Para adorar bien es
necesario recordar que Jesucristo, presente en la Eucaristía, glorifica y
continúa allí todos los misterios y todas las virtudes de su vida mortal.
Es preciso tener presente que la santa
Eucaristía es Jesucristo pasado, presente y futuro; que la Eucaristía es el
último desenvolvimiento de la Encarnación y la prolongación de la vida mortal
del Salvador; que allí Jesucristo nos comunica todas las gracias; que todas las
verdades confluyen a la Eucaristía, y que al decir Eucaristía se ha dicho todo,
pues no es sino el propio Jesucristo.
Que la santísima Eucaristía sea, pues,
nuestro punto de partida en la meditación de los misterios, de las virtudes y
de las verdades de la Religión. Ella es el foco: es las verdades no son sino
los rayos.
Partamos del foco, y nuestros pensamientos
se irradiarán por todo el ámbito del mundo sobrenatural. ¿Qué cosa más sencilla que relacionar el nacimiento de Jesús en el
establo, con su nacimiento sacramental sobre el altar y en nuestros corazones?
¿Quién no ve que la vida oculta de Nazareth
se continúa en la divina Hostia del Tabernáculo, y que la Pasión del
Hombre-Dios en el Calvario se renueva en el santo Sacrificio en cada momento
del tiempo y en todos los lugares del mundo?
¿Nuestro
Señor Jesucristo no es por ventura tan dulce y humilde en el Sacramento como lo
fué durante su vida mortal?
¿No
es allí siempre el buen Pastor, el Consolador divino, el Amigo del corazón?
¡Feliz el alma que sabe encontrar a Jesús en la Eucaristía,
y en la Eucaristía todas las cosas!
“LA
DIVINA EUCARISTÍA”
San
Pedro Julián Eymard
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.