Comentario
del blog: Dedicamos esta lectura
(de una gran sabiduría y belleza) a nuestros amigos Católicos de España.
Empezamos por definir los términos. Catolicismo y Patriotismo son dos
palabras que expresan la proyección social de dos grandes conceptos: Dios y Patria. Para nosotros,
españoles, Dios es el Dios Trino y
Uno que confesamos en el Credo; y es, en su manifestación temporal y humana, el
Enviado del Padre, su Hijo Jesucristo, Fundador de la religión católica, con su
doctrina, su ley, su culto y su organización social. Y la Patria es España, tierra de nuestros padres, terra patrum, con su territorio, sus instituciones y su historia,
con su vida específica que la distingue de todos los pueblos, con los hermanos
que son, fueron y serán, y que hace su camino a lo largo de los siglos.
Catolicismo es, pues, sinónimo de religión
católica, no sólo en cuanto es un sistema religioso peculiar de una institución
fundada por el Hijo de Dios, la Iglesia católica; sino en cuanto es la
profesión de la doctrina, la práctica de la ley y el ejercicio del culto que la
Iglesia católica impone a sus adeptos. Y
Patriotismo es el complejo de las virtudes que se condensan en el amor y
servicio de la Patria.
La filosofía y el sentido popular de todos
los pueblos civilizados unieron siempre en lazo sagrado los nombres de Dios y
Patria. Sólo los sin-Dios y sin- Patria
han podido romperlo. La razón es profunda y simple, como todos los grandes
hechos de orden universal. Dios es el Autor del hombre, su Hacedor. Sin Dios no
hay hombre. Desde el momento en que el hombre tiene conciencia de sí, habrá de
reconocer el lazo profundo que le une al Ser que le dió la vida. Es la relación
de la obra con su autor, con los vínculos de amor, de dependencia, de servicio que
exige la creación en un ser moral, y que vienen comprendidos en la palabra
santa de “religión”, expresión de la
“religadura” que el acto creador implica
entre la criatura racional y su Criador.
Pero Dios no nos ha manifestado directamente
su pensamiento y su voluntad con respecto a nosotros. Somos, por exigencia de
nuestra naturaleza, seres enseñados y educados. Ni ha querido darnos personalmente
la totalidad del ser y la perfección del ser. Somos hijos de nuestros padres, en
nuestro ser orgánico y en nuestra educación. Y somos hijos de la Patria, que no es más
que una prolongación y una ampliación del hogar paterno, donde recibimos la plenitud
de nuestra vida natural. Ser social como es el hombre por
naturaleza, aparece
en el seno de una sociedad determinada que es su Patria, que labra la nueva vida en
colaboración
con Dios y con los padres, con todos los recursos de una pedagogía más o
menos perfecta
según sea su civilización.
Así el hombre, por exigencia de su misma
naturaleza, está atado con triple vínculo: a Dios, a sus padres y a la Patria; y este triple vínculo, que es de
criatura racional y por lo mismo de pensamiento y de voluntad, implica una
triple religión o “religadura”, con
su expresión que es el “culto” o servicio,
de pensamiento, de libertad, de acción: el que debemos a Dios, que es
propiamente la religión, función sagrada que tiene por objeto al Dios santísimo;
el culto a los padres, que se dice por analogía del que debemos a Dios, y que
se traduce en los servicios de amor y obediencia reverente; y el culto de la
Patria, con sus exigencias de amor y servicio, hasta de la vida en ciertos
casos.
Dios, los padres, la Patria. Son tres paternidades a
cuyas influencias ningún hombre se sustrae. Dios Padre, “de quien viene toda paternidad en los
cielos y en la tierra” (Eph. 3-15); nuestros padres según la carne, que nos
engendran y educan dentro de ciertos límites; y la Patria, que recibe la obra
de Dios y de los padres al nacer un nuevo ciudadano y en cuyo seno, prolongación
del de la familia, como ésta, es prolongación espiritual del útero materno en
frase de Santo Tomás, el hombre logrará la plenitud de su
desarrollo: fuerza, amplitud y trascendencia para su pensamiento; energía y
eficacia para su voluntad, formación de su sentido estético, satisfacción plena
de las necesidades materiales, el goce, en fin, de la vida perfecta en el orden
natural, que es el fin de la sociedad para los hombres que la integran.
A la luz de estas sencillas reflexiones
aparece claro el sentido de estas palabras: Catolicismo y Patriotismo. Prescindiendo, para nuestro objeto, del
pequeño coto de la familia, “seminario”
de la sociedad, sagrado reducto de las virtudes domésticas que dan su fuerza
íntima al hombre y que tienen su expansión en la vida social, queda la doble paternidad,
de Dios y Patria: Dios, que reclama para sí toda la actividad de la vida
humana, como último fin que es de ella; y la Patria, que exige, salvando la
dignidad de la persona humana y las exigencias de otras instituciones, todo el
servicio que puedan prestarla los ciudadanos para la formación de esta obra maravillosa,
la sociedad humana, la más excelsa de las manos de Dios en el orden natural.
Catolicismo, que es nuestra Religión. Hijos
del Padre Jesús y de la Madre Iglesia, que salió de su costado abierto por la
lanza en la Cruz, nos llamamos “cristianos”,
de Cristo nuestro Padre, y “católicos”,
porque es católica nuestra Madre la Iglesia; y nuestra profesión religiosa,
esta ligadura que nos ata al Soberano Señor de Cielos y tierra, es la religión
católica o Catolicismo. Religión sobrenatural, porque Dios, por Jesucristo, ha querido
darnos una participación de su misma naturaleza (Divinae consortes naturae, 2 Petr. 1-4.) y, por último destino, la
visión de su propia esencia en un cielo eterno. Y Patriotismo, el culto de la
Patria de la tierra, España para nosotros, que reclama el abnegado esfuerzo de todos
para su grandeza, ayudándonos ella en cambio al logro de nuestros destinos
temporales y eternos.
Así Catolicismo y Patriotismo representan
para nosotros a un tiempo los factores máximos de nuestra grandeza y el doble
altar en que ofrezcamos los mayores sacrificios. Lo primero, porque todo en el
hombre tiene su aspecto social, en orden a la Patria de la tierra y a la del
cielo. Lo segundo, porque los sacrificios responden al favor de nuestros bienhechores,
y no hay otro superior al que nos hace Dios al hacernos hijos suyos, y el que
le sigue en orden, que es el que nos hace la Patria al acabar en nosotros, en el
orden natural, la obra de Dios y de nuestros padres.
Ya veis, amados diocesanos, cómo el doble
concepto de Dios y Patria, que tiene su expresión social en el Catolicismo y Patriotismo,
están profundamente vinculados, en el orden objetivo y en el de nuestros
afectos; y que difícilmente puede sufrir quebranto uno de los dos amores sin
que de rechazo sufra el otro, en el tesoro de nuestros sentimientos o en su
manifestación externa y social.
“CATOLICISMOS Y PATRIOTISMO”
Editorial
Difusión (Bs. As. Arg.) Año 1940
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