I.
Resolvióse San Bruno a prepararse para la muerte mediante una vida santa; dejó
el mundo y se retiró a la soledad. El mundo es uno de los más grandes enemigos
de nuestra salvación y la soledad nos proporciona el medio para triunfar de él,
alejándonos de los objetos que nos incitan al pecado, ¡Oh amable soledad! si
los hombres conociesen la inefable alegría de que colmas a tus dichosos
moradores, las ciudades se despoblarían y los hombres irían a buscar a Jesús en
el seno de los desiertos más inhóspitos. La soledad es la morada habitual del
Salvador (Tertuliano).
II. Después
de haber vencido al mundo, hay que someter a la carne, este enemigo que nos
sigue a todas partes y lleva contra nuestra virtud asaltos incesantes. Para
hacerse señor de ella, San Bruno se sirvió del silicio, del ayuno y otras
austeridades. No creas que la penitencia conviene sólo a los religiosos: tú que
estás en el mundo, la necesitas más que ellos, sea para expiar tus pecados, sea
para resistir las tentaciones que continuamente te atacan.
III. Al demonio, que es el
tercer enemigo que debemos vencer, este ilustre ermitaño opuso la oración. Gran
parte del día y de la noche la pasaba en oración y contemplación; los consuelos
que gustaban en estos piadosos ejercicios trocaban su soledad en un verdadero
paraíso. Retírate, siguiendo su ejemplo, para escapar al peligro del mundo y
gustar los encantos del amor de Dios. Encontré la contradicción en la ciudad y
me alejé de ella huyendo y habité en la soledad (El Salmista).
El amor a la soledad. Orad
por la Orden de los Cartujos
San bruno
es invocado contra los posesos.
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