II.- SURGIMIENTO DEL ATEISMO EN EUROPA.
Con el objeto,
pues, de comprender en su totalidad la naturaleza de la conspiración, sería
necesario volvernos hacia los comienzos del siglo pasado y contemplar el
surgimiento y avance del ateísmo y del anticristianismo que se desparraman
rápidamente hoy en día sobre la tierra. La apertura de dicho siglo
mostró un mundo que sufría de una multitud de males. La asi llamada Reforma que surgió y continuó progresando durante los dos siglos previos,
habia seguido bien su curso (Se refiere al siglo XVIII. N. del T.).
El principio de la interpretación privada
introducido en aparente resguardo del puro culto y doctrina de Cristo habia
terminado por no dejar incólume ninguna de las enseñanzas de Cristo. Habia dado
como resultado que se dudara de Su Divinidad y de Su misma existencia, por
muchos de los que aún asi se llamaban sus seguidores. Socinus y su sobrino habían tenido éxito en reunir a los varios grupos de
polacos y alemanes protestantes en una liga donde nada se requería salvo un
odio mortal junto con la oposicion a 1a Iglesia Católica. Bayle arrojó dudas sobre todo, y Spinosa
destruyó el poco respeto que quedaba hacia el sistema de Socinus, introduciendo
el panteísmo en el mundo. En efecto, tanto los deístas como los panteístas de
tal periodo eran ateos. Sostuvieron ellos que todo
era Dios, o que Dios no era un Dios tal como los cristianos sostenían que era,
consiguieron eliminar la creencia en el verdadero Dios, y levantaron en Su
lugar un ser imposible producto de su propia imaginación.
En su vida, en su conducta y con respecto a
la adoración de Dios, eran prácticamente ateos, y pronto manifestaron ese odio
por la verdad que verdaderamente poseen los ateos. Sus teorías pronto abrieron
el camino a principios de siglo en Europa Central y en Inglaterra. Bolingbroke, Shaftesbury y la élite entre los hombres de estado y la
aristocracia literaria del período de la Reina Ana eran infieles. Tindal, Collins, Wolton, Toland y Chubbs fueron tan avanzados como Tora Payne lo fuera, más tarde en el ateísmo.
Pero no importa cuánto Inglaterra y
Alemania hubieran avanzado su protestantismo hacia el llamado libre
pensamiento, ambas estaban destinadas a ser pronto eclipsadas en ese triste
progreso por la católica y monárquica Francia. Francia le debe esta mala
preeminencia a un sólo individuo, quien, aunque en gran medida asistido en su
camino a la ruina por Bayle, y posteriormente por su asociación con los
infieles ingleses, tenía todavía lo bastante de maldad innata en sí mismo como
para sobrepasarlos a todos ellos. Ese individuo era Voltaire.
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