I.
Debemos amar a nuestros parientes y amigos;
es un deber que nos impone la naturaleza; pero Dios quiere que en esto sigamos
su voluntad más bien que nuestra inclinación. Ámalos, porque Dios lo quiere y
como Dios lo quiere. Demuéstrales este amor trabajando todo lo que puedas en su
salvación y soportando pacientemente sus defectos; la amistad y la caridad
cristiana te obligan a ello.
II.
Poca cosa es amar a los parientes y amigos; esta
ley la observan hasta los paganos mismos; tú debes amar a las
personas con las que no te vinculan ni parentesco ni amistad. Son verdaderamente hermanos nuestros aquellos que han
reconocido como Padre suyo a Dios (Tertuliano).
III. Hagamos más: amemos a nuestros enemigos. El
cristiano es capaz de un acto tal de caridad. ¡Cuán difícil es este amor
para aquél que no consulta sino la naturaleza; pero cuán fácil para aquél que
considera a Jesús expirando en la cruz por sus enemigos! Al hablar de San Esteban,
dice San Gregorio: Ofrece a Dios algo
más grande que la muerte: la moderación del alma y el amor a los enemigos.
Practicad la Caridad
(incluso con los enemigos). Orad por vuestros parientes y amigos
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