vicios vergonzosos que no pueden menos de ofender al
pudor. “A mediados del siglo XIX, una
vidente, llamada Cancianila, sorprendió la buena fe de un piadoso obispo, el
cual publicó una revelación falsa que contenía una descripción horrible de las
costumbres de los sacerdotes de su diócesis; obligáronle a presentar
inmediatamente la dimisión. (Poulain, op. cit. y cap. XXII). Quizá por esa
misma razón se haya prohibido la publicación del Secreto de Melania. Dios no
hace revelaciones sino para el bien de las almas, y por eso no puede ser jamás
autor de las que por su naturaleza inclinan al vicio.
Por razón de este mismo principio son
sospechosas las apariciones que se muestran sin dignidad, o sin recato, y, con
mayor razón, todas las evidentemente ridículas; ésta última es la marca de las
imitaciones humanas o diabólicas: así
fueron las del cementerio de Saint-Médard.
c)
Tampoco pueden admitirse como de Dios los mandatos imposibles de realizar,
teniendo en cuenta las leyes providenciales y los milagros que Dios ha solido
hacer: Dios no manda cosas imposibles. “Cuéntase
en la vida de Santa Catalina de Bolonia, que se le aparecía a veces el
demonio en figura de Cristo crucificado, y le mandaba, bajo pretexto de
perfección, cosas imposibles, para desesperarla” (Vita altera, cap. II, 10-13
en los Bolandistas, 9 de marzo)
C) Reglas tocantes a los efectos causados por las revelaciones.
Por los frutos se conoce el árbol; las
revelaciones pueden, pues, conocerse por los efectos que causan en el alma.
a)
Según S. Ignacio y Santa Teresa,
la visión divina produce al principio un sentimiento de asombro y de temor, que
muy pronto se cambia en un sentimiento profundo y durable de paz, de gozo y de
seguridad. Lo contrario acontece con las visiones diabólicas; aunque al
principio causen alegría, presto producen turbación, tristeza y desaliento; por
aquí el demonio suele derribar a las almas.
b)
Las revelaciones verdaderas confirman al alma en las virtudes de la humildad,
de la obediencia, la paciencia, la conformidad con la voluntad de Dios; las
falsas engendran soberbia, presunción y desobediencia.
Oigamos qué dice Santa Teresa (Castillo, moradas
sextas, cap. VIII): “Es merced del Señor, que trae grandísima confusión consigo
y humildad. Cuando fuese del demonio, todo sería al contrario. Y como es cosa
que notablemente se entiende ser dada de Dios..., en ninguna manera puede
pensar quien lo tiene que es bien suyo, sino dado de la mano de Dios... Estos
efectos con que anda el alma, podrá advertir cualquiera de vosotras a quien el
Señor llevare por este camino, para entender que no es engaño ni tampoco
antojo; porque, como he dicho, no tengo que es posible durar tanto siendo
demonio, haciendo un notable provecho al alma, y trayéndola con tanta paz
interior, que no es de su costumbre, ni puede aunque quiere, cosa tan mala,
hacer tanto bien”.
c) Muévese aquí cuestión acerca de si se
pueden pedir señales o pruebas en confirmación de las revelaciones privadas, 1) Si la cosa fuere de importancia,
podrían pedirse, mas con humildad y condicionalmente; porque no está obligado
Dios a hacer milagros para probar la verdad de esa clase de visiones. 2) Cuando se pidieren, conviene dejar a
Dios que elija cuáles hayan de ser. El bueno del cura párroco de Lourdes mandó
pedir a la aparición que hiciera florecer un rosal silvestre en pleno invierno;
no se otorgó este prodigio, pero la Virgen inmaculada hizo brotar una fuente
milagrosa para salud de los cuerpos y de las almas. 3) Cuando el milagro pedido queda bien comprobado, así como su
relación con la aparición, constituye una prueba de mucho peso que llega hasta
la convicción.
D) Reglas para discernir lo verdadero de lo falso en las
revelaciones privadas.
Puede haber revelaciones verdaderas en
cuanto a la sustancia, pero mezcladas, sin embargo, con errores accidentales.
No multiplica Dios los milagros sin necesidad, y no corrige los prejuicios o
los errores que pudiere haber en la mente de los videntes; busca el bien
espiritual de éstos, y no la formación intelectual. Entenderémoslo mejor luego
que analicemos las principales causas de los errores que a veces hallamos en
las revelaciones privadas.
a)
La causa primera es la mezcla de la actividad humana con la acción sobrenatural
de Dios, especialmente cuando la imaginación y el espíritu tienen mucha viveza.
1) Por eso encontramos en las
revelaciones privadas los errores contemporáneos a ellas acerca de las ciencias
físicas o históricas. Santa Francisca
Romana asegura haber visto un cielo de cristal entre el cielo de las
estrellas y el empíreo, y dice ser azul el cielo de las estrellas. A la Venerable
Agreda parecióle saber, por revelación, que los once cielos (de Tolomeo)
se abrieron, en el instante de la Encarnación, por respeto al Verbo que iba a
encarnarse. “Mística ciudad de Dios, parte II, n. 128; este pasaje fué
suprimido en la edición francesa. — 2 BOLANDISTAS, 25 de mayo.” 2) Hállanse
también en ellas las ideas y, a veces, los prejuicios y sistemas de los
directores de los videntes. Fundándose en el testimonio de sus directores
parecióle a Santa Coleta ver
cómo Santa Ana fué casada tres veces, y venía a visitarla con su numerosa familia “A veces los santos dominicos o franciscanos hablan, en sus visiones,
conforme al sistema doctrinal de su orden.” (Benedicto XIV (De beatific I. III,
cap. LIII, n. 16) discute un éxtasis de Santa Catalina de Siena, en el que decía haberle dicho la
Virgen no ser Inmaculada.) 3) También errores históricos se deslizan a
veces en las revelaciones: no acostumbra Dios a revelar pormenores precisos
acerca de la vida de Nuestro Señor o de la Santísima Virgen, cuando no tienen
apenas interés para la piedad; pero hay muchos videntes que confunden sus
meditaciones piadosas con las revelaciones, y dan pormenores, cifras y datos
que están en contradicción con los documentos históricos o con otras
revelaciones. Así, en los diversos relatos acerca de la Pasión, muchos de los
menudos pormenores que se cuentan en las visiones, son contradictorios (por ejemplo, acerca del número de azotes
que recibió el Señor en la flagelación), o se hallan en oposición con los
mejores historiadores. (Bolandistas, 13
de enero, prefacio de la vida de la Beata Verónica de Binasco; S. Alfonso de Ligorio, Reloj de
la Pasión)
b)
Las revelaciones divinas pueden ser mal interpretadas. Por ejemplo, habiendo preguntado Santa Juana de Arco a sus voces si sería quemada, le
respondieron que acudiera a Nuestro Señor, el cual la socorrería y quedaría
libre por medio de una gran victoria; ella creyó que esa victoria sería su
libertad de la prisión; pero en realidad fué su martirio y su entrada en el
cielo. — Manifestó S. Norberto saber
por revelación, de modo certísimo, que no pasaría su generación (Siglo XII) sin
que viniera el anticristo; apurado por S. Bernardo, dijo que no moriría sin
haber visto una persecución general de la Iglesia (Cartas de S, Bernardo LVI).
— S. Vicente Ferrer anunció como próximo el juicio final, y
pareció confirmar su predicción con milagros.
c) Las revelaciones pueden ser
inconscientemente alteradas por los videntes mismos cuando intentan
explicarlas, o, con mayor frecuencia aún, por sus secretarios.
La misma Santa Brígida confesaba
que a veces corregía sus revelaciones para explicarlas mejor; mas sus
explicaciones no siempre están exentas de error. Confiésase hoy que los
secretarios, que escribieron las revelaciones de Sor María de Agreda,
de Catalina Emmerich y de María Lataste las arreglaron de tal
manera que no hay quien las conozca. “En las Obras de María Lataste se han hallado, entre sus revelaciones,
pasajes enteros traducidos literalmente de la Suma de Santo Tomás.”
Por todas estas razones
nunca se pondrá harta prudencia en el examen de las revelaciones privadas.
“COMPENDIO
DE TEOLOGÍA ASCÉTICA Y MÍSTICA”
ADOLPHE
TANQUEREY
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