Publicación
de nuestra colaboradora: Fátima de Jesús
¡EL AVE MARÍA!
La Santísima Virgen agradece muchísimo este
saludo, porque al oírlo se le renueva el gozo que sintió cuando el arcángel San Gabriel le anunció que iba
a ser la Madre de Dios. Nosotros
debemos saludarla con el Ave María
con esta misma intención. Dice Tomás de
Kempis: Saludadla con la
salutación angélica, porque este saludo lo escucha muy complacida. Dijo la
Virgen a santa Matilde que nadie puede saludarla mejor que con el Ave
María. El
que saluda a María, será saludado por ella.
San Bernardo oyó cómo una vez la Virgen lo saludaba
desde una imagen, y le decía: Dios te salve, Bernardo. El
saludo de María consistirá en alguna gracia con que corresponde siempre al que
le saluda. Añade Ricardo de San
Lorenzo: Si uno se acerca a
la Madre del Señor diciéndole Ave María, ¿acaso ella le podrá negar la gracia?
La Virgen María le prometió a santa Gertrudis tantos auxilios en
la hora de la muerte cuantas fuesen las avemarías que le había rezado.
Afirma el beato Alano que al
rezar el Ave María, así como goza todo el cielo, así tiembla y huye el demonio.
Esto lo confirmó con su experiencia Tomás de Kempis,
quien al decir Ave María puso en fuga al demonio que se le había aparecido.
Este obsequio lo podemos practicar así:
l) Rezando
por la mañana y por la noche tres avemarías con el rostro en tierra o al menos
de rodillas, añadiendo después de cada avemaría la oración: “Oh María, por tu Pura e Inmaculada Concepción, haz casto
mi cuerpo y santa mi alma”. Luego pedirle la bendición a María como
nuestra Madre que es. Así lo hacía San Estanislao. Después colocarse bajo el manto protector de
nuestra Señora, pidiéndole que nos libre durante el día o la noche sin pecado.
A conseguir esto ayuda tener una imagen de la Virgen cerca del lecho.
II) Rezando el Ángelus con las tres
avemarías acostumbradas al amanecer, al mediodía y al caer la tarde. En tiempo
de pascua se reza la antífona Regina coeli.
III) Saludando
a la Madre de Dios con el Ave María al oír el reloj. San Alonso Rodríguez
saludaba a María cada hora. De noche, los ángeles le despertaban para que no
interrumpiese esta devoción.
IV) Saludando
a la Virgen al salir de casa o al entrar, para que dentro o fuera nos libre del
pecado.
V) Saludando
con el Ave María a toda imagen de la Virgen que encontremos. Con esta intención
es bueno que haya imágenes devotas de María en las puertas o en los muros de
las casas para dar ocasión de reverenciarla a los que pasan. En Nápoles, y más
en Roma, se encuentran por las calles hermosísimas imágenes de nuestra Señora
colocadas por sus devotos.
VI) Será
cosa muy saludable rezar un Ave María al principio o al fin de las acciones, ya
sean éstas espirituales, como la oración, la confesión, la comunión, la lectura
espiritual, oír la predicación, etc., ya sean temporales, como estudiar, dar
buenos consejos, trabajar, sentarse a la mesa, acostarse y otras semejantes. ¡Dichosas las acciones que van enmarcadas entre dos
avemarías! Y así, al levantarse por la mañana o al cerrar los ojos para
dormir, en toda tentación, en todo peligro, en todo impulso de cólera y cosas
similares, rezar siempre el Ave
María. Hazlo así, mi querido lector, y verás el gran provecho que de esta
práctica sacarás. Refiere el P. Auriema que la Santísima Virgen prometió a Santa Matilde la
gracia de una santa muerte si le recitaba todos los días tres veces el Ave
María en honor de su sabiduría, potencia y bondad.
“LAS
GLORIAS DE MARÍA”
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.