Quien medita en la muerte no puede amar la
tierra... ¿Por qué hay tanto desdichado
amador del mundo? Porque no piensan en la muerte... ¡Míseros hijos de Adán!, nos dice el Espíritu Santo (Salmo 4, 3),
“¿Por
qué no desterráis del corazón los afectos terrenos, en los cuales amáis la
vanidad y la mentira?” Lo que sucedió a vuestros antepasados os acaecerá
también a vosotros; en vuestro mismo palacio vivieron, en vuestro lecho
reposaron; ya no están allí, y lo propio os ha de suceder.
Entrégate, pues, a Dios, hermano mío, antes
que llegue la muerte. No dejes para
mañana lo que hoy puede hacer (Eclesiastés, 9, 10); porque este día de hoy
pasa y no vuelve; y en el de mañana pudiera la muerte presentársete, y ya nada
te permitiría hacer.
Procura sin demora deshacerte de lo que te
aleja o pueda alejarte de Dios. Dejemos pronto con el afecto estos bienes de la
tierra, antes que la muerte por fuerza nos los arrebate. ¡Bienaventurados los que al morir están ya muertos a los afectos
terrenales! (Apocalipsis, 14, 13). No temen éstos la muerte, antes bien, la desean y abrazan
con alegría, porque en vez de apartarlos de los bienes que aman, los une al
Sumo Bien, único digno de amor, que les hará para siempre felices.
“PREPARACIÓN
PARA LA MUERTE”
San
Alfonso María de Ligorio
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