domingo, 26 de junio de 2022

Novena en honor de la “Preciosísima Sangre de Nuestro Señor Jesucristo” del año 1867.


 


DÍA CUARTO.

PUNTO DE MEDITACIÓN.

   Vamos o alma mía acercándonos al patio de Pilato a considerar el más lastimoso y tierno espectáculo, que jamás han visto los siglos: mira a tu atormentado Jesús desnudo su sacratísimo cuerpo y amarrado fuertemente con sogas y cordeles, a una columna de aquel edificio; y que rodeado de seis feroces, robustos e inhumanos verdugos, le amenaza cada uno con los crueles instrumentos con que intentan azotarle; y comenzando los dos primeros con unas varas cuajadas de espinas, siguen los segundos, y acaban los terceros, descargando sobre aquel virgíneo y delicadísimo cuerpo, más de cinco mil azotes. Atiende aquellas virginales carnes abiertas y despedazadas a la fuerza de la crueldad de los infernales ministros, y mírale por último cubierto de Sangre, no solo aquel virgíneo cuerpo desde la cabeza a los pies, sino también todo aquel ámbito del suelo cercano al divino cuerpo; pues con ella quiso regar la tierra. Sigue ahora ponderando las palabras de Job, como dichas por el mismo Señor a la tierra cubierta con su Sangre: terra ne operías Sanguinem meum. O tierra que quedaste llena, de bendiciones después que los frutos que has producido me han tocado, y servido de instrumentos en mi Pasión: tus sogas me ataron: de las pieles de tus animales hicieron látigos, que me despedazaron a puros azotes: por tanto te ruego ahora que no cubras, ni ahogues mi Sangre para que beban las almas de este manantial con el que apagues los incendios carnales, las llamas de la cólera, y todos los ardores, y desordenados incendios de las pasiones amotinadas contra ellas. No la encierres para que dé voces a los hombres, y les asegure que si arrepentidos no buscan, los admitiré a mi reconciliación; y si me amaren, a mi amistad, a mis favores y regalos. No la escondas para que siempre les esté diciendo, que me hace grande injuria el que desconfía de mi misericordia, de la verdad de mis promesas, de la caridad con que les amo, del poder con que los redimo, y de los merecimientos de mi Pasión y muerte que tan liberal les doy

   Aliéntate, alma, con tan celestiales promesas, y correspóndelas con un incesante amor a tan dulce Amante.

Los tres credos gloriados.

ORACIÓN.

   ¡Oh Amabilísimo Jesús, y destrozado dueño de mi vida! ¿Qué exceso de amor es este que así te hace derramar tu Sacratísima Sangre con tanta abundancia hasta regar la tierra? ¿Pero qué pregunto?

¡Oh corazon mío ingratísimo sobre manera! ¿Cómo la Sangre de este inocentísimo cordero no te ablanda? ¿Cómo el calor de tanto fuego no te enciende? ¿Cómo no hierve viendo hervir por tu amor la Sangre de Jesús? ¿Cómo vives viéndole atado en aquel helado mármol, y hecho todo fuentes de vida para darte vida? ¡Oh dolor! ¡Oh ingratitud! báñame, Jesús mío, con esta tu ferviente y encendida Sangre; baña mi corazon helado y frio, para que todo hierva y arda en amor tuyo, y viva solamente para tí supuesto que tanto me amas, que derramas toda tu Sangre por mí, y deseoso de verme todo abrasado en amorosas llamas de tu amor; por tanto, mi Jesús, dígnate de derramar esta tu preciosísima Sangre sobre este mi corazon: caiga siquiera una pequeña gota en él, para que le abrase en tu amor, y en lo de adelante viva una vida toda empleada en amarte, para merecer despues de ella, una eternidad de gozarte en tu gloria. Amén Jesús.

La Preciosísima, Sangre &…

 

 

 


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