Santa Escolástica fué
hermana gemela del glorioso patriarca de los monjes de occidente, San Benito; y nació en una de las casas
más nobles de Italia, en la provincia del ducado de Espoleto, en Umbría. Era
estimada como una de las damas más hermosas y ricas de su tiempo, más al saber
que su santo hermano había fundado el monasterio de Monte Casino, determinó de imitarle en aquella vida tan religiosa y
perfecta, y no lejos de aquel monasterio fundó otro para sí y para las
doncellas que a su ejemplo dieron de mano a las cosas del mundo. Solo una vez
al año salía Santa Escolástica de su
encerramiento para visitar a su hermano San Benito,
y el varón de Dios la recibía con sus discípulos en una posesión vecina del
monasterio. La última vez que le visitó
rogó a su hermano que quisiese conversar con ella toda la noche de las cosas
del cielo. Le negó el hermano lo que pedía; y entonces bajando ella la cabeza y
apoyándola sobre las manos, recogió su alma e hizo una breve oración con muchas
lágrimas. Estaba el cielo sereno y estrellado, y lo mismo fué comenzar su
oración, que turbarse repentinamente el aire, y venir una tan brava tempestad
de relámpagos, truenos y copiosa lluvia, que ya no fué posible a su hermano y a
los monjes que le acompañaban la vuelta de aquel lugar al vecino monasterio.
Se quejó San Benito amorosamente
con su hermana, diciendo: “El Señor te
perdone, hermana, lo que has hecho”. Y ella replicó con santa gracia: “Te pedí a ti que me hicieses el placer de
quedarte, y no quisiste; lo he pedido al Señor, y mira cómo me ha oído; vete,
pues, ahora, si puedes”. Así pasaron toda la noche en santas y sabrosas
pláticas y amaneciendo, volvieron los hermanos a sus monasterios. Tres días después pasó de esta vida Santa
Escolástica, cuya alma purísima vio su hermano San Benito volar al cielo en
figura de una cándida paloma, y ordenó que enterrasen el santo cuerpo en la
sepultura que para sí tenía preparada. Con lo cual no separó el sepulcro
aquellos cuerpos cuyas almas tan unidas habían estado toda la vida.
Reflexión: El monasterio que labró Santa Escolástica no lejos del de su hermano
San Benito fué el origen de aquella Orden de religiosas que llegó a contar en
el occidente hasta catorce mil monasterios, en los cuales tantas nobles
doncellas y princesas ilustres se abrazaron con la cruz de Jesucristo. ¡Cuántas
se hubieran perdido entre los lazos y seducciones del mundo, y ahora gozan con
Santa Escolástica de la felicidad del cielo! Porque la casa religiosa es puerto
de salud, y antecámara del paraíso. A ella son llamadas por singular beneficio
del Señor las almas escogidas, para que desnudándose de las riquezas, deleites
y vanas libertades, se vean libres de las espinas de las culpas y congojas, que
punzan a los mundanos, y ahogan la semilla de las divinas inspiraciones. En
ella encuentran el verdadero tesoro de todas las virtudes, las cuales florecen
en la Religión, como en jardín donde tiene sus delicias el divino Esposo de las
almas. En ella gozan de la paz de Dios que sobrepuja todo sentido, y reciben
prendas seguras de eterna vida y de grande y eterna gloria.
Oración:
Oh Dios, que para mostrarnos el camino
de la inocencia, hiciste volar al cielo en forma de paloma el alma de tu virgen
Escolástica, concédenos por sus méritos y súplicas la gracia de llevar una vida
inocente para merecer los eternos goces del paraíso. Por Jesucristo, Nuestro
Señor. Amén.
FLOS SANCTORVM 1949.
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