lunes, 27 de junio de 2022

Novena en honor de la “Preciosísima Sangre de Nuestro Señor Jesucristo” del año 1867.

 



DÍA QUINTO.

PUNTO DE MEDITACIÓN.

 

   Sigue ¡Ho alma mía! contemplando atentamente la horrible carnicería que en el destrozado cuerpo de tu amante Padre Jesucristo ejecutó la crueldad de aquellos inhumanos verdugos, y mira como estando ya su Majestad casi en términos de morir, y con repetidos parasismos de tal manera despedazado, que ya no habia carne que azotar, sino solos huesos descarnados, y como reveló nuestra Señora a Santa Brígida: “Como mi Hijo estuviese todo cubierto de su sangre, y todo su cuerpo tan rastrado, que ya de los pies a la cabeza no habia parte sana en donde pudiesen azotarle, entonces uno de los que estaban allí viendo que le mataban, asustado y temeroso del mal que les podía venir a los verdugos si le quitaban la vida antes de la sentencia, corrió y preguntóles, que ¿cómo sin estar sentenciado a muerte le quitaban la vida? Y sin aguardar respuesta sacó un cuchillo, y cortó las sogas.” Hasta aquí nuestra Señora y Santa Brígida; y ahora alma mía, tú que lo estas contemplando, considera a tu Jesús nadando y casi ahogado en aquel lago que de su preciosísima Sangre se habia hecho sobre la tierra, y haz cuenta que le oyes decirle a la misma tierra las palabras de Job, que ya hemos meditado: terra ne operías, Sanguinem meum ¡Ho, tierra depósito de mi derramada Sangre! no la escondas ni encubras para que viéndola los hombres toda vertida y derramada por sus pecados, se azore y amedrente el espíritu, y conciba un grande furor contra estos mismos pecados, los aborrezca, les haga guerra, y antes den la vida los hombres, y mil vidas que tuvieran, que volverme a ofender, atendiendo al encendido amor con que por ellos derramo mi Sangre. No la ocultes para que avise al hombre que le tengo que pedir rigurosa cuenta de ella, y de que vive de la misma manera, y con el mismo descuido, después que a tanta costa fué lavado con mi Sangre, como si no lo hubiera sido. Le diga que se enmiende y no multiplique pecados, para que pida perdón, y no castigo: misericordia, y no justicia.

   Repasa bien alma mía estos puntos y aprovéchate de tan celestial doctrina.

Los tres credos gloriados.

   ¡Ho Jesús amabilísimo de mi vida! ¡Maltratado y despedazado dueño de mi corazon! ¿Cómo no se me rasga éste en menudos pedazos al verte caído, y casi ahogado en este lago de tu preciosísima derramada sangre? ¿Cómo tengo alientos para meditar estos tiernísimos pasos, sin derramar abundantes lágrimas? ¿Qué haré yo, Jesús mío, para alcanzar este don de lágrimas, con que deseo llorar tu amarga Pasión? Pero ya sé lo que he de hacer, acogerme a esta misma Sangre preciosísima. Aquí me quiero estar al pie de esta columna en que por mí sufriste tanta multitud de cruelísimos azotes. Dame licencia, Señor, para estarme aquí, que según es tu benignidad y amor, espero no me la negarás, ni te desdeñarás que los arroyos de tu preciosísima Sangre caigan sobre mí, pues los derramas con tanta abundancia y liberalidad para lavar y sanar pecadores. Caiga, Señor, caiga sobre mí este licor preciosísimo con que he de quedar tan limpio y tan hermoso. Sí, mi Jesús, lávame y purifícame con tu preciosísima Sangre, de todas las manchas que en mi alma han ocasionado la multitud y malicia de mis pecados, para que limpio de todas ellas, alabe, ame y sirva con un corazon contrito, limpio y humillado, a un Señor que me amó tanto, que no dudó derramar su Sangre y perder su vida por mí; para que viviendo y muriendo en tu santísima gracia, merezca tu eterna gloria, en donde te goce y alabe por todos los siglos de los siglos. Amén.

La Preciosísima Sangre &…


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