¿Por
qué, pues has llagado
aqueste
corazón, no le sanaste?
Y
pues rae lo has robado
¿por
qué así lo dejaste
y
no tomas el robo que robaste?
San
Juan de la Cruz.
Aun cuando estas materias, por su elevación,
escapan a quienes nos arrastramos todavía a ras del suelo, con todo, siempre
será útil y provechoso ver a qué altura puede ascender un alma con el poder de
Dios. Por eso vamos a enumerar aquí las mercedes que la Divina Bondad hizo a Rosa, según nos lo refiere ella misma,
transcribiendo los lemas explicativos que acompañan a los corazones que son el
símbolo preferido por la Santa. Copiemos antes la glosa con que anota las tres
primeras de su escrito: “Hechas todas
estas mercedes en diferentes ocasiones que no puedo numerar, porque las he
recibido repetidas veces, alternándose gran padecer y muy exquisitos crisoles,
como en varias ocasiones tengo escrito, para gloria de Dios”.
“Primera merced de heridas que recibí de
Dios. Con lanza de acero me hirió y se escondió”.
Este herir y esconderse del Amado nos recuerda los delicados versos de San Juan de la Cruz:
¿A
dónde te escondiste,
Amado
y me dejaste con gemido?
Como
ciervo huíste,
habiéndome
herido:
salí
tras tí clamando; y eras ido.
Y nótese aquí y para lo de adelante que Rosa en sus ascensos místicos no
conoció los tanteos de los principiantes, cosa que llenaba de admiración a su
confidente el Dr. Castillo, ni anduvo por las oscuridades de los menos perfectos
sino que de un vuelo, puede decirse, ascendió a aquel grado, descrito por Santa Teresa en las Moradas
Sextas, en donde se nos habla de “aquellos
impulsos delicados y sutiles que proceden de lo muy interior del alma”. A
este grado se siguen otros dos: el primero
lo representa Rosa por un corazón
dentro del cual se ve la figura de Jesús Niño. Alrededor escribe la Santa: “Aquí descansó Jesús, abrasándome el corazón”. Luego le presta alas
a la vital entraña y el ribeteado
lema dice: Vuela para Dios: el campo del
corazón lo llenó Dios de su amor, haciendo morada en él.
Síguese luego un apunte biográfico de
inapreciable valor que nos obliga a lamentar más aún la pérdida de sus
cuadernos. Dice así Rosa: “Estas tres
mercedes recibí de la piedad divina antes de la gran tribulación que padecí en
la confesión general, por mandato de aquel confesor que me dió tanto en que merecer,
después de haber hecho la confesión general y de haber padecido cerca de dos
años de grandes penas, tribulaciones, desconsuelos, tentaciones, batallas con
los demonios, calumnias de confesores y de las criaturas, enfermedades, dolores,
calenturas y, para decirlo todo, las mayores penas del infierno que se puede
imaginar, en estos años últimos. Habrá unos cinco años que recibo del Señor las
mercedes que en este medio pliego de papel he puesto por inspiración del Señor
y experiencia de mi propio corazón, aunque
Indigno”.
La senda por donde se llega a la perfecta
unión con Dios está erizada de espinas y la vía de la más alta santidad no puede
carecer de cruces, por eso Rosa es
afligida antes de llegar a los brazos del Esposo, confirmando con su propio
ejemplo lo que ya he apuntado de esta escala mística, esto es que por ella no
se sube sino es con humillación y dolor. Los grados siguientes corresponden a
lo que pudiera llamarse purificación pasiva y Rosa los representa por medio de
corazones, unas veces atravesados con rayos de amor, otro herido con flecha o
sumergido en Dios, orlándolos con otros signos y con los siguientes lemas por
su orden:
“Aquí padece el alma una impaciencia santa. Corazón
lleno del Divino Amor escribe fuera de sí”.
“Corazón
atravesado con rayo de amor de Dios”.
“Corazón herido con flecha de amor divino”.
“Hallé al que amaba mi alma: téngole y no lo
dejaré”.
“¡Oh dichoso corazón que recibiste en arras
el clavo de la pasión!”
“Llagado corazón con el fuego del amor de Dios,
en cuya fragua se labra. Sólo sana quien ya labró con amor”.
"Fulcite me floribus, stipate me malis
quia amore langueo” (Adornadme con flores, cubridme de manzanas que adolezco de
amor)
.
“¡Oh dulce martirio que con arpón de fuego
me ha herido!”
“Corazón
herido con dardo de amor divino da voces por quien hirió”.
"Purifícate, corazón, recibe centella
de amor puro para amar a tu Creador. Desata, Señor, el nudo que me detiene”.
Finalmente, Rosa pinta seis alas pequeñas al corazón y debajo de él coloca la
cruz, inseparable compañera siempre del alma, pero que, en llegando a este
estado apenas se siente, hecho que Rosa simboliza dejándole sólo un punto de
contacto con el corazón y luego dibuja la imagen de la Santísima Trinidad y
deja que en su seno se pierda un corazón sin herida alguna, escribiendo al lado
de estos místicos emblemas estas palabras:
“Arrobo,
embriaguez en la bodega, secretos de amor divino. ¡Oh dichosa unión, abrazo
estrecho con Dios!”
Lo expuesto no hace más que levantar la
punta del velo que cubría el interior de la celda que Rosa había fabricado en su alma, a imitación de su maestra Santa Catalina de Sena, pero ello es bastante para que
con justicia podamos colocar a la virgen limeña al lado de la extática y
estigmatizada virgen sienesa, de Teresa de Jesús o de
Magdalena de Pazzi. Como bien advierte el P.
Getino, de haber vivido más tiempo la Santa, muerta a los treinta y un años de edad, es casi seguro que nos hubiera legado otros testimonios de sus conocimientos en la mística y habría podido sin recelo parangonarse con aquellas ilustres santas.
“Vida
de Santa Rosa de Lima”
P.
RUBEN VARGAS UGARTE
S.J.
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