lunes, 13 de febrero de 2017

LA VOLUNTAD DE DIOS, HOY – Por Andrés de Asboth.





   “He aquí la esclava del Señor, hágase en Mí según tu palabra” (Lucas 1, 38). Esta contestación de María Santísima al anuncio del Arcángel San Gabriel encierra toda la perfección y sabiduría humana, la absoluta conformación de la voluntad con la de Dios. Nada más a propósito para los tiempos actuales, tan llenos de “cristianismo adulto” y de “autonomías” que meditar estas palabras. Nuestra Señora, que es la Inmaculada, la que nuca tuvo pecado alguno, dijo en verdad ––pues de su boca no podía salir mentira–– que era la esclava del Señor, es decir, éste era el estado que le correspondía. No pretendió hablar como la más perfecta de las criaturas, ni alegar méritos, si no tan sólo cumplir la voluntad del Altísimo. Por eso mereció ser llamada Bienaventurada por todas las generaciones, ser Madre del Redentor, Mediadora de todas las gracias y Reina de todo lo creado, lo que significa Señora en el sentido más estricto de la palabra, es decir a la que todo está sujeto en los cielos y tierra. Ella es un ejemplo viviente de la palabra de Cristo: “Cualquiera que se ensalza será humillado y quien se humilla será ensalzado” (Lucas 14, 11).

   Para santificarse es necesario hacer la voluntad de Dios. Hasta la mortificación, la pobreza y las obras, si se hacen contra su voluntad, no sólo no sirven un ápice para la salvación si no que son  nefastos, pues el hombre ha sido creado para conocer, amar y servir a Dios y después gozarlo eternamente y no para realizar tal o cual acto heroico y  vanagloriarse de él.

   No es con la constante afirmación de unos pretendidos derechos humanos que se eleva el hombre sino siguiendo el camino de la Cruz. Jesucristo no dijo: reclama derechos, sino: “si alguno quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo y cargue su cruz y sígame” (Marcos 8, 34). No predicó el orgullo ni la rebelión, sino la humildad y la pureza, virtudes de María, contra las cuales mueve Satanás la guerra religiosa de la revolución anticristiana, utilizando profundas transformaciones sociales para crear un mundo ateo en que esas virtudes serían borradas de la faz de la tierra.

   Todas las épocas cristianas han sido marianas, más la actual debe serlo actualmente Dios lo quiere de un modo manifiesto. ¿Si es, como vivimos más arriba condición indispensable para cualquier progreso espiritual cumplir con la voluntad de Dios, cómo podemos imaginarnos que sea posible conseguir algún bien oponiéndose al deseo de Nuestro Señor que hizo bailar al sol delante de cincuenta mil personas para confirmarnos que quiere establecer en el mundo la devoción al Inmaculado Corazón de María, al que puso como piedra fundamental de la historia contemporánea? Para conseguir la paz tan ansiada por las naciones, necesitamos de poderosa intercesión. No sólo en FÁTIMA se ha visto el poder de Dios desplegarse para mostrarnos el único camino sino la Virgen ––que siempre hace la voluntad del Señor–– ha hablado en muchas oportunidades en los tiempos modernos desde su aparición en la rue du Bac a Santa Catalina Labouré. El mismo desarrollo dentro de la Iglesia del culto mariano, que tantos frutos excelentes ha dado, se debe atribuir a la acción del Espíritu Santo.

   Recordar esto es más actual  que nunca, en especial ahora en el cincuentenario de FÁTIMA, (NOTA: este año 2017 se cumplen los cien años de la aparición de Fátima) donde la grandeza de Dios se puso de manifiesto en alabanza de María, mostrándonos, por medio  de Ella, el único camino para construir la ciudad católica ––oración y penitencia.

   En el año 1917 se produjeron los dos acontecimientos de mayor significación histórica de nuestro siglo: el mensaje del cielo que nos infunde esperanza en el caos y la decadencia actual, y la tentativa del infierno ––por medio de la revolución de octubre–– de edificar una sociedad comunista, tentativa condenada al fracaso, por más éxitos temporales que se coseche, pues nadie puede vencer a Cristo Rey, quien en estos tiempos reservó a su Madre la misión de triunfar sobre los enemigos.

   Por eso los locos ––sí, locos, no dudamos subrayarlo y repetirlo otra vez–– y también instrumentos del Demonio, los que minimizan al cuto mariano y desalientan a la devoción popular, poniendo obstáculos en el camino de la solución de la crisis iniciada por la Reforma, cuya última es consecuencia es el comunismo que nos amenaza tanto desde afuera como desde adentro, infiltrado en todas nuestras instituciones, sien la toma de conciencia de esa civilización moderna con la cual, como lo señala el Syllabus, es imposible la reconciliación para la Iglesia.

   La solución única e irremplazable  es Nuestra Señora. Por eso la devoción mariana es tan actual y es una necesidad absoluta. Esto lo siente el pueblo fiel al resistirse de abandonarla a pesar de tantos profetas que andan por el mundo combatiéndola. La Virgen Santísima aplastará los errores modernos, para que se haga realidad lo anunciado hace cincuenta años (Nota: ya fue aclarado arriba el tema de las fechas):

   “AL FIN MI INMACULADO CORAZÓN TRIUNFARÁ”

   (“Roma”, n° 2, noviembre de 1967)


“PROGRAMA PARA LA TRADICIÓN”

Editorial ICTION. Año 1981. Bs. As. Argentina.

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