NOTA: Cuando
se escribió este libro (1812) la hoy “SANTA” todavía era beata.
A si como el
hombre tiene un ángel bueno asignado por Dios para que le guarde con solicitud,
le ayude con amor, y le defiende con poder, como asegura San Gerónimo
y otros padres de la Iglesia: asi también añade el angélico doctor Santo Tomás tiene otro malo
que le persigue con tentaciones para precipitarle en la culpa. Los
asaltos de los demonios a los hombres tentándolos y persiguiéndolos, ya contra
una, ya contra otra virtud que practican son efectos de su malicia, envidiosos
de los aprovechamientos que con la tentación procuran impedir; pero el orden de
esta impugnación es de Dios que sabe usar de los males en orden a los bienes, enseña
el citado
santo doctor: Por
medio pues del demonio deja el Señor que sean sus siervos combatidos, permitiendo
que sean más fuertes los asaltos que les dé cuanto es más poderosa la gracia
con que los fortalece, y más copioso el aprovechamiento que quiere saquen a
gloria suya de las tentaciones. La vida del
hombre es un campo de batalla sobre la tierra, como explica el Santo Job; a todos asalta el enemigo que nunca duerme; a todos
quiere devorar el fiero león que los rodea; pero a ningún combate con más furor,
e intenta destrozar con más fiereza, que a los que le resisten armados con
mayor paciencia, y velan con mayor solicitud para no dejarse sorprender.
No se puede explicar con palabras la envidia
de lucifer contra los hombres, ni se puede referir la
maliciosa astucia y los falaces engaños con que su indignación los persigue
para apartarlos de la cruz, arrastrarlos al pecado, y privarlos de la gloria que
perdió por su soberbia. Veremos estas verdades en los asaltos envidiosos
que formó contra su enemiga la Beata Verónica. Procuró rendirla con engañosas tentaciones, horrendas
apariciones, y cruelísimos tormentos, sólo con el fin de apartarla del camino
de la penitencia y manchar así la gran pureza
de su conciencia: pues así cómo Dios permitió en el gran apóstol de las gentes, San Pablo,
como por contrapeso de sus altísimos raptos, los pesados insultos del ángel de
las tinieblas, dió también licencia a satanás para que afligiera y atormentara a
nuestra gloriosa Beata, porque casi todo el tiempo que fué religiosa tuvo que
tolerar, sufrir y vencer con la gracia poderosa de Dios, los fuertes asaltos
que contra todas las virtudes le ataco el demonio. Fueron fuertísimas, casi
continua, y por mucho tiempo obstinadas las tentaciones de impureza, de blasfemias,
de desesperación, contra la fe, contra la esperanza, y contra las demás virtudes
cristianas con que la persiguió. Le presentó su
malignidad con frecuentísimas apariciones de espíritus infernales que veía con
los ojos del cuerpo: se le aparecía unas veces en figura de Jesús y de María Santísima para engañarla; otras en forma y aptitud deshonestísimas para
seducirla; y muchísimas en representación de serpientes, dragones, y monstruos
horribles y espantosos.
Es el demonio
dice San Juan Crisóstomo, como el
ladrón que no asalta las casas de los pobres sino las de los ricos y poderosos
para despojarles de sus riquezas. Es como el pirata que
despreciando la navecilla rota da caza y aborda a la que va cargada de
ricas y preciosas mercaderías: y como era el alma de la Beata Verónica
casa y templo
de Dios donde habitaba el Espíritu Santo llenándola de sus preciosos dones, nave
hermosa y cargada de merecimientos que navegaba con viento favorable hacia el
deseado puerto, eran tan empeñosos los esfuerzos con que permitiéndolo Dios
intentaba el enemigo asaltarle para
despojarla, si lo pudiera conseguir, de todas alguna parte de sus riquezas;
pero era tan al contrario, que quedando vencido el demonio dejaba a la sierva
de Dios con el nuevo mérito de haberle tolerado con paciencia, y haber
triunfado de él y de sus maliciosas asechanzas. Todos
estos asaltos dió el demonio a nuestra Beata queriendo Dios que, fuese
combatida para confusión del enemigo y provecho suyo, y del prójimo, aprendiendo
en las muchas, peligrosas y molestas tentaciones que padeció, a compadecerse de
los tentados y alentarlos a la paciencia para vencer al tentador.
Mas aunque los demonios se vean vencidos, no cesan de tentar, afirma Santo Tomás, sino por algún tiempo y cuando nada consiguen con la guerra interior que hacen a los justos, rabiosos por vengarse de la resistencia que les ponen, y que tanto sienten, entonces exteriormente los maltratan, los persiguen, y permitiéndolo Dios les hacen como al Santo Job, el mal que pueden.
“Asi
se portó el demonio con malicia y rabia hacia la Beata Verónica, ya
experimentando la varonil resistencia que les oponía cuando la tentaba interiormente,
ya viendo la cruel guerra que le hacía procurando quitarle muchas almas que
tenía por suyas: poseídos estos demonios de un infernal furor la acometían,
lastimaban, y herían cruelmente; pero sin otro efecto que dejarla llena de más deseo
de padecer por tan justa causa, y retirarse ellos más llenos de confusión al
verse despreciados.
Muchas veces le mortificaban estos espiritas
infernales echándole la mesa del refectorio, y colocando en los platos y viandas
cuando comía con las religiosas, inmundicias y suciedades puerquísimas para
causarle asco e impedirle el tomar el sustento necesario; pero entonces la
sierva de Dios tomaba abundantemente de ellas para despreciar asi, y vencer al
enemigo. No satisfechos con esto los malvados espíritus, porque por todas partes
se veían rechazados, hicieron con ella innumerables veces los más horribles
destrozos: la cubrían de golpes cruelísimos, y estropeaban su delicado cuerpo
hasta dejarla sin fuerzas ni sentidos, llena visiblemente de cardenales, hinchada
la garganta y cabeza, toda muy mal herida, rotos los huesos de los brazos y las
manos hechas ascuas de fuego. Todas estas molestias, y otras muchas con que
exteriormente perseguían los demonios rabiosos a nuestra Beata, las toleraban y
sufría con resignación y paciencia, despreciándolos y dominándolos con
admirable valor y presencia de espíritu. Con esto, la alta y divina providencia
que sabe preparar las almas para depositar en ellas las riquezas imponderables
de los soberanos dones, preparando y disponiendo esta dichosa criatura sacándola
de tantos trabajos más acrisolada, y elevándola a estados más encumbrado de
pureza, comunicándole los tesoros riquísimos de su cruz, medio propio adecuado
para enriquecerla de las gracias, favores y beneficios estupendos”
“Vida de la Beata Verónica Julianis”
Año 1812
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