I.
Santa Úrsula exhorta a sus compañeras a morir antes que consentir en la pérdida
de la castidad. Su ejemplo las anima más que sus palabras. Mueren todas, pero
mueren castas e inocentes. Aprende de esto a renunciar a la vida que te es
común con las bestias, antes que perder la pureza que te hace semejante a los
ángeles, y la gracia que hace de nosotros hijos adoptivos de Dios. ¡Antes morir que mancharse! que ésta sea tu
divisa; y, siguiendo el ejemplo de Santa Úrsula, inspira los mismos
sentimientos a los que están bajo tu guía.
II.
Entre estas once mil vírgenes, una hubo que careció de valor: escondióse para
evitar la muerte. Nada es perfecto en este mundo,
preciso es que haya sombras y faltas; existen hombres imperfectos en los monasterios
más santos y en las congregaciones más fervorosas. Que aquél que está en pie se
cuide de no caer. Humíllate: San Pedro negó a Jesucristo. Judas lo
traicionó: ¡los dos sin embargo eran apóstoles!
III. De
once mil vírgenes, una sola rehúye el martirio. En la vida religiosa, por un
imperfecto y un tibio, se encuentra a varios fervorosos y excelentes servidores
de Dios. Y, todavía, esta virgen, llamada Córdula, animada por
el generoso ejemplo de sus compañeras, salió al día siguiente de su escondite y
sufrió ella también el martirio. Tal es la ventaja que se obtiene de la
compañía de personas virtuosas: se cae con menor frecuencia, uno levántase con
mayor rapidez, hasta se aprovecha de las caídas para redoblar el fervor. Si
estás tú imposibilitado de evitar ocasiones de ofender a Dios, vela sobre ti
con mayor cuidado. En la vida religiosa, el hombre
vive una vida más pura, cae más raramente, levántase más rápido y avanza con
más precaución (San Bernardo).
Practicad la caridad. Orad por la Orden de las Ursulinas
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