martes, 21 de junio de 2022

PERSECUCIONES DEL DEMONIO QUE SUFRIÓ LA BEATA VERONICA DE JULIANIS.


 


NOTA: Cuando se escribió este libro (1812) la hoy “SANTA” todavía era beata.

 

   A si como el hombre tiene un ángel bueno asignado por Dios para que le guarde con solicitud, le ayude con amor, y le defiende con poder, como asegura San Gerónimo y otros padres de la Iglesia: asi también añade el angélico doctor Santo Tomás  tiene otro malo que le persigue con tentaciones para precipitarle en la culpa. Los asaltos de los demonios a los hombres tentándolos y persiguiéndolos, ya contra una, ya contra otra virtud que practican son efectos de su malicia, envidiosos de los aprovechamientos que con la tentación procuran impedir; pero el orden de esta impugnación es de Dios que sabe usar de los males en orden a los bienes, enseña el citado santo doctor: Por medio pues del demonio deja el Señor que sean sus siervos combatidos, permitiendo que sean más fuertes los asaltos que les dé cuanto es más poderosa la gracia con que los fortalece, y más copioso el aprovechamiento que quiere saquen a gloria suya de las tentaciones. La vida del hombre es un campo de batalla sobre la tierra, como explica el Santo Job; a todos asalta el enemigo que nunca duerme; a todos quiere devorar el fiero león que los rodea; pero a ningún combate con más furor, e intenta destrozar con más fiereza, que a los que le resisten armados con mayor paciencia, y velan con mayor solicitud para no dejarse sorprender.

   No se puede explicar con palabras la envidia de lucifer contra los hombres, ni se puede referir la maliciosa astucia y los falaces engaños con que su indignación los persigue para apartarlos de la cruz, arrastrarlos al pecado, y privarlos de la gloria que perdió por su soberbia. Veremos estas verdades en los asaltos envidiosos que formó contra su enemiga la Beata Verónica. Procuró rendirla con engañosas tentaciones, horrendas apariciones, y cruelísimos tormentos, sólo con el fin de apartarla del camino de la penitencia y manchar así la  gran pureza de su conciencia: pues así cómo Dios permitió en el gran apóstol de las gentes, San Pablo, como por contrapeso de sus altísimos raptos, los pesados insultos del ángel de las tinieblas, dió también licencia a satanás para que afligiera y atormentara a nuestra gloriosa Beata, porque casi todo el tiempo que fué religiosa tuvo que tolerar, sufrir y vencer con la gracia poderosa de Dios, los fuertes asaltos que contra todas las virtudes le ataco el demonio. Fueron fuertísimas, casi continua, y por mucho tiempo obstinadas las tentaciones de impureza, de blasfemias, de desesperación, contra la fe, contra la esperanza, y contra las demás virtudes cristianas con que la persiguió. Le presentó su malignidad con frecuentísimas apariciones de espíritus infernales que veía con los ojos del cuerpo: se le aparecía unas veces en figura de Jesús y de María Santísima para engañarla; otras en forma y aptitud deshonestísimas para seducirla; y muchísimas en representación de serpientes, dragones, y monstruos horribles y espantosos.

   Es el demonio dice San Juan Crisóstomo, como el ladrón que no asalta las casas de los pobres sino las de los ricos y poderosos para despojarles de sus riquezas. Es como el pirata que despreciando la navecilla rota da caza y aborda a la que va cargada de ricas y preciosas mercaderías: y como era el alma de la Beata Verónica casa y templo de Dios donde habitaba el Espíritu Santo llenándola de sus preciosos dones, nave hermosa y cargada de merecimientos que navegaba con viento favorable hacia el deseado puerto, eran tan empeñosos los esfuerzos con que permitiéndolo Dios intentaba el enemigo asaltarle para despojarla, si lo pudiera conseguir, de todas alguna parte de sus riquezas; pero era tan al contrario, que quedando vencido el demonio dejaba a la sierva de Dios con el nuevo mérito de haberle tolerado con paciencia, y haber triunfado de él y de sus maliciosas asechanzas. Todos estos asaltos dió el demonio a nuestra Beata queriendo Dios que, fuese combatida para confusión del enemigo y provecho suyo, y del prójimo, aprendiendo en las muchas, peligrosas y molestas tentaciones que padeció, a compadecerse de los tentados y alentarlos a la paciencia para vencer al tentador.

   Mas aunque los demonios se vean vencidos, no cesan de tentar, afirma Santo Tomás, sino por algún tiempo y cuando nada consiguen con la guerra interior que hacen a los justos, rabiosos por vengarse de la resistencia que les ponen, y que tanto sienten, entonces exteriormente los maltratan, los persiguen, y permitiéndolo Dios les hacen como al Santo Job, el mal que pueden.

   “Asi se portó el demonio con malicia y rabia hacia la Beata Verónica, ya experimentando la varonil resistencia que les oponía cuando la tentaba interiormente, ya viendo la cruel guerra que le hacía procurando quitarle muchas almas que tenía por suyas: poseídos estos demonios de un infernal furor la acometían, lastimaban, y herían cruelmente; pero sin otro efecto que dejarla llena de más deseo de padecer por tan justa causa, y retirarse ellos más llenos de confusión al verse despreciados.

   Muchas veces le mortificaban estos espiritas infernales echándole la mesa del refectorio, y colocando en los platos y viandas cuando comía con las religiosas, inmundicias y suciedades puerquísimas para causarle asco e impedirle el tomar el sustento necesario; pero entonces la sierva de Dios tomaba abundantemente de ellas para despreciar asi, y vencer al enemigo. No satisfechos con esto los malvados espíritus, porque por todas partes se veían rechazados, hicieron con ella innumerables veces los más horribles destrozos: la cubrían de golpes cruelísimos, y estropeaban su delicado cuerpo hasta dejarla sin fuerzas ni sentidos, llena visiblemente de cardenales, hinchada la garganta y cabeza, toda muy mal herida, rotos los huesos de los brazos y las manos hechas ascuas de fuego. Todas estas molestias, y otras muchas con que exteriormente perseguían los demonios rabiosos a nuestra Beata, las toleraban y sufría con resignación y paciencia, despreciándolos y dominándolos con admirable valor y presencia de espíritu. Con esto, la alta y divina providencia que sabe preparar las almas para depositar en ellas las riquezas imponderables de los soberanos dones, preparando y disponiendo esta dichosa criatura sacándola de tantos trabajos más acrisolada, y elevándola a estados más encumbrado de pureza, comunicándole los tesoros riquísimos de su cruz, medio propio adecuado para enriquecerla de las gracias, favores y beneficios estupendos”

 

“Vida de la Beata Verónica Julianis”

Año 1812

 

 


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