domingo, 8 de enero de 2017

HERIDAS DE AMOR




¿Por qué, pues has llagado
aqueste corazón, no le sanaste?
Y pues rae lo has robado
¿por qué así lo dejaste
y no tomas el robo que robaste?
San Juan de la Cruz.

   Aun cuando estas materias, por su elevación, escapan a quienes nos arrastramos todavía a ras del suelo, con todo, siempre será útil y provechoso ver a qué altura puede ascender un alma con el poder de Dios. Por eso vamos a enumerar aquí las mercedes que la Divina Bondad hizo a Rosa, según nos lo refiere ella misma, transcribiendo los lemas explicativos que acompañan a los corazones que son el símbolo preferido por la Santa. Copiemos antes la glosa con que anota las tres primeras de su escrito: “Hechas todas estas mercedes en diferentes ocasiones que no puedo numerar, porque las he recibido repetidas veces, alternándose gran padecer y muy exquisitos crisoles, como en varias ocasiones tengo escrito, para gloria de Dios”.

   “Primera merced de heridas que recibí de Dios. Con lanza de acero me hirió y se escondió”. Este herir y esconderse del Amado nos recuerda los delicados versos de San Juan de la Cruz:

¿A dónde te escondiste,
Amado y me dejaste con gemido?
Como ciervo huíste,
habiéndome herido:
salí tras tí clamando; y eras ido.

   Y nótese aquí y para lo de adelante que Rosa en sus ascensos místicos no conoció los tanteos de los principiantes, cosa que llenaba de admiración a su confidente el Dr. Castillo, ni anduvo por las oscuridades de los menos perfectos sino que de un vuelo, puede decirse, ascendió a aquel grado, descrito por Santa Teresa en las Moradas Sextas, en donde se nos habla de “aquellos impulsos delicados y sutiles que proceden de lo muy interior del alma”. A este grado se siguen otros dos: el primero lo representa Rosa por un corazón dentro del cual se ve la figura de Jesús Niño. Alrededor escribe la Santa: “Aquí descansó Jesús, abrasándome el corazón”. Luego le presta alas a la vital entraña y el ribeteado lema dice: Vuela para Dios: el campo del corazón lo llenó Dios de su amor, haciendo morada en él.

   Síguese luego un apunte biográfico de inapreciable valor que nos obliga a lamentar más aún la pérdida de sus cuadernos. Dice así Rosa: “Estas tres mercedes recibí de la piedad divina antes de la gran tribulación que padecí en la confesión general, por mandato de aquel confesor que me dió tanto en que merecer, después de haber hecho la confesión general y de haber padecido cerca de dos años de grandes penas, tribulaciones, desconsuelos, tentaciones, batallas con los demonios, calumnias de confesores y de las criaturas, enfermedades, dolores, calenturas y, para decirlo todo, las mayores penas del infierno que se puede imaginar, en estos años últimos. Habrá unos cinco años que recibo del Señor las mercedes que en este medio pliego de papel he puesto por inspiración del Señor y experiencia de mi propio corazón, aunque
Indigno”.

   La senda por donde se llega a la perfecta unión con Dios está erizada de espinas y la vía de la más alta santidad no puede carecer de cruces, por eso Rosa es afligida antes de llegar a los brazos del Esposo, confirmando con su propio ejemplo lo que ya he apuntado de esta escala mística, esto es que por ella no se sube sino es con humillación y dolor. Los grados siguientes corresponden a lo que pudiera llamarse purificación pasiva y Rosa los representa por medio de corazones, unas veces atravesados con rayos de amor, otro herido con flecha o sumergido en Dios, orlándolos con otros signos y con los siguientes lemas por su orden:

   “Aquí padece el alma una impaciencia santa. Corazón lleno del Divino Amor escribe fuera de sí”.

   “Corazón atravesado con rayo de amor de Dios”.

   “Corazón herido con flecha de amor divino”.

   “Hallé al que amaba mi alma: téngole y no lo dejaré”.

   “¡Oh dichoso corazón que recibiste en arras el clavo de la pasión!”

   “Llagado corazón con el fuego del amor de Dios, en cuya fragua se labra. Sólo sana quien ya labró con amor”.

   "Fulcite me floribus, stipate me malis quia amore langueo” (Adornadme con flores, cubridme de manzanas que adolezco de amor)
.
   “¡Oh dulce martirio que con arpón de fuego me ha herido!”

   “Corazón herido con dardo de amor divino da voces por quien hirió”.

   "Purifícate, corazón, recibe centella de amor puro para amar a tu Creador. Desata, Señor, el nudo que me detiene”.

   Finalmente, Rosa pinta seis alas pequeñas al corazón y debajo de él coloca la cruz, inseparable compañera siempre del alma, pero que, en llegando a este estado apenas se siente, hecho que Rosa simboliza dejándole sólo un punto de contacto con el corazón y luego dibuja la imagen de la Santísima Trinidad y deja que en su seno se pierda un corazón sin herida alguna, escribiendo al lado de estos místicos emblemas estas palabras:

   “Arrobo, embriaguez en la bodega, secretos de amor divino. ¡Oh dichosa unión, abrazo estrecho con Dios!”

   Lo expuesto no hace más que levantar la punta del velo que cubría el interior de la celda que Rosa había fabricado en su alma, a imitación de su maestra Santa Catalina de Sena, pero ello es bastante para que con justicia podamos colocar a la virgen limeña al lado de la extática y estigmatizada virgen sienesa, de Teresa de Jesús o de Magdalena de Pazzi. Como bien advierte el P. Getino, de haber vivido más tiempo la Santa, muerta a los treinta y un años de edad, es casi seguro que nos hubiera legado otros testimonios de sus conocimientos en la mística y habría podido sin recelo parangonarse con aquellas ilustres santas.

“Vida de Santa Rosa de Lima”

P. RUBEN VARGAS UGARTE S.J.


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