I. – DIOS VERSUS EL MAL
Hablando de las clases trabajadoras, León XIII dice, en su celebrada encíclica Humanum
Genus: “Aquellos que se mantienen a sí mismos por medio del trabajo de
sus propias manos, aparte de ser, por su misma condición, más dignos que los
demás de caridad y consuelo, están también especialmente expuestos a la
tentación que ofrecen hombres cuya conducta se basa en el fraude y el engaño.
Por lo tanto, deberían los trabajadores ser ayudados con la mayor amabilidad
posible, e invitados a formar parte de sociedades que sean buenas, no sea que
se trate de atraerlos hacia otras que no lo son”.
En esto, como
en todas las cuestiones de importancia estar advertido es estar doblemente
armado, y es especialmente necesario estar advertido cuando tenemos que
contender con un adversario que usa del secreto, el fraude y el engaño.
Veremos
entonces, que todas las organizaciones del ateísmo aparecen al principio, como
lo hace su autor, Satán, vestidas con los ropajes de los ángeles de luz, con su
malignidad, su infidelidad y sus designios últimos siempre muy cuidadosamente
ocultos. Se posan entre todos los fieles, pero
más especialmente entre los hombres jóvenes, para seducirlos y arruinarlos, no
mostrando jamás, a menos que sean forzados a ello, la pezuña hendida, y
empleando un millón dé medios para aparentar lo que no son. Es, por lo tanto, primero de todo, necesario desenmascararlos; y esto es precisamente lo que el Supremo
Pontífice pide a los pastores del rebaño universal
que lleven a cabo como el mejor medio de destruir su influencia. “Pero”,
dice
él en la ya citada encíclica “como conviene a
nuestra dignidad pastoral que nosotros mismos señalemos el adecuado modo de
proceder, deseamos que sea vuestra regla, primero de todo, arrancar la máscara
de la francmasoneria y dejar que se la vea como realmente es, y por medio de
instrucciones y cartas pastorales enseñarle a la gente cuáles son los
artificios usados por sociedades de esta clase para seducir a los hombres y
enrolarlos en sus filas, y hacerles ver lo depravado de sus opiniones y la
maldad de sus actos”.
En este
extracto el Santo Padre hace mención especial de la francmasonería; pero, recordemos, no sólo de la francmasonería. Habla
él de “sociedades secretas”. Estas otras
sociedades secretas son una con la francmasonería, no importa bajo qué nombre
estén; y son frecuentemente las formas más depravadas de la masonería. Y
aunque lo que en Gran Bretaña es conocido como francmasonería pueda no ser tan
maligno como lo es su igual en el Continente —aunque pueda tener poca o ninguna
influencia sobre la masa de católicos en los países de habla inglesa— veremos
aun que como todas las sociedades secretas en
existencia es un peligro para la nación y para los individuos, y tiene
escondida en sí misma el mismo ateísmo y hostilidad hacia la cristiandad que
posee la peor francmasonería continental.
Estos, el ateísmo y la hostilidad, la
francmasonería los desarrolla en los iniciados, en los más altos grados, y los
hace manifiestos, a todo el mundo a su debido momento. La
verdad es que cada sociedad secreta está planeada y adaptada para hacer de los
hombres los enemigos de Dios y de su iglesia, y para subvertir la fe y no hay
ninguna, no importa bajo qué pretexto esté fundada, que no caiga bajo el manejo
de un directorio supremo que gobierne todas las sociedades secretas de la tierra.
El objetivo de este directorio es
desarraigar la cristiandad, y el orden social cristiano, como así también a la
iglesia del mundo —es decir, erradicar el nombre de Cristo y la misma idea
cristiana de las mentes y de los corazones de los hombres.
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