Entre
las excelencias que tuvo el ingenio del santo, fué una encerrar en breves
palabras grandes sentencias.
Preguntóle
una vez su hermana cómo se podría salvar, y él respondió: Queriendo.
Otra
vez le preguntó cuál era la cosa que más se había de desear en esta vida, y
respondió: Morir
bien.
Decía que la ociosidad
era el anzuelo con que el demonio pescaba, y
que con él cualquier cebo era bueno.
Aseguraba
que no entendía cómo un hombre que sabe que está en pecado
mortal, podía reírse ni alegrarse en ningún tiempo.
Preguntado
cómo se conocería si un hombre era perfecto, respondió: Quien en su
conversación habla de niñerías y burlas; quien huye de ser tenido en poco y le
pesa si lo es, aunque haga maravillas, no le tengáis por perfecto, porque todo
es virtud sin cimientos., y quien no quiere sufrir, cerca está de caer.
Recoge,
pues, hijo mío, alguna de estas sentencias, en las cuales está encerrada la
verdadera sabiduría.
Tomado
del Flos Sanctorvm.
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