I. San Sérvulo soportó, con heroica paciencia, una extrema pobreza y una
cruel enfermedad. Jamás se le oyó una queja; en medio de sus sufrimientos,
pedía sufrir más todavía. ¿Qué
respondes tú a este ilustre mendigo? Compara tus aflicciones con las
suyas, tu paciencia con su paciencia, y cesa de quejarte de tu pobreza y del
menosprecio de que se te hace objeto. ¡Avergüénzate!
Jesucristo
ha sido pobre, ha sido humilde (San
Pedro Crisólogo).
II. Este
santo sobreabundaba de alegría en la tribulación: el gozo de su corazón
resplandecía en su rostro y se reflejaba en sus palabras. No cesaba de rezar a
Dios y de celebrar sus alabanzas. Todas las aflicciones, por grandes, por
penosas que fueren, te serán agradables si pides a Dios que te dé la fuerza
necesaria para soportarlas, y si piensas en las promesas que hace Jesús en el
Evangelio, a los que se resignan. ¿De
dónde proviene que tan a menudo te veas agobiado de violenta pena, sino de que
no piensas en Dios que puede consolarte, ni en el paraíso que espera a los que
sufren con amor?
III.
La
muerte de San Sérvulo es aún más dichosa que su vida:
nada
teme y espera todo; al morir sólo deja dolores y miserias para tomar posesión
del remo de los cielos. Pobres
que estáis afligidos, consolaos:
la muerte vendrá a trocar vuestros
dolores en alegría. ¡En
cuanto a vosotros, los felices de este mundo, la muerte vendrá a cambiar
vuestros gozos en dolores! Ancianos,
ella está a vuestra puerta; jóvenes, ella os tiende asechanzas por doquier (Guerrico).
Practicad
la paciencia.
Orad
por los enfermos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.