Necesidad del ayuno y la abstinencia.
Ya
en la antigua ley, ya en la nueva, Dios ordena el ayuno... La Iglesia hace de
él un precepto Quitad la leña del fuego,
si queréis que mengüe la llama, dice un poeta.
Más, la concupiscencia es un fuego
devorador: es pues preciso hacer ayunar la carne...
Vale mucho mejor para vosotros, dice San Jerónimo,
que padezca más bien vuestro estómago que vuestra alma; vale mucho más mandar a
la carne, que obedecerle, vacilar con pié incierto y débil que caer en
impurezas.
Es con el rigor de los ayunos y de las
vigilias: que pueden rechazarse los dardos envenenados del demonio: muerto está
el que vive en medio de las delicias.
El
mismo Platón
prohibía comer carne dos veces al día, y saciarse. (Lib. De legib).
Necesidad del ayuno y de la abstinencia
para evitar el pecado…
Necesidad del ayuno y de la abstinencia para
expiar los pecados cometidos
Necesidad
del ayuno y de la abstinencia para vencer y rechazar al demonio.
¿En
qué consiste que no hemos podido arrojar a este demonio? decían los discípulos a Jesucristo. Él les
respondió: Estos
demonios: no pueden ser arrojados sino por medio de la oración y del ayuno. (Marco
IX. 27-28)
Es imposible ser casto
si uno no se mortifica… El ayuno es obligatorio.
Ejemplos
de ayuno y abstinencia.
Los ejemplos que tenemos del ayuno y de la
abstinencia, nos prueban su necesidad.
Moisés, Elias y
Jesucristo, ayunaron durante cuarenta días. Y la Iglesia, a
imitación de estos ayunos, estableció el de cuarenta días de la cuaresma.
Los primeros cristianos ayunaban todos los
días, y no tomaban más que una sola comida, que tenía lugar al ponerse el sol.
Los ermitaños, los anacoretas ayunaban
constantemente. En todos los siglos los religiosos han ayunado. Los verdaderos
fieles siempre han sido exactos en ayunar. Judith ayuna;
Esther, sentada en el trono, ayuna. Los
judíos tenían sus ayunos. Los
mahometanos tienen también los suyos, y los observan religiosamente.
Juan Bautista,
en el desierto, ayunó e hizo abstinencia todos los días durante treinta años;
su alimento consistía en miel salvaje y langostas. Todos los Ninivitas, desde el más pequeño al más
grande, desde el más joven al más viejo, desde el pobre hasta el rey, hicieron un
riguroso ayuno; y hasta obligaron a ayunar a los animales...
Excelencia del ayuno, sus admirables efectos y sus ventajas.
El
ayuno, dice San León, engendra los pensamientos castos, las voluntades
razonables y rectas, y los más saludables consejos: con esta aflicción
voluntaria, la carne muere para, las concupiscencias, y el espíritu se renueva
con las virtudes.
Oíd a San Ambrosio: ¿Qué es el ayuno, dice, sino
la imagen del cielo y el precio con que puede adquirirse? El ayuno es el
alimento del alma, el alimento del espíritu. El ayuno es la vida de los
ángeles; el ayuno es la muerte del pecado, la destrucción de los crímenes, el
remedio de la salvación, el manantial de la gracia, el fundamento le la
castidad. Por medio del ayuno se llega pronto a Dios.
El ayuno, dice San Efrén, es el carro que conduce al cielo. El ayuno suscita profetas, y enseña sabiduría a los legisladores. El ayuno es el guarda perfecto del alma, cohabita con el cuerpo sin dañarle.
El
ayuno es un alma a toda prueba para los soldados valientes y los intrépidos
atletas. El ayuno resiste a las tentaciones; da unción a la piedad. El ayuno apaga
la violencia del fuego, cierra las fauces de los leones, y encamina las oraciones
al cielo. La abstinencia es madre de la santidad, disciplina de la juventud y
adorno de la vejez. No sólo es el ayuno
una virtud perfecta, sino el cimiento de las demás virtudes; es la
santificación, la pureza, la prudencia, virtudes sin las cuales nadie puede ver
a Dios.
El hambre, dice San Ambrosio, es amiga de la
virginidad, y enemiga de la lujuria; pero los excesos en la mesa ahogan la
castidad y alimentan las pasiones: (Serm, de Quadrag.)
Asi como el soldado no es nada sin armas,
dice San
Crisóstomo, y las armas no son tampoco nada sin el soldado, de la misma
manera la oración no es nada sin el ayuno, ni el ayuno sin la oración. (In
Matth., c. VI).
El ayuno, Dice San Basilio, hace que los
hombres sean semejantes a los ángeles.
El ayuno es el alimento del alma, dice S. Crisóstomo.
El ayuno, añade el mismo Santo, purifica el alma, alivia los sentidos, sujeta
la carne al espíritu, hace que el corazón esté contrito y humillado, disipa las
nubes de la concupiscencia, apaga los ardores de las pasiones abrasadoras, y
enciende la antorcha de la castidad.
Ved lo que hace el ayuno, dice San Atanasio:
cura las enfermedades, calma la impetuosidad de la sangre, ahuyenta los
demonios, arroja los malos pensamientos, da más belleza y blancura al alma, más
pureza al corazón, y hace que el cuerpo esté más sano y robusto.
Por medio del ayuno es como Elias sube al
cielo en un carro triunfal, dice San Ambrosio.
Sabemos, dice San Pedro de Ravena, que es
el ayuno el alcázar de Dios, el campo de Jesucristo, la muralla inexpugnable
del Espíritu Santo, el estandarte de la fe, el signo de la castidad, el trofeo
de la santidad.
Puesto que por gula perdimos las alegrías
del paraíso, dice San Gregorio, esforcémonos en conquistarlas de nuevo con el ayuno y
la abstinencia.
¿A qué debió Sansón el ser tan fuerte e
invencible? dice San Basilio. ¿No fué el ayuno el que hizo merecer a su madre la
gracia de concebirle? El ayuno le concibió, el ayuno le alimentó, y el ayuno hizo
de él un prodigio de fuerza. El ayuno,
añade aquel gran Doctor, engendra profetas, da más fuerza a los fuertes: el
ayuno da sabiduría a los que dictan leyes, es el escudo de los que combaten con
valor. El ayuno es el que dió fuerza a Sansón, y en tanto que éste fué fiel en
guardarlo, derribó a millares de enemigos en cada combate, arrancó las puertas
de las ciudades, y los leones no pudieron resistir al vigor de su brazo. Pero
desde el momento en que la embriaguez del vino y de la voluptuosidad se apoderó
de él, en seguida lo prendieron los enemigos, le arrancaron los ojos, y fué
juguete de los niños.
Cuando el alma derrama lágrimas de
arrepentimiento, dice San Gregorio, es también indispensable que la carne,
que ha sido esclava de los criminales placeres, sea castigada con el ayuno.
Samuel, dice S. Jerónimo, reunió el pueblo
en Masphath, le fortificó con un ayuno que impuso, y asi le hizo victorioso de
sus enemigos. (In Lib. Rey.) A fin de poder combatir a sus enemigos, dice San León,
repararon las fuerzas de su alma y de su cuerpo por medio de un ayuno severo.
Se abstuvieron de comer y de beber; se impusieron esta ruda penitencia, y para
vencer a sus enemigos, empezaron por vencer en sí mismos el atractivo de la
gula.
Los ayunos, añade el mismo San León,
nos hacen fuertes contra el pecado; triunfan de las concupiscencias, rechazan
las tentaciones, calman el orgullo, templan la ira, y alimentan todos los
afectos de la buena voluntad para hacernos practicar perfectamente todas las
virtudes.
El
ayuno, dice San Atanasio, eleva al hombre hasta el trono de Dios (Tract, de
Virgin.).
Judith ayunaba todos los días de su vida
menos el día del sábado, dice la Escritura. (Judith. VIII. 6.) Holofernes
y sus soldados, amigos de beber mucho, se embriagaban, dice San Ambrosio;
pero había una mujer, Judith, que no bebía, ayunaba todos los días, menos los
festivos. Armada con el ayuno, sé adelanta y destruye todo el ejército de los Asirios.
Por medio de la energía de una resolución formada en la abstinencia, corta la
cabeza á Holofernes,
salva su pudor y alcanza la victoria. Fortificada con el ayuno, se introduce en
el campo extranjero; Holofernes queda sumergido en el vino, y no siente el golpe
mortal. Asi el ayuno de una sola mujer anonada el numeroso ejército de los
asirios y salva el pueblo de Dios.
Por causa del odio y de la crueldad de Aman, el
rey
Asuero ordenó el exterminio de los judíos que estaban cautivos. Al
momento, dice la Escritura, la reina Esther, asustada del inminente peligro, acude
al Señor. Dejando todos sus adornos de reina, se pone vestidos de luto; en vez
de usar perfumes, cubre su cabeza con cenizas y polvo, castiga su cuerpo con
ayunos, y manda decir a Mardoqueo: id, reunid a todos los judíos que encontréis
en Lusan, y rogad por mí: no comáis ni bebáis nada durante tres días y tres
noches: yo ayunaré también con mis criadas; y entonces, a pesar de la ley que
lo prohíbe, entraré sin ser llamada a las habitaciones del rey, y me expondré
al peligro y A la muerte para salvar A mí pueblo.
Esther, dice San Ambrosio, se volvió más
hermosa con el ayuno; porque el Señor aumentaba su gracia en aquella alma
sobria. Así es que desde el momento en que se presentó al rey, dice la Escritura,
Dios cambió el corazón de Asuero, el cual se lanzó en sus brazos. ¿Qué tenéis,
Esther? La dijo: soy vuestro hermano, nada temáis, no moriréis. (XV. 11-13). De
este modo Esther, con su ayuno y su oración, se conquistó un nombre inmortal,
alcanzando libertad para su pueblo, un patíbulo para el cruel Aman, justicia para
Asuero
y gloria para Dios.
La que ayunó tres días, dice San Ambrosio,
gustó al rey y obtuvo lo que pedía, la salvación de su pueblo y entre tanto Aman,
sentado en un regio festín, en medio de su intemperancia pagó la pena que su
embriaguez merecía. El ayuno es pues el sacrificio de la reconciliación y el
aumento de las virtudes. Esther con su ayuno, dice Clemente de Alejandría es
más fuerte que todos sus enemigos;
desgarra el decreto tiránico que hacía perecer A su pueblo, y calma al tirano;
reprimió a Aman y hace triunfar a los suyos.
Judas Macabeo y sus soldados obtienen con
sus ayunos los socorros del cielo, y numerosas victorias sobre sus poderosos y
temibles enemigos. (Lib. Macabeos.)
El Ayuno, dice San Ambrosio, es el dueño de
la continencia, la disciplina de la pureza, la humildad del espíritu, la
flagelación de la carne corrompida, la expresión de la sobriedad, la regla de
la virtud, la purificación del alma, la mano de la misericordia, el principio de
la dulzura, el atractivo de la caridad, la gracia de la vejez, el custodio de
la juventud. El ayuno es el alivio de las enfermedades, el alimento de la
salvación, el viático del buen camino, el tesoro de toda la vida.
Los Ninivitas son condenados por la justicia
de Dios a ser destruidos; se dedican a un riguroso y universal ayuno, y al
momento Dios les perdona.
Los Apóstoles ayunan y oran; el Espíritu
Santo baja sobre ellos, los llena de sus dones y los convierte en hombres
heroicos...
San Ambrosio atribuye todos los milagros de Elias a
sus ayunos. Con sus ayunos, dice, Elias cierra
el cielo al criminal pueblo judaico; con su ayuno resucita al hijo de la viuda;
su ayuno detiene las inundaciones; su ayuno hace bajar el fuego del cielo; su
ayuno lo hace subir al cielo en un carro de fuego; con su ayuno de cuarenta días
consigue conversar con Dios y hallarse en su presencia. Cuanto más ayuna, más
poderoso es; detiene también las aguas del Jordán con su ayuno.
El ayuno es la salud del cuerpo, del alma,
de la memoria y de la inteligencia. El ayuno prolonga la vida, nos libra de mil
enfermedades precoces y crueles ¿Cuál es siempre el primer mandato de un
médico? cuál es su primero y principal remedio? La dieta, que es un ayuno y una
abstinencia absolutos...
AYUNO Y ABSTINENCIA.
COMENTARIO DEL
BLOG: Creo que lo que está escrito en esta publicación pocos lo saben, y
si lo saben, no en el sentido que estos Santos les dan al ayuno acompañado de
las buenas obras y mortificación de las pasiones. Ayunar solamente no basta
para agradar a Dios, si no se hace lo que se explica en la segunda parte de
esta publicación. El que no lo lee corre el riesgo de ayunar mal. De más está
decir que este comentario no va dirigido a los que saben. Yo no lo sabía. Ahora
puedo decir que entiendo el verdadero sentido del ayuno. Dios nos conceda la
gracia de practicarlo.
Falsos
pretextos que se alegan para no ayunar.
Alegamos mil razones falsas para librarnos
de la ley del ayuno: la edad, la debilidad de estómago,
las ocupaciones, la rigidez de la ley etc.
Los
pecadores no pueden ayunar, es decir, no tienen fuerza para salvarse, y la
tienen para condenarse; pero es más costoso ir al infierno que ir al cielo El
mundo tiene tormentos, sacrificios, privaciones, exigencias, Ordenes mil veces
más penosas qne el Evangelio...
¿Y no
ha de haber ninguna energía para el bien, habiendo tanta fuerza para el mal?...
¡Los que se creen demasiado débiles para ayunar y hacer abstinencia, saben
perfectamente imponerse privaciones cuando se trata aunque no sea más que de
ganar una corta cantidad de dinero; y cuando se les asegura que obtendrán la
gracia, el cielo y la gloria eterna con algunos días de ayuno, son demasiado débiles!...
¡Ah! no es la debilidad del temperamento la
verdadera causa de la violación de una ley tan santa y tan ventajosa; las verdaderas, causas de este desorden, son la perdida de la fe, la
indiferencia, la gula y la impiedad.
¿Creéis que vuestra salud sea débil?; pero ¿no tenéis la culpa de haber perdido vuestra salud? ¿No la destruís
con la avaricia, la lujuria, la vanidad, la gula, la embriaguez, la cólera, los
juegos y otros excesos?
Muchas veces la salud sólo está alterada por el desorden
de las pasiones ¡Oh! ¡Cuántos hay que abusan de esta, salud, don tan precioso de Dios!...
Hay
varias especies de ayuno.
Hay el ayuno de la voluntad. Hemos ayunado, dicen algunos, y ¿por qué no ha tenido Dios en cuenta
nuestros ayunos? Porque dice Isaías,
seguís vuestros caprichos y voluntades en los días de ayuno: (LVIII. 3) ¿Acaso el ayuno que yo estimo, dice el Señor por medio
de; Isaías,
no es más bien el que tú deshagas los injustos contratos, que canceles las obligaciones usurarias que
oprimen, que dejes en libertad a los que
han quebrado, y quites todo gravamen? (LVIII.
6 ). ¡Qué partas tu pan con el
hambriento, y que a los pobres y a los que no tienen hogar los acojas en tu casa,
y vistas al que veas desnudo, y no desprecies tu propia carne, o a tu prójimo!
(LVIII.7). Sí esto haces, amanecerá tu
luz, como la aurora, y llegará presto tu curación; y delante de ti, irá siempre
tu justicia, y la gloría del Señor te acogerá en su seno. (LVIII. 8.) Entonces invocarás al Señor, y él te oirá
benigno: Clamarás, y él te dirá: Aquí estoy. (LVIII. 9).
Notad aquí que el Señor enseña y explica cuál debe ser el
ayuno de los cristianos durante la cuaresma y los demás días de ayuno. Es
preciso: 1°. Que el alma se abstenga de los vicios, así como el cuerpo se
abstiene del alimento, dice San Jerónimo: Porque el objeto
del ayuno es humillar el cuerpo y sujetarlo al alma, sujetar el alma a la razón, la razón a la virtud y al espíritu, y
el espirita a Dios; y sí no os encamináis a este fin, en vano
emplearéis el remedio de los ayunos, de la misma manera que el enfermo toma
inútilmente el remedio, si no se abstiene de lo que puedo dañarle, dice San Crisóstomo: (In Gen. I, homil. VIII).
El mérito de nuestros ayunos, dice San León, no estriba solamente, en la abstinencia de los alimentos; de
nada sirve quitar al cuerpo su nutrición, si el alma no se aparta de la
iniquidad, y si la lengua no deja de hablar mal.
Si sólo la boca ha pecado, dice San Bernardo, que ayune ella tan sólo, y basta; pero si todo peca en
nosotros, ¿por qué todo no ha de ayunar? Que ayune pues la vista y se prive de
las miradas y de toda curiosidad vana; que ayune el oído, y no se abra ni a las
fábulas, ni a los rumores; que ayune la lengua y se prive de la maledicencia y
de la murmuración; que ayunen las manos huyendo de la pereza; y sobre todo que
ayune el alma, alejándose de los pecados y de su propia voluntad. Porque sin
semejante ayuno, Dios rechaza los demás.
Es pues preciso hacer
que el ayuno del cuerpo sea meritorio por medio del ayuno del alma y del corazón
y la abstinencia de los pecados. Este es el ayuno que prescribe el profeta Joel:
Santificad vuestro ayuno: (I. 23) Porque, como explica San Gregorio, santificar el
ayuno es dedicarse a otras buenas obras, ofreciendo a Dios la abstinencia de la
carne, cese la ira, cálmense las querellas; porque
en vano se mortifica el cuerpo, si no se pone un freno a las malas
inclinaciones.
San Jerónimo nos dice: ¿Da qué sirve
debilitar el cuerpo con el ayuno, si el espíritu se subiera de orgullo? ¿Qué
alabanzas puedo merecernos la palidez que imprime el ayuno, si estamos llenos y
manchados de envidia? ¿Qué virtud hay en no beber vino, y en embriagarse de ira
y de odio?
Partid
vuestro pan con el que tiene hambre. (Isai. LVIII. 7.)
Esta es la segunda condición que Dios exige
en el ayuno para que lo acepte. El ayuno, dice San Gregorio, debe ir acompañado
de piedad y de limosna; es preciso dar al pobre lo que quitamos al estómago: es
preciso dar pan a los pobres, hospitalidad al extranjero, y vestidos al
desnudo.
Aquello de que os priváis, dice el mismo
Doctor, es menester darlo a otro, a fin de que el medio que empleáis para
castigar vuestra carne, sirva para reparar las fuerzas de vuestro prójimo:
(Homil. XVI in Evang.)
Santificad vuestro ayuno. Que vuestro ayuno
tenga alas para penetrar hasta el cielo, dice San Bernardo: el ala de la oración y el ala de la justicia. Santifiquen
el ayuno, para que la intención pura y la oración ferviente lo ofrezcan a la
Majestad divina.
“Tesoros de Cornelio Á
Lápide”
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.