Habiendo caído el traidor Judas de la cumbre del
apostolado, y acabado la vida con desdichado fin, escribe san Lucas en los Hechos Apostólicos, que después de la Ascensión de Cristo nuestro Salvador a los cielos,
estando todos los apóstoles y los otros discípulos del Señor juntos, se levantó
san Pedro como cabeza y Pastor universal
de todos, y después de haberles referido brevemente la maldad y castigo de
Judas, les dijo que para cumplirse la profecía de David, se había de escoger
uno de los que allí estaban y habían conversado con Cristo desde el bautismo de
san Juan Bautista, hasta el día en que .subió a los cielos, y pareciendo
bien a todos los que allí estaban, y eran como ciento y veinte personas, de
común acuerdo escogieron dos entre todos: a José, que por su gran santidad llamaban Justo, y a Matías.
Ambos eran de los setenta y dos discípulos. Pusiéronse
luego todos en oración, suplicando humildemente al Señor que pues él solo
conocía los corazones, les manifestase a cuál de los dos había escogido, y cayó la suerte sobre Matías, concurriendo
con gran consentimiento los votos en su persona.
Desde aquel día fue contado con los once
apóstoles, y habiendo recibido con ellos y los discípulos el Espíritu Santo,
comenzó a predicar el misterio escondido e inefable de la Cruz, con gran santidad
de vida y con una lengua de fuego divino que encendía los corazones de los que
le oían. Después, en el repartimiento que hicieron los sagrados apóstoles de
las provincias en que habían de predicar, a
san Matías le cupo Judea, donde convirtió muchos pueblos al Señor, y penetrando
con su predicación doctrina hasta lo interior de Etiopía, padeció muchos y muy
graves trabajos de caminos por tierras ásperas y fragosas, y de persecuciones
de los gentiles.
Finalmente, después de haber alumbrado con la luz de
Cristo muchos pueblos que estaban asentados en tinieblas y sombras de muerte,
selló como los demás apóstoles, con su sangre, la doctrina del Evangelio,
muriendo apedreado y descabezado por amor de su divino Maestro.
Su
sagrado cuerpo, según la más constante tradición, fué traído a Roma por santa
Elena, y hasta hoy se venera en la iglesia de santa María la Mayor, la más
considerable parte de sus reliquias. Asegúrase que la otra parte de ellas se la
dio la misma santa emperatriz a san Agricio, arzobispo de Tréveris, quien las
colocó en la iglesia llamada de San Matías.
Reflexión:
Nos dice el Espíritu Santo: “Conserva la gracia que tienes para que no reciba otro tu
corona.” Y la infelicísima suerte de Judas, a quien arrebató san Matías
la corona gloriosa del Apostolado, nos ha de hacer temblar y entender que no
hay lugar seguro en esta vida, si el hombre no vive con cuidado y recato, pues Lucifer
cayó en el cielo, nuestro padre Adán en el paraíso, y Judas en el Colegio apostólico
en compañía del Señor. ¡Oh qué tremendos son los
juicios divinos! Teme, pues, y ama a Dios. Guarda con toda diligencia tu
corazón y procura tenerlo siempre limpio y puro; si pecares, humíllate, y por muchos y muy graves que sean tus pecados, aunque
negares a Dios y vendieres a Cristo (que nunca el Señor lo permita), nunca
desesperes, como Judas, del perdón, porque nunca puede ser tan grave tu
malicia, que sobrepuje a la misericordia de Dios. Más si te obstinares
en tus pecados, si quisieres estar de asiento en tus vicios, teme a aquel Señor
que puede dar a otro la corona que te había reservado en el cielo.
Oración: ¡Oh
Dios! que te dignaste agregar al Colegio de tus apóstoles al bienaventurado
san Matías, concédenos por su intercesión
que experimentemos siempre los efectos de tus misericordiosas entrañas. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
“FLOS
SANCTORVM”
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.