DÍA PRIMERO.
Puesto de rodillas delante de alguna Imagen
de nuestro Señor Jesucristo se dice el siguiente:
ACTO DE CONTRICIÓN.
Señor mío Jesucristo Dios y hombre verdadero,
rico en misericordias y piedades, que para darnos la más realzada prueba de tu
ardiente caridad, e infinito amor hacia nosotros, derramaste todo el inestimable
licor de tu Preciosísima Sangre, en tanto grado, que después de haber expirado
en la cruz para nuestro remedio, quisiste que aquella cruel lanza te sacase la
poca que habia queda do en tu ya difunto cuerpo: todo a fin de que conociésemos
los hombres el infinito amor con que solicitas nuestra salvación. Pero ¡O Jesús
mío! ¿Qué es lo que encuentras en los mismos hombres en recompensa de tanto
amor? ¿Qué? ingratitudes, ofensas, pecados y transgresiones de tu suave y santa
ley. Esto es verdad, y ojalá y no lo fuera. Ya lo confieso mi Dios delante del
cielo, y de la tierra. Ingratamente te he agraviado. Te he ofendido con el
continuo quebrantamiento de tus santos Mandamientos; pero si lo que quieres de
mí y de todo pecador es, que se convierta a tú y viva eternamente, heme aquí
arrepentido de lo íntimo de mi corazon. Pésame mi Jesús de haberte ofendido.
Quisiera morir a la fuerza del dolor de haber pecado. Perdóname mi Jesús que yo
te doy palabra de ser en lo de adelante (ayudado de tu divina gracia) muy otro
de lo que hasta aquí he sido. No se malogre en mí tanta Sangre derramada. En
este rico tesoro de tu Sangre Preciosísima pongo toda mi esperanza para alcanzar
el perdón de tantas ofensas. Misericordia Señor, ten misericordia de mí por tu
Preciosísima Sangre. Amén.
ORACIÓN AL ETERNO PADRE
(Que se
repite todos los días.)
¡O Padre Eterno y Dios de todos los consuelos!
Atended benigno Y oíd misericordioso los clamores que desde la tierra os envía
la derramada Sangre de vuestro unigénito Hijo; vertida toda en beneficio de sus
hermanos los hombres, para reconciliarlos con vuestra divina Majestad, y
satisfacer por ellos sobreabundantemente a deuda de sus culpas y pecados, que
tanto irritan vuestra divida Justicia, y por respeto suyo perdonadnos misericordiosísimo
Padre, y derramad sobre nosotros vuestras paternales bendiciones, concediéndonos
eficaces auxilios para detestar las culpas, amaros y serviros en todo el
discurso de nuestra vida, y otorgadnos benigno por su Preciosísima Sangre, lo
que en esta Novena solicitamos, si es conforme a vuestro divino beneplácito; y
si no lo es conformad nuestra voluntad con la vuestra, para que agradándoos en todo,
y en nada ofendiéndoos, os sirvamos fielmente hasta la muerte y despues de ella
os gocemos en la Gloria por los siglos de los siglos. Amén.
PUNTO DE MEDITACIÓN.
Contempla alma mía, como viendo tu amorosísimo
Jesús al mundo tan pobre de celestiales tesoros, deseó con indecibles ansias su
socorro, y enriquecerlo con abundancia; y sabiendo muy bien que estos mismos
ricos tesoros los tenia dentro de sí, y en sus propias venas, deseaba mucho la
hora de comunicarlos; y el excesivo amor que a los hombres tenia, le tenían violento
hasta enriquecerlos con ellos, y derramarlos para su bien: que como el amor es
impaciente no se puede contener ni sabe disimular sus llamas, ni retardar su
actividad, y mientras no ve cumplidos sus deseos un punto de dilación se le
hacen mil años; por eso con el amoroso fuego que ardía en su pecho divino hacia
sus amados (aunque muy ingratos) los hombres, a los ocho días de su nacimiento,
vierte y derrama su Preciosísima Sangre como primicias o señal que les dió de
que en su edad crecida, la derramaría con abundancia por su amor. Atiende alma
la prisa que tu Jesús se da a derramar su Sangre en tan tierna edad, y dile
llena de humanidad y agradecimiento: Señor y Dios mío, ¿para qué tanta prisa? Por
qué tan presto derramáis esa vuestra Sangre? ¿Por qué no esperáis a que ha ya más
copia y más vigor en el cuerpo para derramarla? Y haz cuenta que te dice su
amor: “Alma, mi amor no consiente esperas. El fuego del amor no sufre tardanzas:
mi caridad aborrece dilaciones. Desde que tuve Sangre en la Encarnación y me
uní a la naturaleza humana, estuvo hirviendo en mis venas con las llamas de mi
caridad y amor, y está buscando ocasión para salir, y así para desahogar, y
refrigerar ésta llama vierto desde ahora ésta poca en testimonio y señal, que
toda la he de derramar por tu amor. Aprende a amar, alma mía, y a deshacerte
toda en amor de quien tanto te ama.”
Se rezan tres credos con Gloria Patri.
ORACIÓN.
¡O Jesús Dulcísimo de mi corazon! que no pudiendo
sufrir tu grande amor, y encendida caridad para con los hombres, sin más
esperas ni dilaciones en manifestarla a los mismos hombres, quisiste derramar
tu Preciosísima Sangre tan de antemano, que apenas contabas solos ocho días de
nacido cuando comenzaste a verterla en prueba y señal de que la derramarías
toda con abundancia, hasta no dejar gota de ella en tu cuerpo en llegando el
tiempo decretado por tu Eterno Padre: te damos humildes, y repetidas gracias
por la excesiva caridad con que nos amas, aun con el claro conocimiento de
nuestra torpe ingratitud, y vil correspondencia. Lávanos pues, Jesús mío, con
tu Preciosísima Sangre y enciende en nuestros helados corazones la dulce llama
de tu amor, para emplear todos los instantes de nuestra vida solo en amarte, y
servirte con la pronta observancia de tu divina ley, y crucifícanos con tu
temor santo, para que acabando la carrera de nuestra vida en gracia, pasemos a
gozar el fruto de tu derramada Sangre a la gloria por todos los siglos de los
siglos. Amén.
Se reza un Ave María a nuestra Señora y se concluye todos los días
con esta:
ORACIÓN.
¡O Purísima Virgen María dignísima Madre de
mi Señor Jesucristo! Dígnate Señora mía de ofrecer al Eterno Padre la Preciosísima
Sangre que tú ministraste a tu Santísimo Hijo en la Encarnación, para que
derramándola toda por redimirnos, nos abriese las puertas del paraíso que el
pecado tenia cerradas; y alcánzanos de su majestad amor a la virtud, y aborrecimiento
al pecado, y lo que en esta Novena pedimos si es de su divino beneplácito: y
juntamente la exaltación de la santa fe católica; la destrucción de las herejías,
vicios, y pecados mortales; la perpetua paz entre los cristianos Príncipes; la
conversión de los pecadores; la libertad de los cautivos; el descanso de las
almas santas del Purgatorio: y finalmente la perseverancia en gracia de los
Justos, para que aprovechándonos todos de este infinito tesoro de la derramada
Sangre de tu Santísimo Hijo, acabemos nuestra mortal vida en su divina gracia,
para gozarle en su gloria por todos los siglos de los siglos. Amén.
La Preciosísima
Sangre de Jesús nos favorezca en la vida, y en la muerte. Amén.
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