San Juan de Mata,
fundador de la Orden de la Santísima Trinidad fué natural de Faucón, en la
Provenza, y apenas nacido le consagró Su madre a la Santísima Virgen.
Estudió las letras sagradas y divinas en la
universidad de París, donde recibió el grado de doctor, y en el instante en que
el obispo le imponía las manos para ordenarle de sacerdote, vióse una columna
de fuego sobre la cabeza del santo, y este prodigio se renovó en su primera
Misa. En aquel mismo día, al elevar la
sagrada Hostia, le apareció un ángel, vestido de blanco con una cruz roja y
azul en el pecho, y con las manos cruzadas o trocadas sobre dos cautivos, el
uno cristiano y el otro infiel, en ademán de trocar el uno por el otro. Para
conocer la divina voluntad y disponerse a su cumplimiento, se fué a donde hacía
vida celestial san Félix de Valois. Conversaban un día los dos santos al pie de
una fuente, y vieron venir un ciervo que entre las dos astas traía una cruz
roja y azul como la que había visto san Juan de Mata en la vestidura del ángel,
y con esta nueva maravilla determinaron los dos de, salir del yermo, y de ir
juntos a Roma e instituir con la aprobación del Papa una Orden para la
redención de los cautivos.
Hallábase el romano Pontífice dudoso acerca de lo que había de hacer, y estando diciendo
Misa en San Juan de Letrán,
le apareció también el ángel que vió san Juan de Mata en su
primera Misa, por lo cual aprobó con
elogio la nueva Religión, y quiso que los que la profesasen vistiesen el hábito blanco con
una cruz roja y azul en el pecho.
Todos
miraban aquellos santos religiosos como ángeles de la caridad y el rey de
Francia, Felipe Augusto, les colmó de beneficios. Luego que el santo pasó a África,
encendió la fe casi apagada de los cautivos, y a trueque de librarles de sus cadenas, ofrecía sus limosnas a los moros, su misma libertad y su vida. No
pocas veces se vió a punto de ser degollado por los bárbaros, y un día le
hallaron en la ciudad de Túnez, cubierto de heridas y tendido en un charco de
su propia sangre. Y después de haber rescatado a muchos cautivos y fundado
muchos conventos de su Orden admirable en Italia, Francia y España, lleno de
trabajos y merecimientos, entregó su espíritu al Señor, a los sesenta y un años
de edad.
Por
tres o cuatro meses estuvo expuesto su sagrado cadáver en la iglesia de su
convento de santo Tomás, con
licencia del Papa Inocencio III, para satisfacer a la devoción de los fieles,
los cuales en gran número concurrieron a venerarle, viendo los muchos prodigios
que obraba el Señor por su intercesión.
REFLEXIÓN: Dice
el apóstol san Pablo: “Donde está el
espíritu de Dios, allí está la verdadera libertad”. (2a. Cor. III, 17). Por
esta causa nuestra Religión divina siempre ha sido enemiga así de la esclavitud
del cuerpo como de la servidumbre del espíritu. Ella quebrantó para siempre las
cadenas de la esclavitud, y a los esclavos, que se llamaban cosas de sus
dueños, llamó con el nombre de hermanos y de hijos de Dios; ella rescató a los
cautivos de la tiranía de los moros; aun a costa de los bienes, de la libertad,
y aún de la vida de sus hijos más amados; y ahora protesta de continuo contra
el tráfico que todavía hacen de los negros algunas naciones civilizadas. En
orden a la libertad del espíritu, ¿quién duda que valga mil veces más que la
fuerza brutal para hacer virtuosos a los ciudadanos?
ORACIÓN:
Oh Dios, que te dignaste instituir la Orden de la Santísima Trinidad, para la redención
de los cautivos, por medio de san Juan de Mata,
valiéndote de una visión celestial, te suplicamos que por tu gracia, y por sus
méritos seamos libres del cautiverio de alma y cuerpo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
“FLOS SANCTORVM”
Año 1949
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