DÍA
CUARTO.
PUNTO DE
MEDITACIÓN.
Vamos o alma mía acercándonos al patio de
Pilato a considerar el más lastimoso y tierno espectáculo, que jamás han visto
los siglos: mira a tu atormentado Jesús desnudo su sacratísimo cuerpo y
amarrado fuertemente con sogas y cordeles, a una columna de aquel edificio; y
que rodeado de seis feroces, robustos e inhumanos verdugos, le amenaza cada uno
con los crueles instrumentos con que intentan azotarle; y comenzando los dos
primeros con unas varas cuajadas de espinas, siguen los segundos, y acaban los
terceros, descargando sobre aquel virgíneo y delicadísimo cuerpo, más de cinco
mil azotes. Atiende aquellas virginales carnes abiertas y despedazadas a la
fuerza de la crueldad de los infernales ministros, y mírale por último cubierto
de Sangre, no solo aquel virgíneo cuerpo desde la cabeza a los pies, sino
también todo aquel ámbito del suelo cercano al divino cuerpo; pues con ella
quiso regar la tierra. Sigue ahora ponderando las palabras de Job, como dichas
por el mismo Señor a la tierra cubierta con su Sangre: terra ne operías
Sanguinem meum. O tierra que quedaste llena, de bendiciones después que los
frutos que has producido me han tocado, y servido de instrumentos en mi Pasión:
tus sogas me ataron: de las pieles de tus animales hicieron látigos, que me
despedazaron a puros azotes: por tanto te ruego ahora que no cubras, ni ahogues
mi Sangre para que beban las almas de este manantial con el que apagues los
incendios carnales, las llamas de la cólera, y todos los ardores, y desordenados
incendios de las pasiones amotinadas contra ellas. No la encierres para que dé
voces a los hombres, y les asegure que si arrepentidos no buscan, los admitiré a
mi reconciliación; y si me amaren, a mi amistad, a mis favores y regalos. No la
escondas para que siempre les esté diciendo, que me hace grande injuria el que
desconfía de mi misericordia, de la verdad de mis promesas, de la caridad con
que les amo, del poder con que los redimo, y de los merecimientos de mi Pasión
y muerte que tan liberal les doy
Aliéntate, alma, con tan celestiales
promesas, y correspóndelas con un incesante amor a tan dulce Amante.
Los tres
credos gloriados.
ORACIÓN.
¡Oh Amabilísimo Jesús, y destrozado dueño de
mi vida! ¿Qué exceso de amor es este que así te hace derramar tu Sacratísima
Sangre con tanta abundancia hasta regar la tierra? ¿Pero qué pregunto?
¡Oh corazon mío
ingratísimo sobre manera! ¿Cómo la Sangre de este inocentísimo cordero no te
ablanda? ¿Cómo el calor de tanto fuego no te enciende? ¿Cómo no hierve viendo
hervir por tu amor la Sangre de Jesús? ¿Cómo vives viéndole atado en aquel
helado mármol, y hecho todo fuentes de vida para darte vida? ¡Oh dolor! ¡Oh ingratitud!
báñame, Jesús mío, con esta tu ferviente y encendida Sangre; baña mi corazon helado
y frio, para que todo hierva y arda en amor tuyo, y viva solamente para tí
supuesto que tanto me amas, que derramas toda tu Sangre por mí, y deseoso de
verme todo abrasado en amorosas llamas de tu amor; por tanto, mi Jesús, dígnate
de derramar esta tu preciosísima Sangre sobre este mi corazon: caiga siquiera
una pequeña gota en él, para que le abrase en tu amor, y en lo de adelante viva
una vida toda empleada en amarte, para merecer despues de ella, una eternidad
de gozarte en tu gloria. Amén Jesús.
La
Preciosísima, Sangre &…
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